Telegrafistas y marmotas
Con algo de ingenuidad, con exceso de optimismo, con distancia provinciana, pens¨¦ que el congreso de Valencia, segunda edici¨®n del congreso antifascista del a?o 1937, era una reuni¨®n especial, oportun¨ªsima, para hacerse cargo del caso chileno. Al fin y al cabo, en 1937 hubo una solidaridad inmediata, espont¨¢nea y combativa, en la que M¨¦xico y Chile, dentro del mundo latinoamericano, asumieron la voz cantante, con la causa de las libertades espa?olas. En representaci¨®n de Chile vinieron los poetas Pablo Neruda y Vicente Huidobro y el novelista Alberto Romero. Basta, sin embargo, con leer los textos de la ¨¦poca para comprender que ellos tra¨ªan un mandato de toda la comunidad intelectual, con muy escasas excepciones. Despu¨¦s de la crisis pol¨ªtica que se hab¨ªa agudizado entre 1924 y 1932, el pa¨ªs consolidaba su democracia y parec¨ªa que ingresaba en el siglo XX. La lucha contra el fascismo europeo y en favor de la Rep¨²blica espa?ola se hab¨ªa convertido de inmediato en una causa propia.El congreso de estos d¨ªas fue importante, positivo en muchos aspectos, pero sospecho que en el caso concreto de Chile adoleci¨® de mala memoria. A pesar de que la memoria, precisamente, los intelectuales y la memoria, era uno de sus temas centrales. En una de las sesiones habl¨¦ de la relectura del pasado en el Chile de ahora, de nuestra memoria alterada, manipulada, amputada, de los a?os de la democracia prehist¨®rica, del allendismo, de la represi¨®n posterior al golpe de Estado. Parte del proceso actual, una apertura accidentada, amenazada, llena de retrocesos y sobresaltos, consiste justamente en la aparici¨®n de testimonios terribles, que remueven la conciencia, en medio del escepticismo y del pesimismo generalizados.
De acuerdo con todas las previsiones y con la propia letra de la, Constituci¨®n, nos acercamos a un per¨ªodo electoral. Parece, sin embargo, que nadie tomara ese asunto muy en serio. La Constituci¨®n establece, por ejemplo, que el candidato ¨²nico debe ser propuesto al pa¨ªs por los cuatro miembros de la Junta Militar. Los jefes de los regimientos pretenden ignorarlo y proclaman la candidatura del general Pinochet por su cuenta y riesgo. En cuanto a la oposici¨®n, plantea la idea de las elecciones libres, pero se acerca con extra?a lentitud a los registros electorales, pese a que no hay otra manera de adquirir el derecho a voto.
Benjam¨ªn Vicu?a Mackenna, nuestro gran historiador y cronista del siglo XIX, dijo que los chilenos tenemos sue?o de marmotas y despertar de leones. De pronto pienso que nos hemos convertido en marmotas definitivas. En nuestro sue?o intervienen estallidos espor¨¢dicos, pesadillas pasajeras. Adem¨¢s, el mundo exterior se cans¨¦ de solidarizarse con nosotros. Los defraudamos tantas veces que optaron por colocamos en un gran par¨¦ntesis y poner su atenci¨®n en otros asuntos.
En Valencia, Hans Christoph Buch, ensayista y novelista alem¨¢n, propuso enviar un telegrama al r¨¦gimen de Pinochet protestando por la matanza de, 12 militantes de izquierda y pidiendo la celebraci¨®n de elecciones libres. Tambi¨¦n propuso que se enviara un telegrama a Gorbachov para pedirle que diera mayor agilidad al proceso de liberaci¨®n de presos pol¨ªticos. Alguien, entonces, sugiri¨® que se mandara otro telegrama a Panam¨¢, y otra voz dijo que deb¨ªamos pensar en Paraguay, en la guerra de Afganist¨¢n, en los problemas de Camboya. En ese momento, Juan Goytisolo se puso de pie para advertir que corr¨ªamos el serio riesgo de convertimos en un congreso de telegrafistas. Para evitar los precedentes y las proliferaciones enfermizas, era preferible no mandarle telegramas a nadie. La moci¨®n de Juan Goytisolo fue aprobada sobre tabla, por unanimidad de la mesa y de la sala.
Desde que vivo en Chile he adquirido el h¨¢bito de protestar en el interior del pa¨ªs, aprovechando los espacios que se presentan practicando el ejercicio intelectual m¨¢s bien incierto del conocimiento de los l¨ªmites. El episodio de los telegramas nonatos, de todos modos, me sirvi¨® para sacar algunas conclusiones ¨²tiles. En primer lugar, que un tema pol¨ªtico, por evidente y escandaloso que sea, no puede mantener su vigencia durante 14 a?os. Si en 14 a?os no sucede nada, significa que algo est¨¢ podrido en el reino de los comit¨¦s solidarios. En seguida comprob¨¦, una vez m¨¢s, con la claridad m¨¢s meridiana, que los chilenos deberemos resolver nosotros mismos, sin ayuda de nadie, nuestros problemas. Tendremos que inventar una transici¨®n viable, pr¨¢ctica, a la democracia, y para eso tendremos que aprender antes a ponemos de acuerdo. Salvo que el Chile del viejo don Benjam¨ªn ya no exista, y que nuestro futuro consista en convertirnos en, una factor¨ªa al estilo de Hong Kong o de Taiwan, con sus caracoles comerciales, sus Disneylandias y un horizonte remoto y kitsch de fanfarrias y entorchados. Es el destino que nos hemos merecido, posiblemente.
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