Palabra
Mientras seguimos ri¨¦ndonos de estos cazurros norteamericanos, vamos a contar mentiras: Hart renunci¨® a la carrera presidencial por acostarse con quien no deb¨ªa, Edward Kennedy tambi¨¦n renunci¨® porque se puso nervioso un d¨ªa, Nixon perdi¨® el sill¨®n por colocar micr¨®fonos a la competencia y ahora el Congreso persigue a Ronald Reagan por vender armamento.Si hay que decir la verdad, los cuatro norteamericanos tienen algo en com¨²n: la certeza o la sospecha de mentir al ciudadano. Nixon dijo que espiaban sin su conocimiento. El Congreso demostr¨® lo contrario. Kennedy tampoco sab¨ªa nada de la chica que iba en su coche cuando se cayeron al r¨ªo. Hart fue el m¨¢s intr¨¦pido. Quiso acabar en siete d¨ªas con un largo historial de infidelidades. En una semana le demostraron lo que ¨¦l se empe?aba en negar, y que la opini¨®n p¨²blica conoc¨ªa y asum¨ªa.
Ahora, el Congreso parece aceptar que Ronald Reagan es un incompetente, pero que no miente.
La mentira de un pol¨ªtico norteamericano fue castigada siempre con su eliminaci¨®n p¨²blica. Por eso, Reagan ha preferido quedar como tonto antes que como fulero. Aqu¨ª no somos tan radicales. En Espa?a se practica la sordera o la incredulidad. Si es dif¨ªcil que un pol¨ªtico dimita por bruto, resulta imposible que se vaya por mentiroso. La ¨²nica defensa del espa?olito es el escepticismo.
?Qui¨¦n se cree una encuesta, el ¨ªndice mensual de inflaci¨®n, el descenso del paro, el aumento de las reservas? ?Qui¨¦n se cree una sola promesa electoral? Narc¨ªs Serra hubiera durado en Estados Unidos menos que un p¨®lipo en las tripas de Reagan. Cu¨¢ntas veces neg¨® la venta de armas a Chile y cu¨¢ntas veces se demostr¨® que ment¨ªa. En Espa?a, la mentira es un h¨¢bito, y el silencio, una mala educaci¨®n. No comment es anglosaj¨®n; quien calla, otorga, espa?ol.
Es la radical diferencia entre el mundo anglosaj¨®n y el latino. Ellos colocan el honor en la lengua y nosotros en la entrepierna. Es m¨¢s gracioso.
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