De Roncesvalles a Europa
La primera vez que entrevist¨¦ a Fran?ois Mitterrand para EL PA?S fue en junio de 1982. Todav¨ªa gobernaba Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico en Espa?a, y las relaciones con Francia no eran precisamente las mejores: una tradicional falta de cooperaci¨®n en la lucha contra el terrorismo de ETA y las dificultades que Par¨ªs exhib¨ªa para la integraci¨®n espa?ola en la Comunidad Europea (CE) hab¨ªan desatado una ola de galofobia. Para una opini¨®n p¨²blica galvanizada, desde Roncesvalles al Dos de Mayo, por la existencia del peligro franc¨¦s, aquella situaci¨®n era la demostraci¨®n exacta de lo fundado de sus temores. Cinco a?os m¨¢s tarde, sin embargo, Espa?a y Francia viven una aut¨¦ntica luna de miel. Las relaciones comerciales van viento en popa y los etarras detenidos por la gendarmer¨ªa son enviados sin m¨¢s contemplaciones a Madrid. Chirac no ha cumplido sus promesas de impugnar el tratado de adhesi¨®n espa?ola a la CE -que considera perjudicial para los agricultores de la naci¨®n vecina-, y, en conjunto, nuestro pa¨ªs merece una atenci¨®n y un respeto por los medios de comunicaci¨®n franceses como no le otorgaban desde hace siglos.Hay quien asegura que esta situaci¨®n es fruto directo del pragmatismo del Gobierno conservador de Par¨ªs, pero Mitterrand se presenta a s¨ª mismo como el verdadero h¨¦roe de la historia. No s¨®lo porque con su presidencia mejor¨® la colaboraci¨®n policial y se allanaron los obst¨¢culos ante Europa. En sus declaraciones se atreve a se?alar que ¨¦l ya estuvo presente en el congreso de Suresnes (1974), cuando los socialistas espa?oles eligieron como secretario general del partido a un prometedor militante de Sevilla que utilizaba el sobrenombre de Isidoro. Hoy Isidoro es el presidente del Gobierno en Madrid y vicepresidente de la Internacional Socialista.
Todo esto dicho, se comprende que en la entrevista que me concedi¨® en el El¨ªseo, la semana pasada, el presidente franc¨¦s se mostrara notablemente m¨¢s relajado que en la de hace un lustro. Hablaba para una Espa?a pacificada y en v¨ªas de recuperaci¨®n de su antigua dependencia cultural y social francesa.
Pero hablaba tambi¨¦n desde una posici¨®n personal muy diferente. El Mitterrand de los grandes cambios en la hora primera de su mandato ha dado paso al de la cohabitaci¨®n con la derecha (coexistencia, como prefipren decir en el El¨ªseo). Casi nadie cree en Par¨ªs que el presidente se presente el a?o que viene a la reelecci¨®n, y, salvadas las escaramuzas que esa cohabitaci¨®n produce, Mitterrand parece hablar hoy m¨¢s para la historia que para sus electores. Su posici¨®n no le permite to dav¨ªa ser imprudente, o vibrante, en sus declaraciones a la Prensa. S¨®lo a veces utiliza peque?os toques de iron¨ªa, gestos que los dem¨¢s interpretan.
Frangois Mitterrand se siente mucho m¨¢s c¨®modo cuando se refiere a cuestiones que escapan a contenciosos visibles y le permiten, en cambio, desarrollar grandes conclusiones intelectuales. Europa es su tema preferido. Sobre ¨¦l se extiende con pasi¨®n y convicci¨®n a un tiempo: una reciente conferencia suya en el Real Instituto de Asuntos Internacionales de Londres era un compendio de un programa europeo de largo alcance en el que Francia desempe?aba y desempe?a un papel central. Pero tanto esta entrevista como aquella conferencia tuvieron lugar antes de que Gorbachov hiciera la propuesta de reducci¨®n de armas nucleares en Europa. El entusiasmo despertado por esa oferta en algunos Gobiernos aliados no deja de colocar a Par¨ªs en una situaci¨®n delicada Francia es una potencia nuclear no integrada en el mando militar de la OTAN, y sus cohetes quedan fuera de la discusi¨®n de Ginebra.
La perspectiva de una Europa desnuclearizada con una Francia convertida en el gendarme at¨®mico, por te¨®rica que pue da parecer en estos momentos, no deja de analizarse en las canciller¨ªas de la CE A¨²n declar¨¢ndose partidario de la opci¨®n cero, sobre esta como sobre otras cuestiones el presidente Mitterrand pasa por eso con pies de plomo en la entrevista. Toda su actitud, no s¨®lo el contenido de sus de claraciones, su comportamiento ante el interlocutor, su expresi¨®n verbal y su ele gante arrogancia denuncian en ¨¦l una con vicci¨®n final de que su figura, y su papel, se encuentran por encima de toda querella pol¨ªtica. En lo que concierne a las relaciones con Espa?a, vuelve a Madrid convencido, y no sin razones para ello, de que el balance de su gesti¨®n es del todo positivo. En lo que toca al futuro de Europa, aunque niega la existencia de un derecho de anterioridad en el caso franc¨¦s, exhibe con rasgos de inevitabilidad la mediaci¨®n geogr¨¢fica e hist¨®rica de Francia.
Este discurso europeo es todav¨ªa mal apreciado, quiz¨¢ por poco conocido, entre nuestros compatriotas. Hoy se multiplican, sin embargo, los esfuerzos por descubrir un papel diferente y un protagonismo superior de Europa en un panorama internacional caracterizado por la debilidad pat¨¦tica de la Administraci¨®n de Reagan y la acometida de toda clase de propuestaspor los ref¨®rnidores sovi¨¦ticos. Pero los antagonismos hist¨®ricos y los celos viscerales juegan todav¨ªa demasiado fuerte en las relaciones entre los diversos Gobiernos del continente. Y es patente la escasez de liderazgos fuertes, capaces de arrastrar en su empe?o a los ciudadanos en un proyecto tan complejo y contradictorio como el de la construcci¨®n de Europa. Mitterrand es una de las pocas excepciones en medio de esa penuria, en la que resaltan la complicidad inamovible de Londres con Washington y la debilidad y desorientaci¨®n crecientes de los democristianos alemanes occidentales. Pendiente del futuro de Craxi en Italia, al presidente franc¨¦s s¨®lo le queda un aliado potencial, ideol¨®gico y pol¨ªtico, con fuste y credibilidad internacionales: Felipe Gonz¨¢lez.
No cabe la menor duda de que la cumbre hispano-francesa que se celebrar¨¢ esta semana viene as¨ª marcada por la mejora de relaciones y por una cierta necesidad de intercambio de favores. En los tres contenciosos internacionales de envergadura que Espa?a tiene planteados, Gibraltar, el tratado con Estados Unidos y el futuro de Ceuta y Melilla, la opini¨®n y la actitud de Francia siguen siendo valiosas. No menos que el empuje que Felipe Gonz¨¢lez y la opini¨®n p¨²blica espa?ola pueden aportar al proyecto europeo que Mitterrand defiende.
Estos son, pienso, algunos datos que facilitan la comprensi¨®n de las declaraciones del presidente franc¨¦s y el significado de su visita a Madrid. Fran?ois Mitterrand nos recibi¨® al corresponsal de EL PA?S en Par¨ªs, Llu¨ªs Bassets, y a m¨ª en el palacio del El¨ªseo el mi¨¦rcoles 25 de febrero, minutos despu¨¦s de que terminara el habitual Consejo de Ministros que ¨¦l preside. La entrevista dur¨® 40 minutos, fue grabada por los servicios presidenciales y corregida su transcripci¨®n por el propio Mitterrand. La traducci¨®n, con s¨®lo peque?as licencias literarias, es responsabilidad de EL PA?S.
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