De la m¨²sica contempor¨¢nea a las m¨²sicas contempor¨¢neas
La m¨²sica, "criatura exc¨¦ntrica" que, "gusta de ir contra corriente", seg¨²n el autor de este art¨ªculo, "goza de buena salud". La m¨²sica rock, por ejemplo, se ha convertido en uno de los elementos caracterizadores de nuestro tiempo; el jazz se ha sacudido bastantes complejos, y hasta los poetas de vanguardia reivindican como m¨¢xima experiencia musical a las folcl¨®ricas. Con este cap¨ªtulo termina la serie dedicada a los fen¨®menos de la posmodernidad.
Cuando se trata de dar una impresi¨®n general sobre un fen¨®meno, sobre todo si es un fen¨®meno cultural, queda m¨¢s elegante afeitar un displicente pesimismo. Lo contrario resulta lamentablemente grosero. Sin embargo, para de la impresi¨®n general del estado de la m¨²sica en estos momentos en hay m¨¢s remedio que caer en la vulgaridad y ser optimista.
La m¨²sica es criatura exc¨¦ntrica y gusta de ir contra corriente. Descubrir con alg¨²n detalle toda las formas que reviste ahora mismo puede resultar dif¨ªcil, pero e innegable que de cara a la llegado del a?o 2000 no se siente nada milenarista. Goza de buena salud.
Otra cosa suced¨ªa mediado o siglo. A comienzos de los cincuenta resultaba f¨¢cil decir cu¨¢l c¨®mo era la m¨²sica imperante pero su estado era bastante poco saludable. Para todos los especialistas estaba claro que la ¨²nica m¨²sica de la ¨¦poca, la ¨²nica que merec¨ªa el t¨ªtulo de contempor¨¢nea, era la m¨²sica seria, mal llamada cl¨¢sica. Una m¨²sica nacidA con el siglo, el jazz, hab¨ªa merecido cierta atenci¨®n en tiempos, como fuente de materiales par autores como Krenek, Stravinski o Ravel. Pero incluso ese inter¨¦s secundario perdi¨® la m¨²sica de jazz cuando Adorno, el gran Adorno, dictamin¨® el car¨¢cter ilusorio de su pretendida modernidad y fulmin¨®, bajo la acusaci¨®n de reaccionarios, a todos lo que en el jazz se inspiraban. El rock, que surg¨ªa en esa ¨¦poca con todo su poder de seducci¨®n, en visto como un fen¨®meno pasajero, una erupci¨®n m¨¢s o menos benigna, de inter¨¦s para soci¨®logos y educadores.
M¨²sica 'seria'
En cuanto a la ¨²nica m¨²sica seria que merec¨ªa la pena en aquellos momentos, estaba claro que s¨®lo pod¨ªa ser la que derivaba de Schoenberg y la escuela de Viena. El serialismo posweberniano era la unica musica progresista la ¨²nica aut¨¦nticamente contempor¨¢nea. Todo lo que no cumpliese su sagrado mandato era in¨²til, estaba fuera del tiempo, no exist¨ªa. El argumento hac¨ªa que desaparecieran autores de la importancia de Britten, Shostakovich o Stravinski; quien de elloi hab¨ªa terminado por claudicar c condescender ante el serialismo hab¨ªan hecho demasiado tarde para ser perdonados. Eliminaba tambi¨¦n el argumento a cientos y cientos de autores por la falta ingenua de haber sido quiz¨¢ m¨¢s inspirados que rigurosos. Pero los cr¨ªticos no se arredraban ante las muchedumbres. Ten¨ªan armas dial¨¦cticas para hacerlas desaparecer del mapa en un abrir y cerrar de ojos. Todo lo m¨¢s, se consent¨ªa la existencia de fracontiradores como John Cage, pero como genios exc¨¦ntricos que, si acaso, pod¨ªan tener valor como animadores culturales.
La situaci¨®n ahora es bien distinta. Para empezar, el rock no s¨®lo no ha muerto, sino que, contra el pron¨®stico de los entendidos, se ha convertido en uno de los elementos caracterizadores de nuestra ¨¦poca. Ha multiplicado sus formas y estilos, ha alcanzado un notable grado de complejidad y ha dado un buen ejemplo de integraci¨®n de la electr¨®nica y la cibern¨¦tica en los procesos de creaci¨®n e interpretaci¨®n.
La tecnolog¨ªa ha ayudado, gracias al auge de los sistemas de grabaci¨®n y reproducci¨®n del sonido, a conocer muchas m¨²sicas y a conservar aquellas que tienen como principal signo de identidad el hecho de no estar escritas. Es el caso del jazz. Al final de la que se cre¨ªa ¨²ltima sesi¨®n del m¨²sico de jazz Eric Dolphy, se oye a ¨¦ste decir: "La m¨²sica, cuando termina, se pierde en el aire. No puedes capturarla otra vez". El tiempo se ha encargado de hacer falsa esta aseveraci¨®n: gracias al disco podemos hoy tener con nosotros la obra de importantes m¨²sicos de jazz, entre ellos Eric Dolphy. Podemos incluso saber que aquella sesi¨®n no fue en realidad la ¨²ltima.
Por lo dem¨¢s, el jazz se ha sacudido bastantes complejos. Las ense?anzas de Cage han cambiado, el talante de la composici¨®n musical, vincul¨¢ndola a la experiencia y liber¨¢ndola de su antigua sumisi¨®n a la escritura. De resultas de esto han salido beneficiados los int¨¦rpretes, y con ellos, las m¨²sicas que descansan fuertemente en el trabajo de los int¨¦rpretes, como el jazz. El pianista Martial Solal colabor¨® en 1977 con Marius Constant en la Ubra Stress. Los Swinggle Singers tienen un papel importante en la Sinfon¨ªa de Luciano Berio. Int¨¦rpretes como el trompeta Wynton Marsalis mantienen una doble carrera entre el jazz y la m¨²sica culta. Una compa?¨ªa europea de jazz atiende por ECM: las iniciales corresponden a Experiences in Contemporary Music -es decir, experiencias en m¨²sica contempor¨¢nea-, sin que nadie se rasgue las vestiduras. Algunos de sus discos -como el c¨¦lebre Concierto de Colonia, de Keith Jarrett- han merecido premios que normalmente se reservan a la m¨²sica seria.
Las grabaciones ofrecen al aficionado un repertorio enorme de obras,hasta no hace mucho desconocidas y propone interesantes versiones alternativas de las conocidas. Esto ha sido decisivo, por ejemplo, para reflexionar sobre el significado de la m¨²sica barroca, antes contemplada como una especie de prehistoria y ahora considerada punto culminante de una evoluci¨®n que se remonta muchos siglos atr¨¢s. A impulsos del disco, el largo pasado de la m¨²sica occidental ha sido objeto de investigaciones que han revelado una herencia riqu¨ªsima e insospechadas conexiones culturales.
Todas las m¨²sicas
La m¨²sica occidental se ha abierto a todas las m¨²sicas del mundo. La univocidad del panorama musical de hace 30 a?os.se ha vuelto hoy diversidad. Entre los idiomas que habla ahora la m¨²sica se han hecho casi cl¨¢sicos el gestualisfmo de Kagel y Bussotti o la m¨²sica estoc¨¢stica de Xenakis; junto a ellos aparecen el naturalismo, la m¨²sica collage, el manierismo, la m¨²sica ecol¨®gica, la body music, la metam¨²sica y unos cuantos neos: el neodada¨ªsmo de Georges Brecht, el nuevo vocalismo de Nono, la neosimplicidad -neue einifachheit- de Stiebler, Rihm y Trojalin, la nueva tonalidad, el neorromanticismo, el neoclasicismo, hasta un neoserialismo...
Puede resultar parad¨®jico que, con este panorama tan variado y contradictorio, la m¨²sica m¨¢s a menudo identificada con la ¨¦poca sea la que pretende mantenerse permanentemente igual a s¨ª misma, la m¨²sica repetitiva o minimalista de Steve Reich o Philip Glass. Autores de confianza han llamado a esa m¨²sica posmoderna; as¨ª calificaba P¨¦rez de Arteaga la obra de Glass en su comentario a la presentaci¨®n de ¨¦ste en Madrid. Si en vez de contemplar la producci¨®n de estos m¨²sicos como algo aislado, entendemos todo el proceso de comunicaci¨®n que implica, puede que comprendamos el calificativo.
La m¨²sica de los minimalistas trata de ser, incuestionablemente, m¨²sica seria. La compa?¨ªa discogr¨¢fica con la que Philip Class tiene un contrato vitalicio edita la obra de este compositor en su cat¨¢logo cl¨¢sico. Las obras de Glass y Reich se interpretan en auditorios no distintos de aquellos en los que se interpreta a Brahms. Por lo dem¨¢s, los minimalistas no desde?an los g¨¦neros tradicionales de la gran m¨²sica; entre los acontecimientos m¨¢s comentados de los ¨²ltimos 10 a?os, hay que situar el estreno en Holanda de Satyagraha, ¨®pera de Philip Glass con texto en s¨¢nscrito. Sayagraha continuaba la trayectoria inaugurada por otra ¨®pera, Einstein on the beach, creada por Glass en colaboraci¨®n con el discutido director teatral Robert Wilson. Con todo lo sorprendente de su contenido, estos espect¨¢culos aspiran al tratamiento de las grandes ¨®peras del pasado, y su ceremonial no es diferente del que rodea las presentaciones de esas ¨®peras.
Sin embargo, algo cambia. Los discos de los autores repetitivos aparecen en las listas de ¨¦xitos de ventas de m¨²sica cl¨¢sica, pero no son los aficionados a esa m¨²sica quienes los compran. Sucede lo mismo que ocurri¨® con las interpretaciones de Bach o Vivaldi con instrumentos originales, saludadas estusi¨¢sticamente por un p¨²blico joven no distinto del consumidor de rock y jazz y acogidas con reticencia por los aficionados serios. En la mencionada presentaci¨®n de Philip Glass en Madrid, todos los medios de informaci¨®n encargaron la cr¨ªtica a sus especialistas en m¨²sica seria. Pero lo m¨¢s interesante del concierto fue ver por primera vez reunidos a los p¨²blicos de m¨²sicas muy distintas en un espect¨¢culo sobre el que todos pod¨ªan opinar.
Algo cambia
En resumen, la, situaci¨®n de la m¨²sica es optimista. Ya no lo es tanto la de los m¨²sicos. Su consideraci¨®n ha mejorado desde aquellos tiempos en que eran siervos, pero no lo ha hecho tanto su posici¨®n . econ¨®mica. ?sta cambia seg¨²n los pa¨ªses, pero en t¨¦rminos generales se puede decir que el m¨²sico que pretenda seguir adelante habr¨¢ de buscarse una acogedora madre nutricia, sea una editora musical, una multinacional discogr¨¢fica, una fundaci¨®n, o el todopoderoso pap¨¢ Estado. Le dir¨¢n que est¨¢ comercializado o que se ha convertido en sumo sacerdote de un culto restringido, pero a cambio vivir¨¢ de la m¨²sica.
Para terminar, fij¨¦monos en un curioso fen¨®meno. Los participantes en el carnaval de la cultura han dejado caer sus m¨¢scaras, y se muestran, por lo menos en lo referente a la m¨²sica, provocativamente individualistas, irritantemente -subjetivos. No es extra?o que poetas d e vanguardia reivindiquen como m¨¢xima experiencia musical a las folcl¨®ricas m¨¢s desorejadas; que litera tos y pensadores se manifiesten partidarios irredentos del tango y el bolero. Rafael de Le¨®n es en salzado por acad¨¦micos de la lengua, y las obras del maestro Quiroga se interpretan solemne mente en el teatro Real. En otros campos de la m¨²sica sucede lo mismo; al hacer la historia de 30 a?os de rock, dylanianos ilustres cantan las excelencias de los m¨²sicos cutres que despreciaron en sus comienzos.
Hay que celebrar esta epidemia de sinceridad. Los aficionados a la m¨²sica, milenaristas a diferencia del objeto de sus amores, se han lanzado a la busca de esa experiencia ¨²nica que describi¨® Eliot en The dry salvages. Ese instante en que la m¨²sica es o¨ªda tan profundamente que no se oye en absoluto, sino que t¨² eres la m¨²sica mientras dura la m¨²sica". Ese momento llega sin avisar, pero cuando llega, las categor¨ªas ceden, y todo, aun el error, es admisible.
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