25 a?os de la muerte del 'perverso' Faulkner
"Si yo no hubiera existido, alguien me habr¨ªa escrito"
No se sabe muy bien en qu¨¦ momento Faulkner le a?adi¨® una u al apellido familiar, que era Falkner, como aparece por ejemplo en la firma de sus dibujos universitarios. Hay quien dice que fue el error de un tip¨®grafo, y quien lo atribuye al documento redactado por el escritor antes de la botadura de un barco de recreo, "concebido en una botella de Canadian Club".El enigma es adecuado al escritor -"a taler, a teller, a liar" ("un cuentista, un charlat¨¢n, un mentiroso")-, de la misma forma que el desarrollo de su obra en un condado imaginario, Yoknapatawpha, inspirado en el de Oxford (Misisip¨ª, Estados Unidos), donde no hab¨ªa nacido. Hab¨ªa nacido en New Albany, tres a?os antes que el siglo XX, cuya literatura hab¨ªa de determinar con la misma fatalidad que Proust, Joyce o Kafka.
Y quiz¨¢ con la misma dificultad. Faulkner es el creador de un mundo, como se suele decir, pero de muy distinta forma que el de Balzac o el de Dickens. Al igual que La comedia humana con el siglo XIX franc¨¦s, la obra de Faulkner reconstruye el Sur de Estados Unidos hasta el extremo de contar como nadie lo hab¨ªa hecho las claves de su historia y, sobre todo, de la fatalidad de su marginaci¨®n. "Si yo no hubiera existido, alguien me habr¨ªa escrito", dijo el autor una vez.
Basta ver cualquier fotograf¨ªa de Faulkner para adivinar en ¨¦l al se?or. Su bisabuelo fue el coronel Willian C. Falkner, h¨¦roe de la guerra de M¨¦xico y de la Confederada. Imagen misma del h¨¦roe americano, el coronel tiene un rol decisivo en la obra faulkneriana: juzgado y absuelto dos veces por asesinato, pol¨ªtico local relevante, cre¨® un ferrocarril, dirigi¨® un banco con ¨¦xito, fund¨® una universidad y escribi¨® una novela, La blanca rosa de Memphis, impresa en 35 ediciones y de estilo deducible por el t¨ªtulo.
La primera juventud de Faulkner, que a partir de 1900 se desarrolla en Oxford, es la de un campesino, y no difiere mucho de la de Hemingway, su compa?ero de generaci¨®n. Muchas veces la leyenda -porque hay muchas leyendas sobre Faulkner, propiciadas por su reserva- le describe m¨¢s tarde aviador sobre Francia, combatiente en la Gran Guerra, enrolado en la Royal Fly?ng Corps. Lo cierto es que se enrol¨®, lleg¨® hasta Canad¨¢, pero la guerra acab¨® antes de que ¨¦l cruzara el mar. La guerra le marc¨®.
El dandi
Las fotos de la guerra -uniforme, cigarrillo en los labios, elegante bast¨®n-, permit¨ªan pronosticar al dandi. Con la paz ingresa en la universidad de Misisip¨ª -su padre era un alto cargo-, pero ni aparece por los ex¨¢menes. Publica excelentes dibujos en el anuario Ole Miss, y su primer libro, el poemario La tarde de un fauno, simbolista.
En 1920 renuncia a los estudios, pero al a?o siguiente, despu¨¦s de varios trabajos de supervivencia, acepta el cargo de jefe de correos de la universidad, seg¨²n su amigo Phil Stone, "el m¨¢s endemoniado jefe de correos que el mundo haya visto jam¨¢s".
De su fin como funcionario, tres a?os despu¨¦s, hay varias versiones; algunas aluden a la visita de un inspector que le habr¨ªa sorprendido en una partida de bridge. Al dejar el trabajo, al guien le pregunt¨® qu¨¦ sent¨ªa y la respuesta de Faulkner es quiz¨¢ su frase m¨¢s citada: "?Sabe? Es probable que yo me pase la vida a la merced de gentes con dinero. Pero nunca m¨¢s a la de cualquier hijo de perra que disponga de dos c¨¦ntimos para comprar un sello".
Inicia entonces un estilo de vida que encaja en el comentario de las se?oras de Oxford a la salida de la iglesia: "Ese pobre chico de los Falkner". Piloto, pintor de brocha gorda, librero, no se puede decir que fracase en estos trabajos pues jam¨¢s se ha propuesto triunfar. Colabora los domingos en el Times Picayune, de Nueva Orleans, y participa en la vida bohemia del Vieux Carr¨¦. Un d¨ªa se encuentra a una vieja amiga, que resulta ser la esposa del novelista Sherwood Anderson. Los dos hombres congenian, beben juntos por las tardes, y un d¨ªa Faulkner falla a la cita porque ha decidido imitar a su contertulio. La se?ora de Anderson averigua el motivo y le trae un recado: "Mi marido est¨¢ dispuesto a recomendarle a su editor siempre y cuando no tenga que leer el manuscrito".
Yoknapatawpha
El manuscrito es el de La paga de los soldados, al que siguen Mosquitos y Sartoris. Todos tienen dificultades con los editores y sus ventas son min¨²sculas; en el tercero Faulkner consigue, seg¨²n Monique Nathan (Faulkner, Seuil, 1963) la forma, solidez y color que definen el arte -lo dice en Mosquitos-, y aparece ya Yoknapatawpha: los Sartoris o arist¨®cratas, los blancos de las colinas, los negros, y los Snopes o arribistas traidos por el viento de un falso progreso.
En 1929 comienza la d¨¦cada en la que nace lo esencial de la obra de Faulkner -dos poemarios, nueve novelas y los libros de cuentos-, y comienza con El ruido y la furia, una novela que nace de la imagen de una ni?a con calzones sucios trepada en un ¨¢rbol para ver por una ventana el entierro de su abuela. "Hab¨ªa tres ni?os, y yo a¨²n no sab¨ªa que uno de ellos era un idiota", dijo Faulkner a unos estudiantes. La composici¨®n -cuatro mon¨®logos interiores, y el primero, el inconexo de un idiota- iba a dejar al mundo literario at¨®nito y tambi¨¦n, ya, rendido. Hasta hoy.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.