EI 'fen¨®meno Cavaco'
La mete¨®rica popularidad de un economista
An¨ªbal Antonio Cavaco Silva, hijo de un humilde distribuidor de gasolina de Boliqueime, un peque?o pueblo del Algarve, acaba de conquistar a pulso un lugar privilegiado en el peque?o grupo de los l¨ªderes carism¨¢ticos de la pol¨ªtica portuguesa. Desde la revoluci¨®n de los claveles, s¨®lo dos hombres hab¨ªan sido capaces de desencadenar tal entusiamo popular, capaces de atenuar las tradicionales divisiones entre izquierda y derecha: Francisco Sa Carneiro, el ex l¨ªder del PSD y de Alianza Democr¨¢tica, fallecido en diciembre de 1980, y el general Eanes, en sus dos elecciones presidenciales.
El propio Mario Soares, el pol¨ªtico portugu¨¦s con m¨¢s experiencia y envergadura internacional, nunca suscit¨® semejante movimiento de adhesi¨®n personal y apasionada.Otra de las caracter¨ªsticas del fen¨®meno Cavaco ha sido su mete¨®rica ascensi¨®n al poder. Antes de su elecci¨®n, por sorpresa, a la presidencia del Partido Socialdem¨®crata (PSD), en mayo de 1985, la carrera pol¨ªtica de este licenciado por el Instituto Superior de Ciencias Econ¨®micas de Lisboa y doctor en Econom¨ªa por la universidad brit¨¢nica de York se, limit¨® a la titularidad, durante poco menos de un a?o, del Ministerio de Finanzas en el primer Gobierno de Alianza Democr¨¢tica, dirigido por Sa Carneiro en 1979.
Pero este hombre, de 48 a?os, casado y padre de dos hijos, de perfil anguloso, que dice que nunca tiene dudas y pocas veces se enga?a", supo ser, para el PSD, hu¨¦rfano de su l¨ªder carism¨¢tico, Francisco Sa Carneiro, el jefe fuerte, determinado, que deseaba esta mezcla inestable de barones en perpetuas guerrillas intestinas.
En seis meses, Cavaco Silva arranc¨® al PSD de una alianza con el Partido Socialista, que amenazaba convertirlo en mero sat¨¦lite del partido de Soares, y lo llev¨® a la victoria frente a los socialistas en los comicios de octubre de 1985.
Con la misma determinaci¨®n, acept¨® el desaf¨ªo de formar un Gobierno minoritario, que aguant¨® 18 meses, con el apoyo de un escaso tercio de los. 250 diputados del Parlamento portugu¨¦s.
Mantuvo el PSD y el Gobierno f¨¦rreamente unidos y disciplinados bajo su autoridad indiscutible, hasta que la oposici¨®n le brind¨® la oportunidad que esperaba para tratar de conquistar la mayor¨ªa absoluta.
Comprendi¨®, mejor que nadie, que un amplio sector de la poblaci¨®n portuguesa, desencantada de las luchas ideol¨®gicas, aspiraba a la pacificaci¨®n, a la b¨²squeda, sin rodeos, del enriquecimiento individual y del consumismo.
Sus adversarios vieron en Cavaco Silva ¨²nicamente un tecn¨®crata fr¨ªo. Sobrestimaron la importancia de los n¨²meros, y al querer luchar contra el jefe del Gobierno sobre su propio terreno, ignoraron la dimensi¨®n humana del fen¨®meno, el atractivo popular de este self made man a la portuguesa, que recuerda irresistiblemente el estilo y las actitudes de Margaret Thatcher.
No hay pecado
Con Cavaco Silva, tener ¨¦xito y enriquecerse, lejos de ser pecado, es virtud y deber de buen portugu¨¦s.La pol¨ªtica, desde su punto de vista, se reduce a una dicotom¨ªa sencilla: se est¨¢ con ¨¦l o se est¨¢ contra ¨¦l, contra Portugal y contra el progreso.
Cuando el pasado el 15 de julio festej¨® su 48 cumplea?os, los periodistas que lo acompa?aban le ofrecieron un par de gafas, "para dejar de confundir m¨ªtines banales con m¨ªtines fabulosos", y un carn¨¦ de aspirante a periodista por sus frecuentes cr¨ªticas al trabajo de los profesionales de la informaci¨®n.
El primer ministro, un tanto mosqueado por la irreverencia, pregunt¨®, no sin humor, si los informadores no estaban cometiendo el mismo error que los pol¨ªticos que subestimaron sus cualidades de dirigente pol¨ªtico que despu¨¦s vienen a quejarse de la competencia.
Hace menos de dos a?os, Mario Soares, a pesar de toda su experiencia, juzgaba que el fen¨®meno Cavaco era un "epifen¨®meno", algo fortuito y pasajero.
En tres semanas de campa?a, Cavaco no ha ofrecido nada ni prometido nada, salvo seguir gobernando como lo hizo en los ¨²ltimos 18 meses.
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