Reflexi¨®n taurina en fallas
Los toros fueron siempre uno de los componentes principales de la valenciana feria de julio. Y desde hace unos a?os asistimos en las fallas a una instalaci¨®n semejante de su protagonismo. Ya los carteles pueden atraer por s¨ª solos a un p¨²blico for¨¢neo, tan entendido como numeroso. Es la primera gran feria taurina, y en ella quiz¨¢ contemple el aficionado las primicias de las novedades que han dispuesto los diestros en el invierno.El reto taurino de Valencia es, sin embargo, la defensa de la feria de Julio; si se fracasa en esta estimaci¨®n, la plaza valenciana habr¨¢ perdido toda su extraordinaria importancia. Su situaci¨®n en el calendario la hace absolutamente envidiable: la confecci¨®n de los carteles, despu¨¦s de sucedidas las ferias de Sevilla y Madrid, posibilita el m¨¢ximo inter¨¦s, pues pueden aprovecharse triunfos y recientes rivalidades.
La climatolog¨ªa es tan segura como caprichosa e ind¨®cil en este mes de marzo. El torero est¨¢ en el ecuador de la temporada, bien placeado y no atorado a¨²n, y con la necesidad de merecer los contratos de las numerosas ferias que restan.
Los bravos antagonistas tambi¨¦n est¨¢n en el momento ¨®ptimo. S¨®lo podr¨¢ recobrarse esta feria si se extrema la bondad de sus carteles, aunque sea preciso disminuir el n¨²mero.
El otro problema es la naturaleza de esta afici¨®n. Siempre hubo un componente masivo de espectadores f¨¢ciles, equilibrados por una minor¨ªa, aunque amplia, de buenos aficionados. Muchos a?os de mala gesti¨®n empujaron a la deserci¨®n en ambos grupos, aunque verdaderamente sensible es la del segundo de ellos, obligado a una lenta recuperaci¨®n de la que se advierten indicios.
Lleva ya unos a?os de vida y sin desmayo una nutrida y activa pena, con el nombre de Tinto y Oro, de muy buenos aficionados y con peso ya incipiente en la plaza. Y la labor de la diputaci¨®n en la vertiente cultural que tanto legitima a la fiesta es un acierto pleno. La dirigen j¨®venes poetas.
Ciclos de conferencias, exposiciones pict¨®ricas que indagan en una posible renovaci¨®n pl¨¢stica y la mejor revista cultural taurina existente hoy en Espa?a, Quites entre Sol y Sombras. Todo ello con la noble aspiraci¨®n de crear un p¨²blico nuevo. El hombre de la huerta tiene sus propios valores morales y, al igual que desea como novio de su hija a un muchacho que sobre todo sea trabajador, eso mismo estima en el joven dios del ruedo. ?Que Dios nos asista! Su valoraci¨®n est¨¦tica es la que le dicta su admirable, mas aqu¨ª da?ina, honradez.
El hombre urbano, que no valora el trabajo de esta guisa, suele ser un rastreador, y aun ladr¨®n, del ocio. Y la mirada del ocioso, si va acompa?ada de sensibilidad, es mucho m¨¢s generosa con los sue?os, propios o ajenos, y sabe que el momento m¨¢gico es valioso porque es raro. Si es aficionado sabr¨¢ esperar el advenimiento de la gran emoci¨®n, y tendr¨¢ ya aprendido que no la puede exigir. Que Dios nos colme de ellos los tendidos, a cambio de tanto equivocado vuelo de pa?uelos.
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