Divididos en el recuerdo
El juicio contra el nazi Klaus Barbie, rodeado de tanta expectaci¨®n como cab¨ªa suponer en un acontecimiento que concita tantos rencores hist¨®ricos, es una manera m¨¢s, seg¨²n el autor de este art¨ªculo, de mantener viva la memoria de lo que fue la barbarie hitleriana. Las grandes palabras de este juicio son, pues, las relativas al car¨¢cter imperecedero que tiene este pasado para una Europa que permanece dividida en la magnitud y la gravedad del recuerdo.
"Verdad", "historia", "recuerdo", "memoria", "lucha contra el olvido"... ?stas son las grandes palabras que orlan el proceso contra el antiguo jefe de la Gestapo de Ly¨®n, Klaus Barbie. Desde todos los lados se insiste en que no se trata de castigar a un solo culpable, sino de mantener vivo el recuerdo de la barbarie nazi y de manifestar con toda evidencia a las ¨²ltimas generaciones en un proceso transparente la diferencia entre un Estado democr¨¢tico de derecha y un r¨¦gimen desp¨®tico y autoritario, simbolizado por los hechos del acusado.Un tanto excesivas para la menguada estatura del otrora teniente de las SS Barbie parecen las grandes palabras, adecuadas empero a sus hechos, que han sido clasificados como "crimen contra la humanidad" y que han sido arrebatados al olvido penal conocido con el nombre de prescripci¨®n.
La introducci¨®n de la figura delictiva "crimen contra la humanidad" se remonta al Tribunal Internacional de criminales de guerra de Nuremberg. Este tribunal no se entendi¨® a s¨ª mismo como un simple tribunal de vencedores que tras la victoria condena a los vencidos. El tribunal de Nurenberg vio en su veredicto la anticipaci¨®n de una justicia universal de la humanidad, que no distingue entre vencedores y vencidos, entre fuertes y d¨¦biles. Cr¨ªmenes como los que hab¨ªan cometido fuera del campo de batalla los nazis con los jud¨ªos, los gitanos, rusos, polacos y otros pueblos deb¨ªan ser proscritos por todo el mundo. Las Naciones Unidas, como ¨®rgano vig¨ªa del mundo, deber¨ªan velar para que no vuelva a repetirse una cosa semejante. Ni los asesinatos en masa de Treblinka y Auschwitz ni la carnicer¨ªa de los grupos SS de misi¨®n especial en la retaguardia del frente oriental.
Con la apertura de un futuro m¨¢s humano, el tribunal de Nuremberg ha legitimado la anomal¨ªa jur¨ªdica de administrar justicia en nombre de una ley que en el momento de los hechos no era todav¨ªa ley.
40 a?os
Desde el proceso de Nuremberg han pasado m¨¢s de 40 a?os y dif¨ªcilmente se puede decir que en ellos ha comenzado el futuro anhelado, un futuro sin cr¨ªmenes contra la humanidad. La ONU no ha sido capaz de hacerse respetar como ¨®rgano ejecutivo mundial. La dimensi¨®n del espacio jur¨ªdico mundial ha disminuido: en Ly¨®n comparece ante el tribunal un acusado que en otra regi¨®n del mundo pasaba hasta hace poco como un digno ciudadano.
La memoria mundial, a cuyo servicio debe estar un proceso por un delito contra la humanidad, es sin duda una ficci¨®n. S¨®lo cabe preguntarse si hay al menos un recuerdo europeo y si la vista de la causa que seest¨¢ llevando a cabo en Ly¨®n es ¨²til para mantener vivo ese recuerdo regional y para justificarlo a los ojos de todos los europeos.
Hay momentos en Ly¨®n en los que brilla algo de una Europa que ha salido de la sombra de victoria y derrota del a?o 1945 y se ha abierto paso a una solidaridad en el recuerdo. El jurado de Ly¨®n procura con verdadero empe?o no hacer ninguna distinci¨®n entre antiguos vencedores y vencidos: hay dos fiscales de la Rep¨²blica Federal de Alemania, que han sido llamados como expertos en cr¨ªmenes del nazismo y que a la hora de las pruebas representan una grave carga contra el acusado Klaus Barbie, un alem¨¢n (al menos en el momento de sus hechos). El tribunal de Ly¨®n no defiende una causa meramente francesa, sino una causa que trasciende las fronteras nacionales. La parte alemana no s¨®lo se encuentra en el banquillo de los acusados (de momento abandonado por el reo), sino que se ajusta tarribi¨¦n a la acusaci¨®n. Una bella irnagen de solidaridad europea, que destaca del tenebroso fondo de la explosi¨®n del nacionalismo alem¨¢n en la guerra y en la carnicer¨ªa asesina que dan un ment¨ªs a todas las voces que reprochan al tribunal de Ly¨®n querer saldar en nombre del derecho de la humanidad cuentas particulares francesas.
La bella imagen s¨®lo tiene un defecto: piensen franceses y alemanes lo que quieran de la importancia de su cooperaci¨®n europea, Europa se extiende m¨¢s all¨¢ del eje germano-franc¨¦s.
Tan pronto como el observador abandona la sala del juicio de Ly¨®n se da cuenta de algo que casi hab¨ªa ollvidado dentro de la sala: que los europeos no est¨¢n ellos solos en Europa. El taxista de origen norteafricano y nacionalizado franc¨¦s no disimula que se siente excluido de esa Francia en cuyo norribre se dicta auto de procesamiento contra Klaus Barbie. "Los franceses son unos hip¨®critas", dice, "abren un proceso a un viejo que ya no puede hacer da?o a nadie y dejan por ah¨ª sueltos a asesinos de miles de ni?os argelinos".
El defensor de Klaus Barbie, el franc¨¦s Jacques Verg¨¦s, es su hombre, precisamente porque echa en cara a los franceses sus propios crimenes. ?C¨®mo se le puede explicar a este taxista la diferencia que hay entre los cr¨ªmenes franceses de Argelia y la barbarie de la "soluci¨®n final" fr¨ªamente calculada, de la que se acusa como c¨®mplice a Klaus Barbie?
El redactor del peri¨®dico parisiense Baraka -el peri¨®dico de los beurs, de la segunda generaci¨®n de inmigrantes- sigue igualmente el proceso de Ly¨®n con sentimiento de amargura, Cuando Francia saca secuestrado de Bolivia a un Barbie y lo somete a juicio todo el mundo aplaude: ?qu¨¦ har¨ªa esa misma gente si se secuestrara y se le llevaran de Par¨ªs a Argelia a un Le Pen y se le hiciera comparecer ante un tribunal bajo la acusaci¨®n de cr¨ªmenes contra la poblaci¨®n civil?
Pregunta in¨²til, responde el norteafricano, Argelia no osar¨ªa jam¨¢s una cosa semejante, es un pa¨ªs pobre, dependiente econ¨®micamente de Francia, tercermundista. La justicia de Ly¨®n es para ¨¦l la justicia de un pa¨ªs rico y poderoso que puede escoger en su pasado partes para recordar y partes para olvidar.
Antiguas colonias
Si el proceso de Barbie justifica las grandes palabras que lo acompa?an no depender¨¢ s¨®lo de la calidad del veredicto que se pronuncie invocando a la humanidad. Depender¨¢ tambi¨¦n de si toda la parte europea de la humanidad, incluidos los inmigrantes de las antiguas colonias, puede reconocerse en el recuerdo que se hace ante el tribunal de Ly¨®n. Es justo y comprensible que la v¨ªctima demandante piense s¨®lo en su propia herida cuando exige ante el tribunal una reparaci¨®n y se olvide de la de los otros. Pero en el juicio de Ly¨®n comparecen tambi¨¦n como testigos v¨ªctimas que reclaman algo m¨¢s que su derecho a recompensa, piden justicia.
Si triunfara la justicia de una forma que no excluyera a ninguna clase de v¨ªctimas, el proceso de Ly¨®n podr¨ªa contribuir a un recuerdo europeo colectivo en el que la divisi¨®n en fuertes y d¨¦biles, ricos y pobres quede superada en un recuerdo solidario. Pero el peligro de esa divisi¨®n no est¨¢ desterrado. La amnist¨ªa para tantos cr¨ªmenes al estilo Auschwitz cometidos con los colonizados es con demasiada frecuencia una c¨®moda excusa para la amnesia.
nacido en 1942, vive como escritor libre en Francfort (Rep¨²blica Federal de Alemania). Ha publicado recientemente Jahresfrist (Plazo de un a?o, novela, 1985), y en lengua francesa Un allemand n¨¦ de la derniere guerre", 1986.
Traducci¨®n: Tom¨¢s Romera Sariz.
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