Las cartas del presidente
LAS CARTAS que el presidente Gonz¨¢lez ha enviado a Reagan y Gorbachov inst¨¢ndoles a firmar un acuerdo, antes de que finalice el a?o, para la eliminaci¨®n de los misiles de alcance intermedio, y para avanzar en otros campos del desarme -armas estrat¨¦gicas y cohetes t¨¢cticos, armas qu¨ªmicas y convencionales-, reflejan una posici¨®n que est¨¢ ganando terreno en el seno de la OTAN.La posici¨®n del Gobierno espa?ol, vinculando un acuerdo sobre los cohetes nucleares t¨¢cticos (hasta 500 kil¨®metros de alcance) al resultado de negociaciones sobre armas qu¨ªmicas y convencionales, no discrepa de la norma atl¨¢ntica. Y Espa?a se ha comprometido en la OTAN, como el resto de los aliados, a incrementar la defensa convencional. Un rearme por un desarme, lo que no escapa al c¨ªrculo, dram¨¢tico y vicioso, de la acumulaci¨®n de armamentos.
En un pa¨ªs como este, desnuclearizado por voluntad popular y que se ha decidido a firmar el Tratado de no Proliferaci¨®n de Armas Nucleares, no puede sorprender el deseo de ver disminuido el arsenal at¨®mico presente en Europa. Quien no quiere armas nucleares para s¨ª, no debe querer tampoco que se encuentren en el territorio de los otros. Felipe Gonz¨¢lez ha aceptado, sin embargo, y casi sin explicaci¨®n, la doctrina oficial de la OTAN, que prev¨¦ la respuesta flexible con armas nucleares en caso de conflicto. Estar en la OTAN no tiene por qu¨¦ significar aceptar sin m¨¢s esa doctrina. Especialmente cuando se sabe que en la pr¨¢ctica dif¨ªcilmente funcionar¨ªa: la OTAN no dispone de los medios para aplicarla, con lo que ser¨ªa m¨¢s bien inflexible.
En la reuni¨®n del Comit¨¦ de Planes de Defensa que acaba de celebrarse en Bruselas, Narc¨ªs Serra suscribi¨® un comunicado en el que los aliados declaraban, por una parte, que "el compromiso de las fuerzas nucleares de EE UU en Europa sigue siendo indispensable para la seguridad de toda la Alianza", y, por otra, que "la continuaci¨®n de la presencia de las fuerzas de Canad¨¢ y EEUU a sus niveles existentes tiene un papel irreemplazable para la defensa de Norteam¨¦rica as¨ª como de Europa". El comunicado subraya tres objetivos fundamentales: reforzar la capacidad de la OTAN en armas convencionales, y para ello aplicar la decisi¨®n anterior de un aumento del 3% de los gastos de defensa; que EE UU mantenga sus tropas en Europa (respuesta a la presi¨®n de c¨ªrculos del Congreso de Washington que piden la retirada de 100.000 soldados norteamericanos), y la conveniencia de intensificar las negociaciones para lograr una seguridad a los niveles m¨¢s bajos de armamento que sea posible.
En declaraciones a la Prensa, Caspar Weinberger ha interpretado la resoluci¨®n como un apoyo a la posici¨®n de EE UU, que rechaza la demanda espa?ola de que retire de la base de Torrej¨®n sus aviones F-16. Aunque no exenta de fundamento, es una interpretaci¨®n cuando menos exagerada. Espa?a no plantea, como pretende el secretario de Defensa, que EE UU retire esos aviones del teatro europeo, sino concretamente del solar hispano. Por otra parte, los aparatos no son directamente operativos desde Espa?a; en caso de conflicto, deber¨ªan recoger su carga en Italia o Turqu¨ªa. Y el Gobierno de Madrid ofrece plazos amplios para la retirada de los F-16, e incluso la posibilidad de su retorno en caso de crisis.
Hay adem¨¢s otro problema de fondo que la parte norteamericana se niega sistem¨¢ticamente a tomar en consideraci¨®n. Si ahora las armas convencionales adquieren primordial importancia, hace falta valorar lo que representa la decisi¨®n espa?ola de permanecer en la OTAN. Es una aportaci¨®n sustancial, en la balanza de fuerzas convencionales entre los dos grandes bloques. En comparaci¨®n con eso, las reducciones que pide la parte espa?ola en las negociaciones con EE UU son en realidad de menor cuant¨ªa.
De todos modos, es preciso reconocer tambi¨¦n que existe una cierta contradicci¨®n en el hecho de pedir que EE UU retire sus F-16 de Espa?a a la vez que se asegura que la presencia militar norteamericana en Europa es indispensable y debe mantenerse. Y es que la l¨®gica pol¨ªtica no coincide en este punto con la l¨®gica militar. El Gobierno Gonz¨¢lez, a causa de la forma en que present¨® el refer¨¦ndum sobre la OTAN, con altas dosis de ambig¨¹edad y demagogia, se ha creado a s¨ª mismo una situaci¨®n harto compleja cuando llega el momento en que trata de plasmar las promesas hechas entonces. En el fondo, no ten¨ªa sentido hablar tanto de no integraci¨®n militar cuando ahora el Gobierno subraya la importancia de las aportaciones militares que Espa?a va a dar a los planes y estructuras militares de la Alianza Atl¨¢ntica. En cuanto al compromiso de no existencia de armas nucleares en territorio espa?ol, su efectividad es muy relativa si se tiene en cuenta que nav¨ªos con dichas armas entran en puertos espa?oles; y cuando, de cara a la futura revisi¨®n de los acuerdos con EE UU, ni siquiera se habla de incluir disposiciones que garanticen la desnuclearizaci¨®n real. Y cuando, en todo caso, la presencia de la base brit¨¢nica de Gibraltar hace inoperante la desnuclearizaci¨®n en amplias zonas de Andaluc¨ªa.
Pero el pueblo espa?ol ha votado la permanencia en la OTAN en unas condiciones determinadas en la consulta. Y si en ciertos aspectos el Gobierno puede sortear esas condiciones llevando la ambig¨¹edad a extremos incluso rid¨ªculos -como la discusi¨®n sem¨¢ntica sobre lo que significa introducir armas nucleares-, en el tema de la reducci¨®n de la presencia militar norteamericana existe una negociaci¨®n en marcha y Madrid no puede ceder en unos planteamientos que ya son muy favorables para la parte norteamericana. Esos planteamientos no afectan a la base m¨¢s importante para EE UU, Rota, y se concentran en una retirada muy visible del ala t¨¢ctica de Torrej¨®n, de f¨¢cil soluci¨®n log¨ªstica si EE UU empe?a su voluntad de acuerdo.
Washington no puede desconocer que la presencia espa?ola en la OTAN est¨¢ pol¨ªticamente vinculada, por voluntad soberana del pueblo, a la reducci¨®n de sus efectivos en Espa?a. La reciente conversaci¨®n de Serra con Weinberger no ha dado ning¨²n resultado, pero cabe esperar que el secretario de Estado, Shultz, demuestre mayor comprensi¨®n de los aspectos pol¨ªticos adscritos al problema de las bases. Si no fuera as¨ª, su pr¨®xima entrevista con Fern¨¢ndez Ord¨®?ez en Reikiavik perder¨ªa sentido.
Por lo dem¨¢s, es bastante claro que la condici¨®n votada en el refer¨¦ndum, en el sentido de que se produjera una reducci¨®n de la presencia norteamericana, Ibe m¨¢s una cl¨¢usula oportunista ante las negativas expectativas de voto que el efecto de un an¨¢lisis sobre las eventuales ventajas y desventa as para Espa?a de esa reducci¨®n. Dicho de otra forma: los norteamericanos deben irse porque as¨ª se decidi¨®, pero no porque la salida sea hoy un principio incuestionable desde el punto de vista de los intereses espa?oles. El estacionamiento de tropas extranjeras en suelo propio nunca es en principio agradable, aunque la existencia de bases estadounidenses en el Reino Unido o Italia, por poner dos ejemplos, no atente contra la soberan¨ªa de esos pa¨ªses. Los aspectos imperialistas o imperiales de la presencia americana en Europa occidental est¨¢n marcados mucho m¨¢s por su dominio econ¨®mico, tecnol¨®gico y cultural que por su presencia militar, deseada por los propios europeos frente a una te¨®rica amenaza sovi¨¦tica. Lecci¨®n aprendida tard¨ªamente por nuestros gobernantes.
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