La guerra llega a La Meca
EL ENFRENTAMIENTO entre Ir¨¢n e Irak que data del verano de 1980, y que parece hallarse en un eterno punto muerto en la zona fronteriza de ambos pa¨ªses, se hab¨ªa convertido en las ¨²ltimas semanas en una pugna, por el momento m¨¢s diplom¨¢tica que militar, en las aguas del Golfo, tras la decisi¨®n de los Estados Unidos de proteger a los barcos de Kuwait contra la acci¨®n de algunos de los beligerantes, es decir, Ir¨¢n.Un nuevo y singular cambio de escenario de la contienda se ha producido, sin embargo, el pasado fin de semana con los disturbios en los lugares sagrados del islam en La Meca, en los que la agitaci¨®n de los peregrinos iran¨ªes degener¨® en una matanza de propios y extra?os, contra los que la polic¨ªa saud¨ª se comport¨® con particular contundencia.
Las autoridades saud¨ªes acusan a los peregrinos de haber provocado los altercados, y en algunos medios se especula con que los shi¨ªes hubieran pretendido asaltar la Gran Mezquita de la capital isl¨¢mica, repitiendo la tentativa de 1979 en la que integristas del Cor¨¢n ocuparon durante unos d¨ªas el recinto religioso. No es preciso en esta ocasi¨®n, ni tampoco probable a la vista de que es dif¨ªcil hablar de una operaci¨®n militar cuidadosamente preparada como entonces, que Teher¨¢n haya planeado deliberadamente la agitaci¨®n, para percibir hasta qu¨¦ punto Ir¨¢n tiene en su mano la capacidad de exportar alg¨²n tipo de guerra a sus vecinos cuando se siente presionado, como acontece en estos momentos en el Golfo.
En este sentido, los disturbios de La Meca adqu¨ªeren todo el car¨¢cter de una advertencia para los virtuales aliados de Irak en la guerra, notablemente Arabia Saud¨ª y Kuwait, de que su alineamiento con el r¨¦gimen de Bagdad presenta flancos de f¨¢cil explotaci¨®n a favor de la existencia de importantes minor¨ªas shi¨ªes o simplemente de integristas isl¨¢micos en estos pa¨ªses. Al mismo tiempo, el asalto de las turbas a las embajadas saud¨ª, kuwait¨ª y, para hacer el completo, tambi¨¦n la francesa en Teher¨¢n sirve como recordatorio a las flotas occidentales que controlan el Golfo de que cualquier tipo de acci¨®n sobre objetivos iran¨ªes podr¨ªa sufrir una dura represalia sobre sus establecimientos diplom¨¢ticos. La evidencia de que las fuerzas de seguridad iran¨ªes s¨®lo intervinieron para despejar la situaci¨®n, una vez que los manifestantes hubieron demostrado que la calle era suya, parece probar, por otra parte, que Teher¨¢n no renuncia a la utilizaci¨®n de cuantas armas est¨¦n en su mano para extender la batalla militar convirti¨¦ndola en revuelta callejera de exportaci¨®n.
El gran peligro actual es el de que ese escalonamiento progresivo del conflicto, de la guerra terrestre a la mar¨ªtima, y ulteriormente a la agitaci¨®n en un pa¨ªs vecino, prenda la mecha de los disturbios civiles en los pa¨ªses ribere?os del Golfo. Desde ese punto de vista, es a¨²n m¨¢s preocupante la decisi¨®n de Washington de presionar a uno de los dos bandos, m¨¢xime cuando parecen ser fundamentalmente razones de pol¨ªtica interior -la necesidad del presidente Reagan de demostrar que el esc¨¢ndalo del Irangate no ha paralizado la iniciativa exterior de su Administraci¨®nlas que se hallan detr¨¢s de la presencia militar norteamericana en el Golfo.
Ir¨¢n ha sabido manipular una serie de acontecimientos exteriores, como en su momento la decisi¨®n de Washington de acoger al depuesto -y ya difunto- sha para recibir tratamiento m¨¦dico en Estados Unidos, para fines de pol¨ªtica interior. El asalto y toma de rehenes en la Embajada de Estados Unidos en 1979 sirvi¨® para resolver una lucha por el poder en la que Jomeini se ve¨ªa presionado por la radicalizaci¨®n revolucionaria, que desvi¨® hacia la tensi¨®n con el Gran Sat¨¢n norteamericano. De la inisina forma, la masacre de La Meca puede ahora ser instrumentada para reavivar el sentimiento de naci¨®n acosada, pero inasequible a la presi¨®n enemiga, que prosigue la lucha hasta obtener la victoria, y que sirva para distraer a las fuerzas rivales que en los ¨²ltimos tiempos han estado tornando posiciones ante una eventual sucesi¨®n del imam Jomeini. El s¨ªndrome de pa¨ªs sitiado siempre ha tenido fulminantes efectos sobre el fervor nacionalista de la propia opini¨®n p¨²blica,
La mediaci¨®n de las Naciones Unidas, pese a ser perseguida tenazmente por el secretario general, Javier P¨¦rez de Cu¨¦llar, no ha dado frutos, fundamentalmente, por las exigencias irarl¨ªes de que se liquide el r¨¦gimen de Sadam Hussein en Bagdad como corolario de la paz. Pero la acci¨®n y reacci¨®n de la guerra en tierra, en el mar con la intervenci¨®n de potencias extranjeras en el Golfo, y ¨²ltimamente la agitaci¨®n en los pa¨ªses ribere?os, subrayan la evidencia de que s¨®lo la acci¨®n de los organismos internacionales puede sentar las bases de un alto el fuego que detenga la matanza y sofoque las tensiones que pudieran conducir a una extensi¨®n del conflicto.
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