Las dimensiones del d¨¦ficit
LAS CIFRAS que acaban de publicarse sobre el d¨¦ficit total de las administraciones p¨²blicas en 1986 pueden calificarse de cualquier manera, salvo de tranquilizadoras. Aparentemente, la demora en dar a conocer los datos proviene de la desidia de las administraciones territoriales, m¨¢s preocupadas por inventar nuevas formas impositivas y recargos de todo tipo que de explicar puntualmente a los ciudadanos el destino del dinero que les han confiado. Es de esperar que los nuevos administradores sean un poco m¨¢s cuidadosos en este terreno que sus predecesores.Los datos que se conocen del cierre presupuestario del a?o pasado son bastante peores de lo que se pensaba hace unos meses. Es cierto que se trata de estimaciones provisionales y, como tales, sujetas a revisi¨®n, pero el sentido general de las mismas indica que el d¨¦ficit p¨²blico dista mucho de estar controlado. El d¨¦ficit total de las administraciones p¨²blicas (Estado, Seguridad Social y entidades territoriales) se situ¨® en 1986 en tomo a 1,83 billones de pesetas, correspondientes a un 5,7% del producto interior bruto (PIB), en vez de un 6,7% en 1985. Pero esta cifra, a su vez, ha sido revisada al alza desde el 6,1%, que hasta la presentaci¨®n de los nuevos datos era la estimaci¨®n para aquel a?o. Nada se ha dicho sobre el origen de estos nuevos 200.000 millones de d¨¦ficit correspondientes a 1985. Se trata, es cierto, de cifras provisionales, aun para 1985, con lo cual existe una cierta incertidumbre en cuanto a las proporciones definitivas del d¨¦ficit de las administraciones p¨²blicas en cualquiera de los dos a?os considerados. Si no se explican con detalle las razones que han llevado a una revisi¨®n de tama?a envergadura ser¨¢ dificil evitar la sospecha de que dentro de unos meses puede producirse una nueva revisi¨®n al alza.
Uno de los factores que m¨¢s ha contribuido a este resultado ha sido el fuerte aumento del servicio de la deuda, a su vez consecuencia de los d¨¦ficit acumulados a lo largo de los ¨²ltimos a?os. A veces, cuando se analiza el aumento de los gastos de las administraciones p¨²blicas, se argumenta que, si se omiten los intereses de la deuda p¨²blica, el presupuesto se encuentra cercano al equilibrio. Pero el c¨¢lculo es ilusorio; la carga de la deuda es un pasivo que la generaci¨®n actual traslada a las venideras, y no sirve de nada hacer como si ¨¦ste no existiera.
En cuanto a las comunidades aut¨®nomas, las primeras cifras disponibles indican un fuerte aumento de sus respectivos d¨¦ficit, algo no muy dificil de intuir cuando se contempla la proliferaci¨®n de organismos de dudosa utilidad, de edificios representativos para albergar a las nuevas instituciones y la permanente feria en la que parecen haberse instalado algunas de ellas. El d¨¦ficit global de las comunidades aut¨®nomas se sit¨²a en torno a los 100.000 millones de pesetas, cifra aparentemente superior al d¨¦ficit de la Seguridad Social, que ser¨ªa del orden de los 60.000 millones.
Por lo que se refiere a los ayuntamientos, el d¨¦ficit se situ¨® en torno a los 60.000 millones de pesetas, cifra considerable si se tiene en cuenta la escasez de competencias de estas instituciones. Es cierto que una buena parte del d¨¦ficit se origina en Madrid, Barcelona y algunas otras grandes capitales de provincia. En los peque?os municipios, la austeridad suele estar m¨¢s a la orden del d¨ªa que en los grandes, tal vez porque el poder est¨¢ mejor vigilado cuando se encuentra m¨¢s cerca de los ciudadanos. En cualquier caso, los pueblos de Espa?a son hoy bastante m¨¢s habitables que hace unos a?os: se ha mejorado la pavimentaci¨®n de las calles, se han creado algunas infraestructuras comunitarias y se han arreglado los jardines. Una vez desvanecidas las brumas presupuestarias, ha quedado eso.
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