Torito inv¨¢lido produce paz interior
ENVIADO ESPECIALLos toros de trap¨ªo y casta ?qui¨¦n los quiere en la torer¨ªa? Los toros de trap¨ªo y casta provocan nervios y preocupaci¨®n, dan trabajo, no ponen la oreja para que se la corten. En cambio, el torito inv¨¢lido, como cualquiera de los de ayer en Valencia, ese produce un gran paz interior. Los ejemplos saltan a la vista: ayer Manzanares estaba tan tranquilo frente a esos toritos inv¨¢lidos y si por ¨¦l fuera, no los habr¨ªa matado nunca. Ni?o de la Capea se los pasaba por la faja como quien lava, y no s¨®lo goz¨® de paz interior sino tambi¨¦n exterior; hasta el pie le llegaba, y lo tuvo quietecito, sin pegar zapatillazos, ni nada. Es cierto que Ojeda no tuvo paz interior, pero porque estaba a otro asunto, a inventar el toreo, y esta es una ¨¢rdua tarea que causa desaz¨®n.
Torrestrella / Manzanares, Ni?o de la Capea, Ojeda
Cuatro toros de Torrestrella; 5? de El Torre¨®n y 6? (sobrero) de Rom¨¢nSorando: sin trap¨ªo, algunos anovillados, aborregados e inv¨¢lidos. Manzanares: estocada ca¨ªda (silencio); bajonazo (aplausos con pitos y saluda). Ni?o de la Capea: estocadal recibiendo -aviso- y dobla el toro (oreja),- estocada (oreja). Sali¨® a hombros. Paco Ojeda: dos pinchazos bajos y bajonazo descarado; la presidencia le perdon¨® un aviso (aplausos y saludos); tres pinchazos y bajonazo (bronca y almohadillas). Plaza de Valencia, 18 de marzo. Quinta corrida de feria.
Los toros se ca¨ªan, antes o despu¨¦s (generalmente, antes y despu¨¦s). Los hubo chicos, los hubo anovillados y los hubo gorditos, aunque, cuando gorditos, luc¨ªan pitoncillos de juguete. Todos exhibieron casta borrega. Con toro anovillado, gacho-brocho, inv¨¢lido, aborregado, la paz interior es inevitable. A Manzanares se le derrumbaban los toros y cuanto m¨¢s se le derrumbaban, m¨¢s pases quer¨ªa darles. Eran pases con su piquito, con su suerte descargada, pero tampoco se echaban de menos otros de mayor fuste. Lo importante era ver a Manzanares tranquilo. Estaba bastante m¨¢s tranquilo que hace cuatro d¨ªas frente a los victorinos. Este hombre progresa.
Ni?o de la Capea repos¨® su ajetreado estilo torero habitual. A los cape¨ªstas se les saltaban las l¨¢grimas cuando el segundo borreguito tomaba la muleta con absoluta sumisi¨®n y el titular de la causa corr¨ªa suavemente la mano. Aunque el quinto borreguito perdi¨® pronto la embestida, el Ni?o de la Capea le sac¨® pases con entusiasmo novilleril, cruz¨¢ndose cuando hab¨ªa que cruzarse, pis¨¢ndole los terrenos cuando correspond¨ªa pis¨¢rselos. A este y al otro los mat¨® estupendamente, y al primero de su lote en la suerte de recibir.
El presidente le envi¨® un aviso al Ni?o de la Capea. El presidente no se aclara, pues en cambio a Ojeda no le dio ning¨²n aviso, a pesar de que tard¨® m¨¢s en matar a su toro. Claro que las peticiones de oreja para el Ni?o de la Capea no eran ni la mitad que el d¨ªa anterior para Joselito, y a aqu¨¦l le otorg¨® dos, mientras a este, ninguna. El criterio del presidente de la plaza de Valencia es una ventolera.
La tarde tuvo tambi¨¦n una caracter¨ªstica excepcional: Paco Ojeda inventaba el toreo. Paco Ojeda no buscaba en sus faenas el terreno del toro, ni el del toreo, sino el suyo propio. Daba un muletazo, tentaba con las zapatillas la lisura del enarenado piso, ocupaba la parcela, pon¨ªa pecho fuerte, presentaba la muleta lejos y atr¨¢s de su persona, y eso era citar. A veces montaba toda la tramoya para conseguir la suerte que ya ten¨ªa inventada, ligar pases de pecho -extra?a ligaz¨®n-, y no le sal¨ªa. El sexto era un marmolillo y a ese no lo quiso ni ver.
La principal invenci¨®n de Ojeda fue, sin embargo, para fijar a los toros de salida. Les ense?aba de lejos ese inmenso capot¨®n que le fabrican en los astilleros de C¨¢diz, ven¨ªa el toro, y apretaba a correr en direcci¨®n contraria, con trapo y todo. Soprendentemente, el p¨²blico no dio m¨¦rito a estas invenciones. El p¨²blico no ten¨ªa paz interior sino ganas de tirarle almohadillas y se las tir¨® con furia. Ahora bien, las almohadillas de Valencia son livianas y vuelan. De manera que ninguna le di¨® en el cogote, como alg¨²n exaltado pretendi¨®, con evidente mala intenci¨®n.
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