Robert Gallo
Descubridor norteamericano de un virus del SIDA
El pasado 23 de marzo, Robert Gallo, del Instituto Nacional del C¨¢ncer de Estados Unidos, se encontraba celebrando su 50? cumplea?os cuando lleg¨® Luc Montagnier -su competidor franc¨¦s- para felicitarle. "Vimos que era la ocasi¨®n de zanjar las diferencias que hab¨ªa entre nosotros". As¨ª explica el doctor Gallo, que descubri¨®, al igual que Montagnier, el virus del SIDA, la luna de miel que tras a?os de enfrentamientos viven los dos protagonistas de la carrera cient¨ªfica desatada para frenar esa enfermedad.
Ambos han coincidido esta semana en Madrid, en una reuni¨®n de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS), dejando patente que la colaboraci¨®n entre los dos equipos que dirigen es muy buena. Gallo -que se resiste a dar detalles sobre la dura competitividad que ha mantenido con el Instituto Pasteur en la lucha contra el SIDA, argumentando que "la nota positiva es que los roces entre los laboratorios se acabaron- expone con una cierta diplomacia que parte de esos enfrentamientos se deben "a que la Prensa le puso le?a al fuego, porque, como en todos los campos, hay Prensa sensacionalista que lo que busca es enfrentar a los grupos y hace coberturas irresponsables que han perjudicado sobre todo a los pacientes de SIDA"."He venido a Europa tres veces", prosigue Robert Gallo, "y en las tres ocasiones he encontrado noticias en primera p¨¢gina de los peri¨®dicos anunciando el hallazgo de un nuevo virus".
Adem¨¢s de reconciliarse con Montagnier, Gallo aprovech¨® su anterior estancia en el Viejo Continente para buscar el pueblecito italiano que fue cuna de su abuelo materno. Casado y con dos hijos -el mayor de ellos cumpli¨® 25 a?os el mismo d¨ªa que ¨¦l los 50-, tiene previsto pasar las vacaciones de este a?o en la regi¨®n italiana del Piamonte.
Comienzos frustrantes
El rasgo m¨¢s caracter¨ªstico que conserva Robert Gallo de sus ascendientes italianos es, sin duda, el apasionamiento verbal con que ilustra el desarrollo de sus trabajos. Consigue con ello introducir en la conversaci¨®n, con una pasmosa facilidad, los distintos tipos de virus y retrovirus que ha localizado a lo largo de su carrera, y resalta con ¨¦nfasis "que los primeros a?os de investigaci¨®n fueron muy frustrantes".Su apasionamiento verbal se apacigua, en cambio, cuando se le pide su opini¨®n sobre la conveniencia o no de realizar pruebas obligatorias a grupos de la poblaci¨®n, como inmigrantes y homosexuales, para detectar la presencia del virus.
Tras una larga insistencia, explica lac¨®nicamente que "yo me considero un cient¨ªfico y soy un cient¨ªfico. Desde este punto de vista, me parece que cuantos m¨¢s datos epidemiol¨®gicos tengamos ser¨¢ mejor para nosotros. Un medio de conseguir esos datos es la realizaci¨®n de pruebas a la poblaci¨®n. Pero esto es un arma de doble filo, porque la realizaci¨®n de esas pruebas puede tener como consecuencia la discriminaci¨®n de algunos grupos, y personalmente no quiero esa discriminaci¨®n".
Gallo opina, adem¨¢s, que "el SIDA no es una enfermedad de grupos. Esto es cada vez m¨¢s claro: la asociaci¨®n del SIDA con homosexuales, toxic¨®manos y hemof¨ªlicos ha quedado desfasada".
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