La revelaci¨®n del l¨ªmite
El escultor Eduardo Chillida se impuso en sus a?os de formaci¨®n, seg¨²n ¨¦l mismo ha contado, el emplear la mano izquierda para el dibujo por sortear la inmediata facilidad que la derecha le otorgaba. Con esa decisi¨®n introduc¨ªa un freno, un elemento retardador, que le permit¨ªa a un tiempo abrir un espacio a la reflexi¨®n y orientar su acci¨®n, no hacia un alarde de habilidad creativa, sino precisamente hacia un horizonte ignorado. Sobre esas coordenadas, de hecho, se define ya la totalidad de la apuesta que ha situado a Chillida entre las cumbres mayores de nuestra pl¨¢stica contempor¨¢nea, como un anhelo de conocimiento, de un modo de conocimiento que se revela antes en el proceso que le da forma que en el objeto que lo concluye.
Un escultor de hierro
Chillida ha sido tal vez, ante todo, un escultor del hierro -o del acero-, un destino que se funda, en 1951, con aquella primera estela abstracta, Ilarik, realizada con la ayuda del herrero de Hernani. Del Chillida herrero dir¨ªa ya ejemplarmente Gaston Bachelard en un texto temprano que "gu¨ªa sue?os de hierro, dibuja con el hierro, ve con el hierro". Pero Chillida no ha sido ¨²nicamente escultor del hierro. Otras materias ocupan un lugar importante en su obra, la madera, la terracota, el hormig¨®n o ese alabastro en el que acabar¨ªa encarnando su inter¨¦s por la luz y la lecci¨®n que de ella dieron los griegos.
Mas el eje que de una materia a otra vertebra el sentido de la obra de Eduardo Chillida se centra en el tema del espacio, de ese espacio interior que los vol¨²menes generan, espacios de intuici¨®n, m¨¢s cercanos a la conciencia que a la visi¨®n.
Las formas que los definen centran as¨ª su elocuencia en un cierto temblor epid¨¦rmico, en la tensi¨®n de ese l¨ªmite que, en palabras del propio Chillida, "es el verdadero protagonista del espacio; como otro l¨ªmite, el presente, es el verdadero protagonista del tiempo".
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