La m¨¢s alta calidad
A la vista de las pruebas y los resultados del IX Concurso Internacional de Piano Paloma O'Shea, cabe establecer una primera valoraci¨®n de car¨¢cter general: el nivel de calidad constituye, sin duda, el punto m¨¢s alto en la historia de esta ya internacionalmente prestigiosa competici¨®n. El p¨²blico santanderino ha podido escuchar y aplaudir a una serie de verdaderos concertistas, muchos de ellos galardonados ya en otros cert¨¢menes importantes. Resulta apasionante medir no s¨®lo el ¨ªndice de m¨¦ritos, sino tambi¨¦n la variedad de t¨¦cnica y estilo que distingue a todos y cada uno de los premiados y aun a muchos de los que no han llegado a serlo, pero demostraron una formaci¨®n, un instinto y una comunicatividad expresiva excelentes.
El ganador del primer gran premio, el americano David Allen Wehr, posee una t¨¦cnica electrizante y una rica matizaci¨®n sonora que le lleva desde los grandes fort¨ªsimos hasta los pian¨ªsimos m¨¢s refinados y expresivos con suma facilidad. Este pianista, participante en el Paloma O'Shea hace 10 a?os, inicia una carrera a cuyo brillo contribuir¨¢n los 120 conciertos que dar¨¢ por todo el mundo como consecuencia del premio recibido.
El auditorio, en pie
Muy diversificada resulta la personalidad del sovi¨¦tico Sergei Yerojin, disc¨ªpulo en Mosc¨² de un artista bien conocido en Espa?a, Dimitri Baskilov. Su concierto primero de Liszt puso en pie al auditorio al reunir tres virtudes fundamentales: fantas¨ªa, potencia y espontaneidad. Una obra como ¨¦sta, concebida de un tir¨®n, tan apretada de forma y en la que el virtuosismo se convierte en sustancialidad musical, encontr¨® en Yerojin un traductor verdaderamente fascinante, un pianista que junta muchas de las virtudes peculiares del pianismo actual y del tradicional.
Tercer gran premio: Bernd F. Glemser, de la Alemania Occidental. Es f¨¢cil situar a este int¨¦rprete dentro de la gran l¨ªnea que caracteriza la escuela germ¨¢nica de piano, tanto por. el rigor y la mesura en la forma y la expresi¨®n cuanto por el impulso que anim¨® toda su interpretaci¨®n del segundo concierto de Brahms. No cae Glemser en ret¨®rica alguna que no haya sido propuesta por el compositor y, al mismo tiempo, sabe extraer de la dif¨ªcil partitura esos ¨ªntimos secretos procedentes del lied, especialmente en el enfrentamiento entre la grandiosidad del primer movimiento y el lirismo ¨ªntimo del segundo.
Tanto el sovi¨¦tico Pavel Nersesjan como el chino Xiang-Dong Kong contaron con muchos adeptos. Bien lo merecen ambos por su arte fresco y juvenil, que si en el ruso, sin dem¨¦rito de lo virtuosista, ingresa en el mundo de la poes¨ªa m¨¢s ¨ªntima, en el chino camina por v¨ªas de un preciosismo sonoro y una fantas¨ªa compatibles con la gran potencia exigida por el primer concierto de Brahms. Nersesjan eligi¨® el Concierto en sol mayor de Mauricio Ravel que, aun enfrentado con los dos de Brahms, provoc¨® muy largas ovaciones del p¨²blico que llen¨® la plaza porticada.
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