Bilbao descubre la puesta en escena
Ante la disyuntiva de lo precario o la nada, lo precario se hab¨ªa instalado desde hace a?os en la Bilbao oper¨ªstica. Los tiempos cambian, sin embargo, y en una ¨¦poca en que se habla de la tiran¨ªa del regista, cuesta cada vez m¨¢s admitir un espect¨¢culo para escuchar a ojos cerrados y con el ¨¢nimo dispuesto a la mayor indulgencia. El breve Festival de Primavera, organizado en el teatro Arriaga, cuya pretendida polibalencia se ajusta mejor a la ¨®pera que al concierto, ha venido a darnos la grata sorpresa. Los bilba¨ªnos, tras el ¨¦xito del reciente Don Pasquale, se frotan los ojos y no se lo acaban de creer: ?la escenograf¨ªa, la puesta en escena, en contra de lo dictado por una penosa experiencia, existen! Todos lo hemos podido ver. Y, lo que es m¨¢s importante, existe tambi¨¦n la concepci¨®n unitaria de la obra y no s¨®lo la azarosa superposici¨®n de elementos que conformar¨ªan la unidad. Trascendente descubrimiento primaveral.
Madame Butterfly
Autor: G. Puccini. Int¨¦rpretes: Y. Watanabe, C. Murgu, Y. Ido, E. Baquerizo, J. Dur¨¢n, J. P. Garc¨ªa Marqu¨¦s, G. Poblador, A. Cid y A. Montero. Coral Ondarreta. Orquesta Filarm¨®nica de Pomerania. Director de escena: H. Rodr¨ªguez Arag¨®n. Director musical: M. Novakowski. Teatro Arriaga. Bilbao, 19, 22 y 24 de mayo.
Dos protagonistas
El evento ha tenido, en este segundo t¨ªtulo programado, dos protagonistas. En primer lugar, el responsable esc¨¦nico. Horacio Rodr¨ªguez Arag¨®n despoja con inteligencia a Madame Butterfly del t¨®pico exotista, en aras de las ra¨ªces tr¨¢gicas -"tragedia japonesa", seg¨²n reza en el libreto- que llevaron a Puccini hacia el drama de David Belasco.Yoko Watanabe, por su parte, es una Cho-Cho-San- de aut¨¦ntico lujo. Su creaci¨®n apura hasta el fondo las sutilezas dram¨¢ticas y musicales del personaje y raya de principio a fin en lo perfecto.
A su lado, la labor de los de m¨¢s int¨¦rpretes, dentro de su dignidad indudable, palidece sin remedio, excepci¨®n hecha quiz¨¢ de la realizada por la mezzo Yasuko Ido, la otra presencia nipona en el reparto y Suzuki de alto y uelo. El Pinkerton de Corneliu Murgu, tenor apreciable aunque un tanto rudo, fue, l¨®gicamente" el primero en acusar la superioridad de la Watanabe, tan ostensible, por ejemplo, en el d¨²o, que tiene lugar en el primer acto. La Filarm¨®nica de Pomerania son¨® precisa y cohesionada a las ¨®rdenes de su titular, Mieczyslaw Novakowski, director m¨¢s dotado para el devenir seguro que para el fefinamiento, pero en cualquier caso un maestro eficiente. Hay que celebrar esa confortante -y aqu¨ª casi desconocida- impresi¨®n de que todo discurre por su cauce, sensaci¨®n reveladora de un exigente trabajo previo.
Babelia
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