La playa /pantano
Lo cual que un d¨ªa de este verano, bien aforrado de cu?adas y sobrinos, decid¨ª vivirlo (era domingo) en plan hortera, en plan El Jarama, en plan S¨¢nchez-Ferlosio, lo que ustedes quieran. Los cu?ados eran intercambiables al volante del coche, dentro del cual ard¨ªa el sol como una llama de Olimp¨ªada, quemando todos los plazos pendientes. Cuando llegamos al gran lago de Madrid, la abundancia espont¨¢nea del desperdicio decoraba barrocamente las orillas del pantano de San Juan. Una de mis cu?adas, la m¨¢s redicha, me hab¨ªa dicho que iba a ser un salto "del asfalto a la pradera". Legiones de madrile?os invasivos orinaban o hac¨ªan paella (o una cosa sobre la otra) en la "playa de Madrid". Primero nos hab¨ªamos hecho una larga caravana, entrando en contacto y relaci¨®n con otros veraneantes estacionados, tambi¨¦n muy majos. Como dijo mi cu?ada la redicha: "Gente sana con ganas de hacer ecologismo". Ah. Millones de excursionistas sal¨ªan hacia los embalses, los r¨ªos y las lagunas, dispuestos a orinar concienzudamente en cualquiera de estas pastoriles aguas. Madrid cuenta as¨ª con grandes bolsas de ¨¢cido ¨²rico, como Kassoghi cuenta cen grandes bolsas de petr¨®leo (dicen). Los coches llegan hasta la orilla del agua, como si fuesen caballos y hubieran de beber. Lo que suelen dejar en el pantano es una mancha de aceite.En tanto, la civilizaci¨®n del desperdicio acumula babeles que nadie va a reciclar. Un Hieronimus Bosch hortera y en camiseta anda entre todo ello. Las hogueras crecen al atardecer como respuesta o llamada a las estrellas del cielo.
Ahora hay movida de ecologistas que quieren remediar esto. La Comunidad de Madrid no sabe qu¨¦ hacer, que para eso est¨¢, para dudar: es un ente dubitativo. Platos de plastiqu¨¦, usados, en tomo m¨ªo, vasos, la vieja ret¨®rica de los matojos y las rocas, veleros sin aventura por la otra orilla del paisaje, barcazas pastue?as en la arena, parejas que no saben si fornifollar o no entre los ¨¢rboles, que no saben usar a¨²n de su libertad. Se me ha perdido una cu?ada. Me echo al agua a buscarla, en ba?ador y sandalias. Una sandalia se me entierra en el l¨¦gamo del fondo y me inmoviliza.
Soy ya un Ulises de pantano, varado, dominical y descalzo de un pie. Pero, como dice la cu?ada reencontrada, el d¨ªa ha sido positivo.
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