Reforma universitaria
Hace pocos meses que he cumplido un veintenio de dedicaci¨®n xclusiva a la Universidad espa?ola y cinco lustros de vida universitaria. Es decir, he contemlado y vivido cambios bastante notables que los reg¨ªmenes pol¨ªticos y las mismas mudanzas sociales han inducido en su seno. Desde mi modesto otero sigo esperando uno que me atrevo a calificar de condici¨®n sine qua non para cualquier mejora: lo que podr¨ªamos llamar la "refundaci¨®n econ¨®mica" de la Universidad p¨²blica espa?ola. La cual, pudiendo llegar por muchos caminos es cada a?o un horizonte lejano, no obstante haber llegado (?al fin!) al Gobierno de Espa?a un Gabinete socialista y joven, en el que no escasean los profesores e intelectuales. Empero, son de ahora mismo los sueldos docentes de 40.000 pesetas o los presupuestos para investigaci¨®n (?) de parecida monta.No obstante, la ley de Reforma Universitaria depar¨® una oportunidad excepcional. Fue, adem¨¢s, precedida de un reconfortante anuncio que el ministro Maravall comunic¨® al Congreso de los Diputados: una reforma de tal envergadura no pod¨ªa ser llevada a cabo en menos de 8 o 10 a?os. Nada m¨¢s discreto.
Pero en modo alguno ha sido as¨ª. La impetuosa fogosidad del ministerio ha sobrepasado todo l¨ªmite prudente y ha impuesto un ritmo a la reforma literalmente imposible de asumir. Sobre las desmedradas estructuras universitarias, caracterizadas por su penuria y por su relativamente enorme tama?o escolar, se ha actuado atropelladamente. La mucha fe del ministro en sus conocidos ideales no ha movido a las oportunas monta?as y ha hecho surgir otras que nadie deseaba tener que franquear. El asunto no admite acepci¨®n de ideolog¨ªas: es cuesti¨®n de mera competencia en la gesti¨®n.
En organismos complejos y Pasa a la p¨¢gina siguiente Viene de la p¨¢gina anterior sujetos naturalmente a fuertes inercias hist¨®ricas, cuales son las unversidades (m¨¢s si est¨¢n enfermas e, incluso, caqu¨¦cticas), no puede pretenderse, en cuatro a?os exactos, la mudanza de todas las estructuras, de la Administraci¨®n, los estatutos y reglamentos de r¨¦gimen interior, los planes de estudios, las plantillas de profesorado, los ¨®rganos de gobierno y de gesti¨®n, los cuerpos funcionariales docentes y de administraci¨®n o servicios, los sistemas de titulaci¨®n, el doctorado, los procedimientos presupuestarios, los sistemas de acceso y permanencia de los discentes, los de recluta profesoral y aun las mentalidades mismas. Es una imprudencia temeraria (y temible).
Pues es lo que ocurre ahora. Sencillamente, es imposible llevar la averiada y vieja flota a buen puerto mediando una traves¨ªa oce¨¢nica durante la cual, por si fuera poco, hay que ir sustituyendo motores y cuadernas y pasar, a la vez, del carb¨®n a la propulsi¨®n nuclear. Y obs¨¦rvese que la Universidad no ofrece resistencias especiales a esos cambios: es tan s¨®lo -no puede evitarlo- que chirr¨ªa desde sus cimientos mismos hasta su ¨¢pice, porque no hay edificio que pueda soportar semejante aluvi¨®n de terapias acumuladas, interactivas, simult¨¢neas y con sello de urgencia. Estoy seguro de que en alguna de las reposadas bibliotecas oxonienses -en cuya Universidad entera no cabr¨ªan siquiera los alumnos complutenses de Derecho-, el azogado profesor Maravall habr¨¢ encontrado aquel sabio aforismo, s¨®lo en apariencia parad¨®jico, del festina lente, que tan adecuadamente utiliza la sabidur¨ªa pol¨ªtica brit¨¢nica. Conseguido lo que parec¨ªa m¨¢s dif¨ªcil -una ley de Cortes que conoci¨® siete redacciones y dej¨® en el camino a no menos de cuatro ministros-, puede todo malograrse por la falta de templanza.- Decano de la facultad de Filosof¨ªa y Letras de la universidad de Zaragoza.
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