La antigua artesan¨ªa
Entonces -a?os cuarenta- el teatro se hac¨ªa as¨ª: en forma de narraci¨®n, con una construcci¨®n como de soneto donde cada s¨ªlaba trabaja en funci¨®n de un todo, con la densidad necesaria de personajes y de acciones secundarias. No s¨®lo el teatro menor como podr¨ªa ser Ars¨¦nico y encaje antiguo -aun teniendo en cuenta la presencia pudorosa de alguno de sus mensajes: la muerte por caridad, el alivio del solitario y perdido en la vida por el dulce y cuidadoso veneno de las dos viejecitas-, sino el de los maestros, que no consideraban su geniafidad suficiente si no estaba sostenida por la arquitectura del g¨¦nero literario dram¨¢tico.Esta obra vuelve siempre, se repite, ha pasado al cine, ha sido
Ars¨¦nico y encaje antiguo
De Joseph Kesselring (1941). Versi¨®n de Enrique Llovet.Int¨¦rpretes: Mar¨ªa Isbert, ?ngel Terr¨®n, Francisco Racionero, Rafael Ramos de Castro, Francisco Grijalvo, Aurora Redondo, Paula Sebasti¨¢n, Joaqu¨ªn Kremel, Antonio Chamorro, Miguel Palenzuela, F¨¦lix Navarro, Amador Casta?o, Paco Bernal, Sergio Mendiz¨¢bal. Escenograf¨ªa: Gil Parrondo. Director: ?ngel F. Montesinos. Reposici¨®n: Teatro Bellas Artes, 10 de abril.
imitada, variada (siempre, eso s¨ª, con la idea de la muerte dada por piedad); vuelve tambi¨¦n a Espa?a, donde tuvo unas representaciones muy triunfales aunque hubiese sido radicalmente modificada. Lo que tiene esta versi¨®n de antig¨¹edad es lo que de meliorativo encierra esta palabra: la solidez artesanal del teatro cuando se le trabajaba bien. Lo que tiene de hoy lo ha a?adido Enrique Llovet al verter el di¨¢logo en castellano: conciso, sacando punta a las frases -tambi¨¦n seg¨²n la maestr¨ªa de colocarlas-, mezclando su propio humor ir¨®nico y vivaz -a veces, bastante m¨¢s all¨¢ del texto original, si no me equivoco- y aguzando las situaciones creadas por Kesselring -un autor cuyo otro teatro no traspas¨® fronteras-. Hay que a?adir m¨¢s artesan¨ªa antigua a todo ello: la de las dos veteranas del teatro espa?ol Aurora Redondo y Mar¨ªa Isbert, a¨²n muy capaces por encima de su edad de colocar esas frases sabiamente preparadas, de corretear por la escena, subir y bajar escaleras, organizar sus personajes por dentro; y formar un tri¨¢ngulo perfecto con el joven de la funci¨®n, un Joaqu¨ªn Kremel que sabe contenerse en el humor sin desbordarlo y situar en su punto los asombros, espantos y sorpresas del personaje inocente, c¨®mplice de los espectadores desde fuera de la acci¨®n interna (una de las formas de la artesan¨ªa de este tipo de teatro: el personaje inocente que se entera ya de lo que sabemos los espectadores, pero con el retraso necesario para que nos regocijemos previamente de lo que va a sucederle). La direcci¨®n de ?ngel F. Montesinos sostiene todo el tiempo la arquitectura, mantiene vivos los personajes; y los actores secundarios Palenzuela, F¨¦lix Navarro, Amador Casta?o... cumplen su misi¨®n de provocaci¨®n y rebote de las acciones.
Todo con gran contento del p¨²blico del estreno; quiz¨¢ no inocente por sus recuerdos de lo que fue esta obra y la pel¨ªcula, por su adhesi¨®n a Aurora Redondo y Mar¨ªa Isbert, por su afici¨®n a la manera del teatro construido y s¨®lido y hasta por su nostalgia del camino abandonado por el arte dram¨¢tico que hoy va por v¨ªas m¨¢s taquigr¨¢ficas, m¨¢s econ¨®micas -de arte y de medios-, m¨¢s inclinado hacia lo visual, lo sonoro y sus derivaciones.
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