El silencio de las pe?as

Ortega / Dom¨ªnguez, Mora, Arag¨®n

Toros de Jos¨¦ Ortega, con trap¨ªo, inv¨¢lidos y mansos. Roberto Dom¨ªnguez: ovaci¨®n en los dos. Juan Mora: ovaci¨®n; oreja. Carlos Arag¨®n Cancela: ovaci¨®n; palmas. Plaza de Colmenar, 31 de agosto. Tercera corrida de feria.

El aburrimiento y sopor invadieron los tendidos. Hasta los componentes de las ruidosas pe?as semejaban tristes y silenciosas monjas de clausura. Las ovaciones nunca restallaron entre el p¨²blico, s¨®lo tibias palmitas. Los responsables de tan mustia tarde fueron los torazos de Ortega, tan grandes como mansurrones e inv¨¢lidos. A excepci¨®n del quinto. ?ste, un morlaco alto de agujas, enmorrillado, y con la badana lamiendo la arena, sali¨® altivo y aguerrido.Despu¨¦s fue el ¨²nico que recarg¨® y se entreg¨® en la primera vara. Tras ella, mir¨® ufano y desafiante de nuevo al percher¨®n, escarb¨® la arena, mugi¨®..., fu¨¦se y no hubo nada. Puro espejismo. En el ¨²ltimo tercio se convirti¨®, al igual que sus hermanos, en un marmolillo, a la defensiva y con peligro.

Juan Mora utiliz¨® la t¨¦cnica extractiva. A base de encunarse le rob¨® los ¨²nicos pases enjundiosos de la corrida. El arte cascabele¨® en el ruedo por un momento. Con su otro enemigo, un playero chorreao, estuvo encorajinado y valiente. Pero sin extracci¨®n. En el mismo caso se encontraron Dom¨ªnguez y Cancela. Se cansaron de intentar torear a aquellos mulos hasta que tambi¨¦n se aburrieron. Al finalizar el festejo los pe?istas se dirigieron al ferial en busca de argumentos para desahogar sus recias gargantas.