Un ajuste tan costoso como est¨¦ril
Se ha dilapidado el sacrificio de los m¨¢s para el beneficio de los menos. Lejos de entrar en la senda de la expansi¨®n, se nos reproduce otro per¨ªodo de ajuste dise?ado con par¨¢metros muy similares al anterior: reducci¨®n de los salarios, gasto p¨²blico contractivo en inversiones generadoras de empleo y en sistema p¨²blico de protecci¨®n social, nueva fase de desmantelamiento industrial tras el fracaso de la primera, con el 85% de los trabajadores excedentes sin recolocar y que nos aleja de la aut¨¦ntica y necesaria reconversi¨®n-reindustrializaci¨®n, y mayor regresividad fiscal mediante el aumento de un 21,7% de los impuestos indirectos por un 11,5% de los directos.Adem¨¢s se echa m¨¢s le?a al fuego de la flexibilizaci¨®n del mercado laboral, con las dichosas 27 medidas, que servir¨¢n para quemar miles de empleos cuando de las lamentaciones por el d¨¦ficit comercial con la Comunidad Econ¨®mica Europea (CEE) generado en los dos primeros a?os de integraci¨®n se pase a querer compensarlo aligerando plantillas.
De nuestra escasa competitividad no se puede culpar a los costes laborales. Tanto si comparamos los adicionales (cotizaci¨®n a la Seguridad Social incluida) como si comparamos los costes laborales totales, los nuestros son de los m¨¢s bajos de la Organizaci¨®n para la Cooperaci¨®n y el Desarrollo Econ¨®mico (OCDE), ocho puntos por debajo de la media.
Dan fe de ello todos los informes disponibles de organismos internacionales de prestigio, que, al tiempo que consideran injustificadas las quejas de los empresarios espa?oles en este cap¨ªtulo, coinciden en se?alar como causas fundamentales de la falta de competitividad espa?ola el poco dinamismo econ¨®mico, la diminuta eficacia industrial, la pesadez del sistema financiero y la degradaci¨®n de las inversiones.
En cuanto al d¨¦ficit p¨²blico, siendo deseable su reducci¨®n, hay que decir que en nuestro pa¨ªs, con la presi¨®n fiscal m¨¢s baja y peor repartida de Europa, mayores inversiones p¨²blicas creadoras de empleo no tienen por qu¨¦ ser sin¨®nimo de mayor d¨¦ficit p¨²blico. Por otra parte, se lleva a?os sustituyendo el objetivo econ¨®mico necesario para combatir el d¨¦ficit en su ra¨ªz (creaci¨®n de empleo) por el instrumento monetario para financiarlo (emisi¨®n de deuda p¨²blica).
Sin embargo, sobre el problema de fondo del tratamiento del d¨¦ficit p¨²blico son m¨¢s ilustrativas las anotaciones de profesor Julio Segura que las que pudiera hacer yo: "...?ste es un caso claro en el que se trata de emnascarar un objetivo claramente ideol¨®gico -la eliminaci¨®n en lo posible del sector p¨²blico-, defendi¨¦ndolo como un objetivo de pura racionalidad econ¨®mica".
Aporta algunos datos: "...La crisis bancaria le ha costado al Estado en torno a los dos billones, y, a los tipos de inter¨¦s vigentes, el d¨¦ficit b¨¢sico del presupuesto es el provocado por la financiaci¨®n del sistema bancario privado.
D¨¦ficit p¨²blico y privado
Las amortizaciones m¨¢s los beneficios de las compa?¨ªas el¨¦ctricas privadas han servido s¨®lo para cubrir una parte de sus costes financieros; existe un agujero de medio bill¨®n anual. Los beneficios fiscales a las empresas privadas se acercan al bill¨®n anual...".
Todo ello es incomparablemente superior a cualquier d¨¦ficit imaginable del sector p¨²blico, incluida la Seguridad Social, y, sin embargo, se financia con dinero de todos los espa?oles sin que los empresarios de aquellos sectores reciban el trato que irresponsable y peligrosamente dan algunos gobernantes a los trabajadores de las empresas p¨²blicas, present¨¢ndoles como par¨¢sitos que mantienen sus empleos y aumentan sus sueldos a costa del erario p¨²blico.
Pero este nuevo per¨ªodo de ajuste ha iniciado su andadura dando trompicones. En el primer trimestre del a?o, el Banco de Espa?a ha aconsejado la revisi¨®n al alza de la previsi¨®n de inflaci¨®n del 5%.
No se puede responsabilizar de ello ni a los sindicatos que no hab¨ªamos negociado convenios todav¨ªa, ni mucho menos a los trabajadores que tampoco hab¨ªan cobrado salarios por encima del 5%.
El trompic¨®n se ha debido: al sobrecalentamiento de la demanda de cr¨¦ditos, sobre todo de las empresas (el 30% en febrero); a la entrada de bastante capital extranjero dispuesto a especular al calor de los elevados tipos de inter¨¦s que se mantienen en Espa?a; a las recientes medidas de liberalizaci¨®n de los tipos de los pasivos y de reducci¨®n de las desgravaciones de los activos burs¨¢tiles que desv¨ªan los dineros hacia activos m¨¢s l¨ªquidos en manos del p¨²blico (ALP), y a que el Estado est¨¢ recurriendo al Banco de Espa?a en proporci¨®n creciente para financiarse. Pues bien, las autoridades se disponen a darle unas vueltas a la tuerca de la pol¨ªtica monetaria.
Si hay un entramado productivo obsoleto y constre?ido, incapaz de satisfacer tironcillos de la demanda interna, se prefiere constre?irlo a¨²n m¨¢s, aunque con ello se provoque m¨¢s paro y se mantenga el retraso respecto a nuestros competidores, de los que s¨®lo se acuerdan al discutir salarios.
En resumen, es una pol¨ªtica econ¨®mica que lleva cong¨¦nito el fracaso. Un puzzle sin base s¨®lida, que se desmorona a la primera de cambio.
No hay base s¨®lida despu¨¦s que el presidente se empe?ase tanto en sustituir las que ¨¦l denomina "conservadoras bases ideol¨®gicas de la izquierda" por frases hechas... por la derecha m¨¢s rancia. Porque aquella de primero la eficacia econ¨®mica, despu¨¦s la eficacia social" no era m¨¢s que el resumen de las posiciones m¨¢s derechosas en el viejo debate entre eficiencia econ¨®mica y equidad distributiva.
Considerar la eficacia social como algo ajeno al an¨¢lisis econ¨®mico en cada momento es lo que ha provocado a lo largo de la historia las mayores convulsiones sociales... y a la postre el desastre econ¨®mico.
En un mundo en el que la producci¨®n es cada vez m¨¢s social, la acumulaci¨®n del beneficio en pocas manos no lleva m¨¢s que a generar nuevos y m¨¢s graves desequilibrios, aunque coyunturalmente mejore alguna variable.
El otro corolario de nuestros tiempos deber¨ªa ser que pol¨ªticas socialmente injustas son tambi¨¦n econ¨®micamente ineficaces e incompatibles con el clima de convivencia social (que no de connivencia entre clases) propio de un sistema democr¨¢tico.
La horma de su zapato
As¨ª pues, la conflictividad actual es la horma del zapato con el que se pisan tantos intereses leg¨ªtimos arruinados en un ajuste tan costoso como est¨¦ril.
Las explicaciones de ¨²ltima hora seg¨²n las cuales "la gente se moviliza porque las cosas van tan bien que todos se apresuran a reclamar su parte" son una muestra o del alejamiento de la realidad en la que vive el poder o del estilo de razonamientos cantinfleros que con tanto acierto ha calificado Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n.
Simult¨¢neamente con an¨¢lisis tan profundos de la tensi¨®n social act¨²an con descalificaciones a Camacho y al camachismo, que representa dos cosas fundamentales, el freno principal a su pol¨ªtica antisocial y que mantiene y recompone una base social importante en la perspectiva de cambio y avance hacia metas m¨¢s justas y solidarias que este Gobierno frustr¨® primero y trat¨® de desarticular despu¨¦s, para reducir el pluralismo pol¨ªtico y monopolizar en lo social.
No lo han conseguido en este ¨²ltimo terreno gracias a Comisiones Obreras (CC OO) y no lo conseguir¨¢n ni con los chantajes a base de embargos injustificados ni con las amenazas de recortar derechos constitucionales como el de huelga.
Ante esta actitud, la raz¨®n est¨¢ del lado de los sindicatos, de la Uni¨®n General de Trabajadores (UGT) y de Comisiones Obreras, que con mayor unidad que otros a?os est¨¢n consiguiendo romper los topes salariales.
Pero, desde el logro de buenos convenios en lo inmediato, es imprescindible seguir unidos para abrir v¨ªas a la modificaci¨®n de otros apartados de la pol¨ªtica socioecon¨®mica que no pueden cambiar a trav¨¦s de la negociaci¨®n colectiva y que son determinantes para el empleo y para corregir la insolidaridad institucionalizada.
En esa direcci¨®n apuntaba la propuesta de huelga general. Se aplaz¨® sin fecha, desestimando la del 30 de abril tras un debate sindical libre de obediencias ciegas a componentes pol¨ªticos en el que una buena parte de la propia mayor¨ªa de Comisiones Obreras, pese a coincidir en las razones y en los objetivos, pens¨® honestamente que no era posible darle la dimensi¨®n adecuada en estos momentos.
Una mayor¨ªa lo suficientemente s¨®lida y madura como para encajar la pluralidad en su seno y diferenciarse de quienes con viejos esquemas, cada vez m¨¢s residuales, consideran que el movimiento sindical es un ap¨¦ndice de los partidos que se agita o se frena seg¨²n tenga o no cauce pol¨ªtico... o cuando se pretende impedir que lo tenga a trav¨¦s de proyectos unitarios de la izquierda real.
En cualquier caso, con otras formas que superen los errores que seguramente cometimos al proponer aquella acci¨®n, con la mayor unidad posible, es necesaria y leg¨ªtima la m¨¢s amplia movilizaci¨®n. Necesaria porque esto ni puede ni debe seguir as¨ª. Leg¨ªtima, porque permanecen cerrados a cal y canto todos los cauces de participaci¨®n efectiva y de negociaci¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.