V¨ªctor Scholz
El jefe de protocolo de los ¨²ltimos siete alcaldes de Barcelona
Es un hombret¨®n de apellido y apariencia germ¨¢nica, aunque nacido en Barcelona hace 67 a?os, que de joven quiso ser boxeador; de adolescente, jefe de producci¨®n de cine, y acab¨® invirtiendo 30 a?os, hasta 1985, en el protocolo y el ceremonial. V¨ªctor SchoIz podr¨ªa escribir unas jugosas memorias de no haber hecho de la discreci¨®n su h¨¢bito. "Soy el ¨²nico que ha visto a los ¨²ltimos siete alcaldes de Barcelona en pijama", se permite decir SchoIz como ¨²nica indiscreci¨®n.
A partir de esta afirmaci¨®n, una respuesta cort¨¦s es todo lo que puede esperarse cuando se le pregunta por los alcaldes (Simarro, Porcioles, Mas¨®, Viola, Socias, Serra y Maragall), con los que trabaj¨® hasta verse forzado a la jubilaci¨®n. No oculta un cari?o especial por "estos j¨®venes socialistas", que recientemente le cubrieron de elogios en la presentaci¨®n de su libro El gobierno local de la Ciutat de Barcelona, 1249-1986. No en vano fue ¨¦l quien les ense?¨® c¨®mo debe afrontarse un viaje transcontinental ("con el Playboy bajo el brazo"). Siempre consider¨® los actos oficiales como escenas de cine en las que ejerc¨ªa de director y en las que la c¨¢mara deb¨ªa mimar a su personaje predilecto. A su alcalde deb¨ªa cuidarlo. Y durante largas horas, escucharlo. Porque saber escuchar es, opina, junto a la discreci¨®n, la gran virtud de un profesional del protocolo. Incluso a las tres de una madrugada en M¨²nich, cuando Enrique Mas¨® baj¨® a su habitaci¨®n para anunciarle un descubrimiento. "?Sabes, V¨ªctor, que ser alcalde de Barcelona es una cosa muy importante?", le dijo. Y ¨¦l le ofreci¨® una de sus respuestas habituales: "Claro, alcalde". Ha sido acompa?ante dis creto, no s¨®lo de alcaldes, sino de los ilustres invitados de ¨¦stos. Conoci¨® a su ¨ªdolo Cassius Clay. Al presidente italiano Sandro Pertini, que como el presidente mexicano Miguel de la Madrid le concedi¨® una encomienda. A Richard Nixon durante su mandato. Y tan satisfecho qued¨® el entonces inquilino de la Casa Blanca que le ofreci¨® trabajar en Washington. Scholz rechaz¨® amablemente la oferta. Est¨¢ enamorado de su ciudad, y en nombre de ella ha procurado que su primer c¨ªudadano tuviera en todas partes el mejor trato preferencial. Incluso en el Kremlin, donde todo fueron facilidades de las autoridades sovi¨¦ticas, hasta el extremo de que lleg¨® a impresionar al mism¨ªsimo n¨²mero uno de las relaciones p¨²blicas, el entonces embajador de Espa?a en Mosc¨², Juan Antonio Samaranch.Para Scholz, en esta profesi¨®n hay que estar en todo. Por ejemplo, conocer los mejores restaurantes de la ciudad que se visita o practicar el deporte favorito de la alta sociedad. Para no pasar los malos momentos que pas¨® Porcioles cuando Felipe de Edimburgo le coment¨® en el club de golf de El Prat que de haber tra¨ªdo sus palos hubiera jugado con gusto una partida. Nadie de los presentes hubiera podido hacerlo. "V¨ªctor, debes aprender este juego", le dijo el alcalde tras el apuro. Y SchoIz aprendi¨® a jugar a golf. Ahora lo compagina con su devoci¨®n de toda la vida: el cine. Se dedica al doblaje y subtitulado de las grandes producciones americanas. La ¨²ltima, Platoon.
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