El debate de los disidentes
La liberaci¨®n de un buen n¨²mero de disidentes sovi¨¦ticos por la Administraci¨®n de Mijail Gorbachov no ha acabado con el debate establecido en torno a las verdaderas intenciones de liberalizaci¨®n de la pol¨ªtica del Kremlin. Los autores creen que los disidentes, con la excepci¨®n del cient¨ªfico Andrei Sajarov, contin¨²an sien do en la Uni¨®n Sovi¨¦tica unos parias pol¨ªticos.
?Qu¨¦ ha ocurrido? Unos 360 hombres y mujeres, los disidentes m¨¢s conocidos, han sido perdonados y liberados en las primeras semanas de febrero por dos decretos del Soviet Supremo, organismo de paja, b¨¢sicamente una agencia del Politbur¨®, con la condici¨®n de que firmen una incoherente declaraci¨®n admitiendo su culpabilidad. Esta vez, las autoridades sovi¨¦ticas han evitado la odiosa burocracia al estilo Breznev, y en su lugar han aprendido bien la receta del cinismo kadarista. Cualquier cosa era v¨¢lida con tal de que los disidentes manifestaran, o al menos sugirieran, que ellos, y no el Estado, eran responsables de su encarcelamiento.Por supuesto, los disidentes contin¨²an siendo unos parias pol¨ªticos, con la sola excepci¨®n de Sajarov, a quien se le ha concedido un privilegio y, de momento, est¨¢ viviendo por encima de la ley. Depender¨¢ de su futuro buen comportamiento el que sean readmitidos en el cuerpo sano de la sociedad sovi¨¦tica. La mayor¨ªa de los prisioneros de conciencia (diversos tipos de disidentes nacionalistas y religiosos) permanecen entre rejas. No existe el menor signo de que las autoridades sovi¨¦ticas vayan a legalizar (no simplemente a tolerar temporalmente) la disidencia organizada. La disidencia p¨²blica ni siquiera es tolerada temporalmente.
Como el summum de la moderaci¨®n, algunos funcionarios sovi¨¦ticos hacen vagas insinuaciones (hablando extraoficialmente en la Prensa occidental, no en la sovi¨¦tica) sobre nuevas leyes que, sugieren, har¨ªan posible que el Gobierno mantuviera a menos gente en prisi¨®n. ?sta sorprendente interpretaci¨®n de la justicia est¨¢ siendo saludada hoy d¨ªa tanto por los liberales y por los comunistas her¨¦ticos como por "la versi¨®n gorbacheviana de la democracia", que se afirma que es tan leg¨ªtima como, digamos, la jeffersoniana, aunque algo diferente. Pero como en la URSS no ha habido ni una sola amnist¨ªa pol¨ªtica colectiva despu¨¦s de Jruschov, la importancia social de este paso, as¨ª como su interrelaci¨®n con la estrategia de modernizaci¨®n de Gorbachov, est¨¢ m¨¢s all¨¢ de toda duda.La opini¨®n de Sajarov
La importancia de este hecho provoca la siguiente pregunta: ?Por qu¨¦ se ha concedido esta medida colectiva de gracia? Y es en torno a esta pregunta donde el movimiento disidente se divide radicalmente. Su s¨ªmbolo visible, el heroico y noble liberal ruso Sajarov, expres¨® de forma rara, pero significativa, la opini¨®n mayoritaria. En una entrevista que concedi¨® hace pocas semanas dec¨ªa: "Objetivamente, algo real est¨¢ ocurriendo. Hasta d¨®nde alcance es un asunto complicado, pero yo personalmente he llegado a la conclusi¨®n de que la situaci¨®n ha cambiado".
A esta valoraci¨®n a?adi¨®, en sus primeras declaraciones despu¨¦s de ser liberado, que el propio t¨¦rmino disidencia est¨¢ cambiando su significado. Adem¨¢s, fue m¨¢s lejos: aunque su discurso en la conferencia hac¨ªa referencia a los derechos humanos, el significado simb¨®lico de la participaci¨®n oficial de Sajarov en una conferencia de paz apadrinada por el Gobierno y celebrada en Mosc¨² no se escap¨® a los observadores pol¨ªticos. Y, como de costumbre, ha surgido inmediatamente una interpretaci¨®n popular y simplificadora, aunque b¨¢sicamente correcta, de la m¨¢s compleja postura de un intelectual paradigm¨¢tico. Griforyants, un disidente extremadamente valeroso y que ha sufrido mucho, afirm¨® que Sajarov le ha pedido a ¨¦l y a otros que apoyen a Gorbachov, el l¨ªder sovi¨¦tico que ha estado tras las recientes mejoras en la vida sovi¨¦tica: "Sajarov cree que debemos ayudar a Gorbachov, que Gorbachov ha hecho mucho para mejorar la situaci¨®n en este pa¨ªs".
El otro extremo de la valoraci¨®n lo defienden los disidentes jud¨ªos principalmente. (Pero resulta razonable suponer que otros grupos nacionalistas, as¨ª como disidentes religiosos, moment¨¢neamente menos parlanchines, sostienen puntos de vista similares.) En sus numerosas declaraciones desde el exilio, Charansky llama a los cambios maniobras t¨¢cticas del perspicaz Gorbachov dirigidas a asegurarse tecnolog¨ªa sofisticada y grandes pr¨¦stamos de los bancos y los Gobiernos occidentales. Meiman, otro activista jud¨ªo, afirma que lo ¨²nico que est¨¢n haciendo las autoridades sovi¨¦ticas es apropiarse el arte de un "manejo sofisticado de la disidencia". Por primera vez en 20 a?os, las posturas de los disidentes relativas a su valoraci¨®n del car¨¢cter del r¨¦gimen han sido clara y dram¨¢ticamente polarizadas.
Aunque somos extremadamente cr¨ªticos con la corriente principal de la actual disidencia sovi¨¦tica y mantenemos puntos de vista cercanos, aunque no id¨¦nticos, a los de los activistas jud¨ªos, su com¨²n debilidad es claramente observable. Ambos caen en el an¨¢lisis oculto de Gorbachov, en lugar de hacer un an¨¢lisis sociol¨®gico de la sociedad sovi¨¦tica. Adem¨¢s, la corriente principal de la disidencia muestra un s¨ªntoma sociopatol¨®tico caracter¨ªstico de las oposiciones que han sido educadas bajo un paternalismo opresivo.
Sin pretender ofender lo m¨¢s m¨ªnimo a estos hombres y mujeres admirables, se puede asegurar que oscilan, acr¨ªticamente y quiz¨¢ imperceptiblemente incluso para ellos mismos, entre dos extremos de comportamiento. O bien hacen sacrificios casi sobrehumanos para conseguir un m¨ªnimo de racionalidad y tolerancia (no de libertad) en su sociedad o, alternativamente, caen en brazos de la misma autoridad suprema que han estado desafiando s¨®lo con que ¨¦sta muestre el ansiado m¨ªnimo de racionalidad y tolerancia (represiva). Para hacer esta ambivalencia peor, sus razones son las m¨¢s nobles, por lo menos sus motivos nada tienen que ver con un comportamiento ego¨ªsta.
Figura paterna
?Cu¨¢les son sus motivos? En primer lugar, est¨¢n manifiestamente impulsados por un patriotismo organicista y paternalista para el que ser separado de la madre patria es equivalente a ser rechazado por el cuerpo vivo de un padre colectivo e impersonal. Visto desde este ¨¢ngulo, se entiende por qu¨¦ los activistas jud¨ªos, que han elegido otra comunidad, son menos sentimentales y m¨¢s sobrios en sus juicios que los disidentes de la Gran Rusia. Es bastante visible el anhelo de los disidentes rusos de lo que Koestler llam¨® la ficci¨®n gramatical: la famosa primera persona del plural, el lenguaje de la gran familia en lugar del lenguaje de la contracultura pol¨ªtica.
Adem¨¢s, las relaciones paternalistas han permanecido aparentemente intactas dentro de la misma oposici¨®n rusa: la reverente referencia de Grigoryants a la autoritaria postura de Sajarov, junto con su revelador uso del patron¨ªmico, es muy significativa. Al desafiar a una autoridad omnipotente, los disidentes rusos han elegido una "figura paterna de la oposici¨®n", en lugar de una oficial. Y, adem¨¢s, el minimalismo pol¨ªtico de la oposici¨®n rusa queda igualmente en evidencia.
Los disidentes rusos est¨¢n tan llenos de resignaci¨®n, han interiorizado tan profundamente el abrumador poder de su adversario, que existe desde tiempo inmemorial, que ni siquiera esperan alcanzar la victoria. M¨¢s bien abrazan las concesiones m¨ªnimas como el "¨²nico resultado realistamente v¨¢lido": dan la batalla por perdida antes de entrar al campo de batalla. Por supuesto, lo que manifiesta este minimalismo pol¨ªtico es la terrible carga de una historia tr¨¢gica. Por otra parte, hay un aspecto de esta actitud que no puede sino ser llamado positivo y responsable: el desprecio que sienten casi todos los actores de la oposici¨®n en la sociedad sovi¨¦tica por el nihilismo pol¨ªtico, por la famosa tesis de cuanto peor, mejor. Esto ¨²ltimo ha producido demasiada desolaci¨®n en la historia rusa.
Quiz¨¢ el ¨²nico motivo en el comportamiento de los disidentes que tenemos que analizar con algo m¨¢s de una pizca de escepticismo moral sea lo que Konrad y Szelcrtyi, dos soci¨®logos h¨²ngaros, han llamado el anhelo de los intelectuales por la obtenci¨®n de poder de clase. Y la presencia de este motivo puede ser justamente presumida en la escena sovi¨¦tica. La intriga de convertirse de los perseguidos de ayer en las eminencias grises de hoy, la ambici¨®n de ser los validos del monarca ilustrado es un est¨ªmulo extremadamente fuerte. S¨®lo aquellos que han experimentado y resistido esta tentaci¨®n conocen su fuerza.
Pero sea cual sea el motivo dominante de la oposici¨®n rusa en su opci¨®n de abandonar la oposici¨®n, de desmantelar la comunidad de disidencia, cargan con una enorme responsabilidad hist¨®rica. Porque el futuro y destino de la sociedad civil que tiene que ser constituida en la URSS, en vez de Simplemente emancipada, en un pa¨ªs cuya historia casi totalmente carece de tradiciones liberales y democr¨¢ticas, depende de la actividad o de la pasividad de los disidentes.
Leer la mente del gobernante especulando sobre cu¨¢n lejos el gobernante piensa llegar, en lugar de intentar valerse por s¨ª mismos en la forma de acci¨®n ciudadana, es equivalente a renunciar incluso a la posibilidad del nacimiento de la democracia en la sociedad sovi¨¦tica. Porque es s¨®lo la acci¨®n ciudadana aut¨®noma reclamando derechos, no esperando tolerancia, creando por su propia fuerza la pluralidad del espacio social en lugar de esperar que le sea concedido desde arriba, la que puede traer un cambio estructural a la sociedad sovi¨¦tica. Hasta cierto punto es irrelevante qui¨¦n, de hecho, es Gorbachov: un nuevo Felipe que ha sido ganado para la causa de la libertad por un misterioso nuevo marqu¨¦s de Posa o un c¨ªnico manipulador tecn¨®crata. Porque incluso en el cas¨® improbable de que fuera lo primero, no podr¨ªa entregar los bienes sin un movimiento decidido y aut¨®nomo de ciudadanos de pensamiento independiente y activo.
Es en este punto donde la oposici¨®n de la Europa del Este entra simb¨®licamente en el debate sin por ello entremeterse directamente en los temas de la agenda de los disidentes sovi¨¦ticos. Los europeos del Este, en sus cada vez m¨¢s coordinados esfuerzos, aspiran a la pluralidad aut¨®noma y a la reconstituci¨®n de la sociedad. Hablan un lenguaje sociol¨®gico en lugar de uno emocionalmente patri¨®tico; por lo menos lo hace su corriente principal visible en el presente. Janusz Oyskiewicz, matem¨¢tico y anterior portavoz de Solidaridad, hace la siguiente moderada observaci¨®n estructural sobre el r¨¦gimen: "Aqu¨ª est¨¢ la cr¨ªtica y all¨ª se hace pol¨ªtica, y son dos cosas totalmente diferentes".
Wojciech Lamentowicz, soci¨®logo y estudioso del Derecho, abunda en el mismo tema: "La ¨²nica raz¨®n real por la que las autoridades han creado o tolerado una oposici¨®n de paja es porque tuvieron que admitir que una oposici¨®n real hab¨ªa echado ra¨ªces". En lugar de caer en la ficci¨®n gramatical, en lugar de abandonar su propia identidad sem¨¢ntica para fundirse con la jerga pol¨ªtica, los disidentes polacos son conscientes de que han impuesto al Gobierno su propio vocabulario. Est¨¦ ¨²ltimo tiene que mencionar p¨²blicamente la palabra oposici¨®n para referirse a un determinado espacio social. Esto no es la victoria final. Pero es ciertamente un paso adelante en la autoemancipaci¨®n y autopluralizaci¨®n de la sociedad.
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