El ¨¢ngel

Pavlovsky es un ¨¢ngel, un querub¨ªn locuaz y borracho de vida que se escapa de vez en cuando de los cielos para provocar sonrojo y ternura en los montajes. En esta ocasi¨®n, m¨¢s que un espect¨¢culo, ha montado un sue?o de colores en el que integra magistralmente al p¨²blico, incluso al curtido p¨²blico de un estreno. Para conseguirlo, no se han ahorrado esfuerzos t¨¦cnicos ni imaginaci¨®n: un sonido perfecto, un espectacular alarde de iluminaci¨®n y coregoraf¨ªa, una locura de vestuario, sombreros, pelucas, lentejuelas, nubes multicolores y sorpresas estramb¨®ticas.Hay algunas secuencias memorables en este sue?o: un coro felliniano de ancianas infiltradas y puestas en pie canta un fragmento de Nabucco; y parece como si el fantasma de nuestras abuelas hiciera irrupci¨®n en el teatro para incitarnos a perder la verg¨¹enza. En otro momento, Pavlovsky consigue formar un cuerpo de ballet con 17 personas del p¨²blico. Un espectador es obligado a hacer de tenor de ¨®pera para anunciar la aparici¨®n de Carmen, la de Bizet, y Pavlovsky explica la triste historia de la hero¨ªna: "Amaba tanto, tanto, tanto, que, la mataron por puta". Tras declarar con toda seriedad que no tocar¨ªa a ninguna se?ora, por m¨¢s que se lo implorara, Pavlovsky hace un paseillo triunfal por la sala palpando impunemente los pechos de las se?oras; de repente, se detiene dubitativo con las manos en los senos de una dama, sopesa las gl¨¢ndulas y declara al respetable: "Esta teta la conozco yo de Barcelona".

Al final no hay apotesis de plumas; y marab¨²s, sino de soledad sonora y de ternura, como en las pel¨ªculas de Charlot.