10 segundos de silencio
Jim¨¦nez / Manzanares, Ni?o de la Capea, CepedaJOAQUIN VIDALLas cuadrillas y el p¨²blico guardaron 10 segundos de silencio, en memoria de Manolete, muerto hace 40 a?os. Este silencio fue muy particular: conclu¨ªdo el pase¨ªllo, cada cual de los actores se march¨® por ah¨ª, a lo suyo; unos cabalgando percherones cansinos camino del patio-cuadrillas, otros a cambiar la seda por el percal.
Alguien debi¨® de advertirles que eso no era as¨ª, y los matadores celebraron c¨®nclave. De sus deliberaciones result¨® la decisi¨®n de guardar el minuto de silencio y Manzanares lo advirti¨® a las cuadrillas. Monteras y castore?os en mano los del ruedo, de pie la gente del tendido, empez¨® solemnemente el minuto de silencio. Pero 10 segundos despu¨¦s -ni uno m¨¢s, qu¨¦ cosas-, un impaciente espectador rompi¨® a aplaudir, otros le siguieron, y volvi¨® la algarab¨ªa de las conversaciones a gritos, el tach¨ªn de las charangas, los vendedores de cerveza voceando su mercanc¨ªa; en fin, la fiesta, que en San Sebasti¨¢n de los Reyes, o es ruidosa, o no es.
Toros de Bernardino Jim¨¦nez, desiguales de presencia y juego
Manzanares: media (silencio); pinchazo, estocada corta y descabello (palmas y saludos). Ni?o de la Capea: estocada ladeada y rueda de peones (silencio); estocada (aplausos y saludos). Fernando Cepeda: pinchazo hondo (oreja); pinchazo hondo tendido y dos descabellos (aplausos); se lesion¨® un pie como consecuencia del pisot¨®n de un toro. Plaza de San Sebasti¨¢n de los Reyes, 28 de agosto. Cuarta corrida de feria.
En los minutos de silencio taurinos siempre hay alg¨²n impaciente que rompe a aplaudir antes de tiempo. Ocurri¨® hace poco en Las Ventas, con motivo de la muerte de Pepe C¨¢ceres. Entonces el silencio fue de 20 segundos. Es decir, que cada vez se reducen m¨¢s los minutos de silencio, igual que el toreo se reduce. Antes la lidia era puyazos, quites, banderillas, faenas de muleta; ahora es derechazos. Antes, el minuto de silencio eran 60 segundos; ahora es un suspiro.
Manolete tuvo ayer un recuerdo formal -siquiera fuese de 10 segundos- porque era de ley ofrecerle ese homenaje, pero el influjo de su personalidad y de su toreo no han dejado jam¨¢s de estar presentes en estos ¨²ltimos 40 a?os. El toreo contempor¨¢neo de uso corriente es hijo natural del manoletismo, lo mismo en la t¨¦cnica de cada suerte que en la concepci¨®n global de la lidia. Manolete demostr¨® que se pod¨ªa triunfar, incluso con estr¨¦pito, sin torear bien de capa, sin intervenir en quites, sin ajustarse a los c¨¢nones del toreo, sin repertorio.
Esta demostraci¨®n tuvo resquebrajaduras, pues los aficionados no lo ve¨ªan tan claro, y pasada la novedad del Monstruo que hab¨ªa irrumpido con una contrarrevoluci¨®n fundamentada en la est¨¦tica de la verticalidad, empezaron a exigirle m¨¢s hondura (y m¨¢s toro, qu¨¦ paradoja). La ¨²ltima temporada de Manolete no fue, precisamente, un camino de rosas: los p¨²blicos le recriminaban con severidad su estilo. Sin embargo lleg¨® la tragedia y cambi¨® el curso de la historia: la muerte en las astas de un Miura convirti¨® en h¨¦roe al hombre y legitim¨® su escuela.
Pegar pases
Los Manzanares, Ni?o de la Capea y tantas otras figuras que torean fuera de cacho, de perfil, y a¨²n retorciendo el cuerpo por su astuto empe?o en esconder la pierna contraria y meter la muleta en el ojo de all¨¢ del toro, hacen uso de la licencia que obtuvo Manolete en su ¨¦poca y magnific¨® su tr¨¢gica muerte: en vez de torear, pegan pases. Ayer, en San Sebasti¨¢n de los Reyes, lo hac¨ªan as¨ª -naturalmente, no iba a ser una excepci¨®n, a estas alturas-. Y lo que te rondar¨¦... A¨²n a despecho de que la emoci¨®n y la belleza se encuentren en el toreo puro, en el que ensay¨® Fernando Cepeda, con su apagadito y boyante tercer toro, al que instrument¨® algunos redondos pur¨ªsimos y ayudados por bajo de antolog¨ªa.
Distinta, cuesti¨®n es el ¨¢nimo que tra¨ªa cada uno de los diestros. Manzanares pareci¨® no tener otro prop¨®sito que cubrir el expediente, tanto con la especie de rata, por a?adidura inv¨¢lida, que abri¨® plaza, como con el torote cornal¨®n que sali¨® en cuarto lugar. Pierna atr¨¢s, pico, rectificar terrenos, y, tambi¨¦n, oficio para liquidar el tr¨¢mite con facilidad y cierto toque de distinci¨®n. A Ni?o de la Capea le correspondieron toros deslucidos: uno que, apenas amagar la embestida, se quedaba lelo, mirando para Alcobendas; otro que tuvo un ratito de nobleza y luego se vino abajo. Intent¨® pases al lelo y se los dio al noble (cuando noble) sin excesiva enjundia.
El peor toro, con cuajo, muy armado para mayor inquietud, sali¨® en sexto lugar. Cepeda lo mulete¨® valiente, consinti¨® y oblig¨® en una tanda de derechazos, porfi¨® otros con pundonor y riesgo. Cepeda dej¨® en el ambiente un regustillo de torer¨ªa; la que dimana de la tauromaquia cl¨¢sica, cuando hay cabeza para entenderla, coraz¨®n para ejecutarla y sensibilidad para dotarla de una personal interpretaci¨®n art¨ªstica. Que 40 a?os despu¨¦s de la gran contrarrevoluci¨®n manoletista a¨²n surjan j¨®venes toreros asumiendo la complicaci¨®n y el riesgo del torero aut¨¦ntico, parece un milagro.
Babelia
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