La segunda reconversi¨®n
UNA DE las caracter¨ªsticas esenciales de la vida industrial de cualquier pa¨ªs moderno consiste en el nacimiento y la desaparici¨®n continua de empresas. Es algo tan simple que no merecer¨ªa la pena recordarlo si no fuera por la tremenda resistencia al cambio de la sociedad espa?ola y por su tendencia a convivir con la eternidad, lo cual dificulta considerablemente la evoluci¨®n de sus estructuras. La idea misma de evoluci¨®n aplicada a la especie humana ha estado ausente de los manuales escolares hasta hace muy poco.Tal vez sea esto lo que explique el concepto, en s¨ª mismo discutible, de una reconversi¨®n industrial concebida como un proceso de ajuste acotado en el tiempo. Se crey¨® que tres a?os, .unos cuantos planes de viabilidad y algunos cientos de miles de millones de pesetas bastar¨ªan para asegurar la competitividad de los sectores objeto de reconversi¨®n. En el camino deb¨ªan quedar, inevitablemente, algunas decenas de miles de puestos de trabajo, imposibles de mantener.
El paso del tiempo ha demostrado que las cosas no son tan f¨¢ciles como parec¨ªa y que una parte de los instrumentos dise?ados para hacer frente a los problemas no ha funcionado con arreglo a las previsiones iniciales. En ocasiones, los planes de viabilidad adolec¨ªan de optimismo: tal es el caso del sector de la construcci¨®n naval, donde la ca¨ªda de la demanda ha sido bastante m¨¢s pronunciada que lo que se previ¨® en un principio; algunos astilleros espa?oles tienen vac¨ªa su cartera de pedidos, por lo que su futuro parece m¨¢s que comprometido. En la siderurgia, la aplicaci¨®n de las reglas de la Comunidad Econ¨®mica del Carb¨®n y el Acero (CECA) y la sustituci¨®n progresiva del acero en los procesos de producci¨®n agravan una situaci¨®n ya de por s¨ª complicada. Y as¨ª sucesivamente. Una buena parte de los problemas de los sectores b¨¢sicos se debe a la megaloman¨ªa de algunos tecn¨®cratas del r¨¦gimen anterior, empe?ados en hacer de Espa?a la d¨¦cima potencia industrial del mundo a cualquier precio, y tambi¨¦n a la curiosa actitud de nacionalizar las p¨¦rdidas de aquellos empresarios que, bien vistos por el franquismo, no supieron organizar adecuadamente sus empresas. Pero los desastres del pasado no deben servir de excusa para los problemas del presente.
En algunos casos, como los fondos de promoci¨®n de empleo, el optimismo de la Administraci¨®n fue excesivo. La idea inicial era interesante: se trataba de utilizar el dinero de las indemnizaciones de despido para promover nuevas empresas, lo cual se combinaba con la idea de suspensi¨®n -y no rescisi¨®n- de los contratos de trabajo. Lo que ha sucedido es que un buen n¨²mero de empresas en reconversi¨®n sigue sin alcanzar un nivel m¨ªnimo de rentabilidad sin que tampoco se hayan creado puestos de trabajo alternativos en cantidad suficiente; de ah¨ª que la idea de una segunda reconversi¨®n industrial, cuyo coste en t¨¦rminos de empleo se eval¨²a en unos 30.000 puestos de trabajo, haya sido violentamente rechazada en las zonas afectadas.
La dificultad esencial consiste en la ausencia de iniciativas en aquellas zonas espa?olas donde las empresas que han dejado de ser competitivas son las ¨²nicas capaces de proponer empleo. Es esto lo ¨²nico que puede justificar la protecci¨®n de los colectivos de trabajo afectados, infinitamente superior a las condiciones que rigen y se aplican a los trabajadores de las empresas privadas del resto de las zonas industriales del pa¨ªs.
Lo importante a medio plazo es asegurar la competitividad del mayor n¨²mero posible de empresas, y esto no se consigue mediante costosas reconversiones. Se trata de un proceso continuo en el que el papel del sector p¨²blico debe consistir en crear las condiciones necesarias para que aparezcan nuevas empresas desde la iniciativa privada; es la mejor manera de asegurar la modernizaci¨®n del aparato productivo espa?ol. Y la m¨¢s barata.
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