El juicio imposible
EL JUICIO sobre el caso Sofico, 13 a?os despu¨¦s de salir a la luz esa gigantesca estafa, tiene todas las trazas de no llegar a celebrarse nunca. Por tercera vez en los ¨²ltimos meses su celebraci¨®n ha sido suspendida. La raz¨®n que se ha dado para los sucesivos aplazamientos es el estado de salud del principal procesado, el que fuera fundador del imperio del caballito de mar, Eugenio Peydr¨® Salmer¨®n, ya octogenario y aquejado del coraz¨®n. Raz¨®n f¨²til, pues existen sistemas procesales que permitir¨ªan la realizaci¨®n de la vista sin la presencia de este acusado.Aunque capacitado para acudir ante el tribunal, los dict¨¢menes m¨¦dicos estiman que Eugenio Peydr¨® no soportar¨ªa la tensi¨®n del juicio. Pero la situaci¨®n es insalvable: no es probable que un hombre de su edad mejore sustancialmente de salud, con lo que lo ¨²nico que se puede prever es que el juicio, mediante este sistema, s¨®lo se celebrar¨ªa despu¨¦s de muerto el acusado, es decir, en su definitiva ausencia. Sin embargo, los defensores del otro procesado, Peydr¨® hijo, alegan, con el visto bueno de los jueces, que ambas causas son inseparables. Y que no se puede ver el caso de uno sin el del otro. El resultado previsible de esta situaci¨®n no ser¨¢ ya ni siquiera una justicia disminuida, casi vac¨ªa, dada ya la enorme distancia entre la fecha de los delitos cometidos y el acto de juzgarlos, sino pura y llanamente la ausencia de la m¨¢s elemental justicia. Miles de damnificados -algunos sin duda muertos ya tambi¨¦n-, peque?os ahorradores, gentes humildes estafadas por la codicia y la mala gesti¨®n de un pu?ado de desaprensivos, ven as¨ª cada d¨ªa m¨¢s diezmada la esperanza de que se haga justicia. Y de nuevo nuestros tribunales son objeto del descr¨¦dito.
En los a?os transcurridos a la espera del juicio, los procesados han podido idear toda clase de f¨®rmulas de camuflaje de su patrimonio personal, necesario para hacer frente a las posibles responsabilidades civiles derivadas de su acci¨®n delictiva. Cuando se produzca la acci¨®n reparadora de la justicia, si es que llega a producirse, la situaci¨®n habr¨¢ cambiado tanto que ser¨¢ pr¨¢cticamente irreparable.
El caso Sofico pone de manifesto la negligencia culpable o la pasividad de los poderes p¨²blicos ante actuaciones criminales que se parapetan tras las propias instituciones del Estado o que se aprovechande la desidia administrativa. En Sofico hubo con toda seguridad m¨¢s de lo primero que de lo segundo. Sus administradores -militares, magistrados, abogados de renombre y, en general, personas con buena posici¨®n en el franquismo- se presentaron, en una campa?a masiva de publicidad, como titulares de funciones fundamentales del Estado. La gente se lo crey¨® e invirti¨® en Sofico. Cuando lleg¨® el desastre, la Administraci¨®n p¨²blica se inhibi¨®, lo mismo que antes consinti¨® que la suma de los perjuicios creciera otorgando a Sofico ,placas oficiales y diplomas al m¨¦rito tur¨ªstico. Los miles de perjudicados, en su mayor¨ªa jubilados, emigrantes y trabajadores, s¨®lo han contado, finalmente, con el d¨¦bil amparo de los tribunales de justicia, porque, sin leyes adecuadas para hacer frente a las irregularidades econ¨®mico-financieras y sin los instrumentos de investigaci¨®n necesarios, la acci¨®n judicial s¨®lo puede concluir como de hecho ha concluido en el caso Sofico: con acciones impunes, por un lado, y con un juicio vacuo a 13 a?os vista, si es que llega a celebrarse, para s¨®lo algunos de los responsables, por el otro.
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