El piano flamenco
La cumbre ha roto el fuego del espect¨¢culo con dos sesiones de medianoche en el C¨ªrculo. El plano flamenco de Jos¨¦ Romero ocup¨® la primera de estas sesiones. Romero hac¨ªa tiempo que no era escuchado en Madrid, y es el hombre que mejor ha sabido aproximarse con un instrumento tradicionalmente ajeno a lo jondo a esta, m¨²sica.Romero, hombre y m¨²sico de formaci¨®n acad¨¦mica, no se limita a trasladar al piano las falsetas y arpegios de la guitarra flamenca -aunque a veces caiga tambi¨¦n en ello-, que es lo habitual entre otros pianistas afines al g¨¦nero, sino que crea y recrea una m¨²sica con personalidad propia, a la que da un tratamiento profundo, el mismo que podr¨ªa darse a cualquier m¨²sica de las consideradas cultas.
Su toque por siguiriyas (en re mayor dominante) es ejemplar al respecto. Obra de muy dif¨ªcil ejecuci¨®n, pese a lo cual mantiene en toda su integridad la sugesti¨®n y belleza del g¨¦nero flamenco, indudablemente enriquecido por aportaciones compositivas de rango no habitual en el g¨¦nero.
La segunda de estas sesiones fue una pura delicia. Enr¨ªque Orozco se dedic¨® a contar an¨¦cdotas de sus vivencias flamencas, y el p¨²blico lo pas¨® en grande. Como lo pas¨® con sus interpretaciones, en su l¨ªnea de primorosa delicadeza, distante del grito, pero que igual sabe dar una riqueza de matices extensa a su cante.
Cante que es precisamente el que desarrollaron los cantaores a quienes se homenajea en esta cumbre, singularmente Bernardo el de los Lobitos y Pepe de la Matrona. Enrique estuvo muy centrado, llevando los estilos a su lugar. Sobresali¨® en su cante por serranas, rematado -contra lo establecido- por una vibrante sole¨¢ apol¨¢.
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