Por la calle de Alcal¨¢
Francisco Alonso, pertenec¨ªa a una familia de esp¨ªritu musical. Su madre y su hermana tocaban el piano; el padre, la guitarra, y un hermano, el acorde¨®n. Y, por si no bastaran los ¨ªntimos conciertos familiares, en el paseo del Sal¨®n, frente a la casa del ni?o Alonso, estaba situado el templete donde daba sus conciertos la banda municipal. No es de extra?ar que uno de sus juegos favoritos fuese dirigir una orquesta imaginaria blandiendo un palo a guisa de batuta. Influido por este singular entorno, desde, ni?o compone peque?as piezas. Y a los 11 a?os le estrena una gavota la banda militar del Regimiento de C¨®rdoba n¨²mero 10.Con la m¨²sica como inseparable compa?era, transcurre su vida escolar en los padres escolapios. A los 16 a?os inicia el preparatorio para su ingreso en la Facultad de Medicina. Era un futuro elegido por sus padres. El muchacho lo acept¨®, como era tradicional entonces. Pero el horror de la sala de disecci¨®n y autopsias tuerce su carrera.
Refugiado en la m¨²sica
El joven Alonso se refugia en la m¨²sica. Con sus profesores, Celestino Vila y Forn, maestro de capilla de la catedral, y Antonio Segura, intensifica sus estudios musicales. Este ¨²ltimo, a?os m¨¢s tarde, tendr¨¢ como alumnos al guitarrista ?ngel Barrios y a Federico Garc¨ªa Lorca, quien, al decir del poeta, lo inicia en "la ciencia folcl¨®rica".
Antonio Segura hab¨ªa descubierto, desde la primeriza producci¨®n de Alonso, su inspirado y claro dominio t¨¦cnico para componer m¨²sica esc¨¦nica. Y no tard¨® en comunic¨¢rselo a sus padres: "En este chiquillo hay un m¨²sico. Yo me comprometo a hacerlo". Su formaci¨®n musical es impetuosa por la asombrosa facilidad con que resolv¨ªa las situaciones musicales que le planteaban los libretos. Por entonces la zarzuela estaba en su apogeo, g¨¦nero que el propio maestro hab¨ªa cultivado, como lo har¨ªan Turina y Falla y ensayar¨ªa el propio Lorca en su etapa musical. El escenario de los primeros estrenos del joven Alonso es el teatrillo de las escuelas del Ave Mar¨ªa, de Andr¨¦s Manj¨®n, en las que Alonso era profesor de m¨²sica.
All¨ª los ni?os gitanos aprend¨ªan cantando, y ¨¦l puso a menudo m¨²sica a las lecciones pedag¨®gicas del padre Manj¨®n. En sus primeros sainetes, romanzas y zarzuelas laten ya las esencias del estilo alonsita: frenes¨ª r¨ªtmico y melod¨ªa ¨¢gil y apasionada, de honda ra¨ªz andaluza.
En 1904, a los 17 a?os,, es nombrado director de la Orquesta y Coros de la Sociedad Filarm¨®nica Granadina. Y un a?o ,m¨¢s tarde es m¨²sico mayor y gana por oposici¨®n la plaza de director de la banda de m¨²sica de la f¨¢brica de p¨®lvora y explosivos de El Fargue, compuesta por 31 m¨²sicos.
Al a?o siguiente le estrena su primera zarzuela, La ni?a de los cantares, la Compa?¨ªa de Zarzuela Seria y ¨®pera Espa?ola. En la obra, de ambiente granadino aparecen las coplas y pregones que se o¨ªan por las calles de la ciudad. El propio autor dirige la orquestina del teatro Cervantes la noche del estreno. La cr¨ªtica dice: "Los procedimientos son francos y atrevidos en muchos momentos; la instrumentaci¨®n, moderna y sonora, y la melod¨ªa es sencilla y elocuente por su ingenuidad".
A mediados, de marzo de 1911, Francisco Alonso desembarca en Madrid con una carpeta llena de partituras. No tardan en descubrir el rico bagaje l¨ªrico del m¨²sico granadino. El primer estreno es Armas al hombro- en el teatro Mart¨ªn; la cr¨ªtica encuentra su m¨²sica "agradable e inspirada". Le sigue El verbo amar, pero el ¨¦xito franco le llega con Lo que manda Dios, zarzuela de la que la noche del estreno se repiten varios cuadros, entre ellos un chotis y un pasacalle.
Alonso empieza a brillar con luz propia en estos dos g¨¦neros. El pasodoble brav¨ªo, pinturero, garboso. Sus compases ¨¢giles y apasionados incitan a marchar a su ritmo sonrientes, confiados, ?hacia la gloria?, ?hac¨ªa la muerte? Los toreros salen a la plaza a los ritmos de un pasodoble. A los compases de La banderita, de Las corsarias (1919), de Alonso, desfilaron por las calles de Espa?a, camino de Marruecos, nuestros soldados en 1921. Durante tres a?os, se dice, en los campamentos del protectorado marroqu¨ª se o¨ªan los marciales acentos del toque de retreta, en las noches que preced¨ªan a los combates, a los compases de La banderita, convertida en himno marcial por los propios soldados.
El chotis ser¨¢ otro de sus grandes ¨¦xitos; recordamos El Pichi, de la revista musical Las Leandras, estrenada por Celia G¨¢mez. Pero el maestro Alonso nos ha dejado piezas de antolog¨ªa en otros campos, como el Himno a la libertad, tanto tiempo prohibido, de La calesera (1925). El Canto a Murcia de La parranda, convertido en himno de la tierra. El canto a Segovia, de La picarona. La canci¨®n del gitano, de La linda tapada, y tantas y tantas p¨¢ginas gloriosas de nuestra m¨²sica popular, que, por su genuina gracia, su ritmo alegre o sus vibrantes acentos pasaron un d¨ªa, por decisi¨®n popular, a enriquecer el valioso acervo cultural de nuestro pueblo.
Pasi¨®n por el 'jazz'
La curiosidad del maestro Alonso por las innovaciones le hace apasionarse desde los primeros momentos por el jazz. Trae de Par¨ªs un vibr¨¢fono el¨¦ctrico, que introduce en sus composiciones. Con el mismo entusiasmo saluda la llegada del cine sonoro y es miembro fundador de la productora espa?ola CEA.
Suya es la m¨²sica de la banda sonora de la primera pel¨ªcula, Agua en el suelo (1934), con gui¨®n de los hermanos ?lvarez Quintero, dirigida por E. Fern¨¢ndez Ardav¨ªn y protagonizada por Maruchi Fresno y Luis Pe?a. Tambi¨¦n pone m¨²sica a El bailar¨ªn y el trabajador (1936), con gui¨®n de Jacinto Benavente, dirigido por Luis Marquina, y a Tierra y cielo, Feria de Sevilla, Forja de annas... En las bandas sonoras de estas pel¨ªculas su m¨²sica investiga y recrea nuevas formas, m¨¢s libres y estilizadas que las descriptivas de la escena l¨ªrica.
Cuando el maestro Alonso fallece en Madrid, en mayo. de 1948, era presidente de la Sociedad General de Autores de Espa?a y autor d¨¦ m¨¢s de 200 obras.
Babelia
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