Madonna y los nuevos demagogos ALAIN FINKIELKRAUT
Las recientes im¨¢genes del recibimiento del primer ministro franc¨¦s, Jacques Chirac, a la cantante norteamericana Madonna, ante su concierto de Par¨ªs, y otros comportamientos de los pol¨ªticos frente a la juventud, sirven al autor para reflexionar en torno a la seducci¨®n de los j¨®venes ciudadanos.
Seducir a la juventud: desde el movimiento estudiantil de diciembre, esta consigna rige el comportamiento tanto de la izquierda como el de la mayor¨ªa. Al contemplar la pugna demag¨®gica de que ha sido objeto el concierto de Madonna, uno se inclina, justamente, a pensar que los adolescentes ser¨¢n los ¨¢rbitros del pr¨®ximo per¨ªodo presidencial. Evidentemente, el voto a los dieciocho a?os hace que muy a menudo se entre en la ciudadan¨ªa antes de entrar en la vida activa y antes de romper, por medio de otras experiencias y decisiones, la homogeneidad del mismo grupo de edad. Y los candidatos al poder, democr¨¢tico deben tener en cuenta las aspiraciones de todos los grupos que componen la colectividad, ya que les pedir¨¢n sus votos. Por el contrario, lo que se justifica much¨ªsimo menos es ofrecerles a los j¨®venes un gran espect¨¢culo de luz y sonido como respuesta a sus manifestaciones de hace unos meses y en recompensa a la buena universidad que jam¨¢s tendr¨¢n.En lugar de dirigirse a la raz¨®n de estos nuevos electores present¨¢ndoles el mejor argumento posible; en lugar a¨²n de hablarles el idioma del inter¨¦s, se busca satisfacer sus apetencias m¨¢s fr¨ªvolas como si carecieran de inteligencia, s¨®lo les impulsara una gran avidez y no fueran otra cosa que m¨¢quinas de vivir. Se trata as¨ª, como a ni?os, precisamente a aquellos a quienes se les est¨¢ aclamando su ruidoso acceso a la mayor¨ªa de edad pol¨ªtica.
CinismoSin embargo, si se quiere ser absolutamente justo, ese cinismo gubernamental tiene circunstancias atenuantes. Consideremos por un instante que J. Chirac actuara como le obliga la ley y que hubiera cedido ante la medida de interdicci¨®n impuesta por el alcalde de Sceaux contra el concierto de Madonna. Habr¨ªa tenido entonces que elegir un lugar capaz de acoger a 120.000 personas, completamente seguro y sin el riesgo de sufrir da?os permanentes ocasionados por la presencia de una multitud tan enorme. Tales lugares existen, pero los organizadores, ebrios de su poder y movidos por consideraciones exclusivamente comerciales, hab¨ªan anticipado: ser¨¢ Sceaux o nada. Al ver la forma un¨¢nimemente despectiva con que la Prensa interpret¨® los escr¨²pulos ecol¨®gicos del alcalde de Sceaux, es posible hablar con total certeza que la prueba de fuerza habr¨ªa concluido con una derrota del Gobierno: el primer ministro habr¨ªa sido acusado de persistir en su odio visceral hacia la juventud y su cultura, se habr¨ªa dicho que censura a Madonna porque tiene la costumbre de tirar su peque?o calz¨®n a sus admiradores, y como de la persecuci¨®n de los peque?os calzones al rechazo de extranjeros no hay m¨¢s que un paso, todo era posible...
En 1984, 100.000 personas salieron a la calle para defender la libertad, es decir, el derecho que se hab¨ªa atribuido NRJ (coorganizador del concierto de Madonna) de emitir a una potencia ochenta veces superior a la que autoriza la ley, interfiriendo as¨ª la sinton¨ªa de France-Musique y de France-Culture, esas radios para viejos. Era antes de la Primavera de diciembre y las manifestaciones contra la reforma de la ley de nacionalidad. Como dice la publicidad del ¨²ltimo disco de Michael Jackson, "Hay cosas contra las que nada puede hacerse".
Receloso, el primer ministro sab¨ªa que la alianza actual del show-business (espect¨¢culo) de la Prensa y la juventud formaba parte de esas cosas y, para no ser superado otra vez por los acontecimientos, decidi¨® tomar directamente la iniciativa. Sucesivamente, y sin interrupci¨®n, anunci¨® una disminuci¨®n del IVA sobre los discos, prometi¨® una emisora musical, present¨® a su hija como portavoz del lobby de los j¨®venes en Matignon, autoriz¨® ilegalmente la realizaci¨®n del concierto en el parque de Sceaux y oblig¨® a todos sus ministros cuarentones y obedientes a estar presentes, con la sonrisa en los labios, en el espect¨¢culo del nuevo ¨ªdolo planetario: "Divert¨ªos vosotros los j¨®venes y ma?ana votad por m¨ª".
Mimos en la edad dif¨ªcil?Ser¨¢n recompensados tantos esfuerzos? Nadie puede decirlo a¨²n, pero en caso de que esta gran ofensiva de seducci¨®n fracasara, uno puede estar seguro de que a partir de ahora los admiradores del individualismo democr¨¢tico se extasiar¨¢n de ver al pueblo adolescente hacer cantar a los pol¨ªticos y proseguir con sus objetivos personales, sin considerar para nada las otras posiciones, exactamente igual a como los marxistas sectarios glorificaban ayer, bajo el nombre de autonom¨ªa, la supuesta indiferencia de la clase obrera en pro del inter¨¦s general o de los valores universales.
Este razonamiento resultar¨ªa odioso si no estuviera acompa?ado por una oda a la sensibilidad ¨¦tica y antirracista de la juventud contempor¨¢nea. Para los nuevos demagogos, los j¨®venes encarnan, en efecto, la vida y la virtud a la vez. Saltarines como la pantera de Radio NRJ, impulsivos como Beatriz Dalle en la audici¨®n 37? 2 por la ma?ana, tambi¨¦n constituyen, y de manera inesperada, una generaci¨®n moral. La experiencia de este siglo tendr¨ªa que habernos prevenido contra esta incre¨ªble confusi¨®n: en nombre de la vida impetuosa y salvaje, desde no hace mucho, se han trastocado los principios fundamentales de la civilizaci¨®n. Es decir, o somos una fuerza pura que avanza sin otra meta que sus propias necesidades y su propio dinamismo, 0 somos individuos capaces de tener una moral. Sin embargo, nadie puede proclamar ser ambas cosas a la vez.
Por este motivo vemos a Jack Lang aplaudiendo las victorias sucesivas logradas por la invencible armada de los simpatizantes del rock, al jefe del Gobierno recibiendo pomposamente a Madonna en el hotel Matignon y, pasando por las diversas bandas que proliferan en la mayor¨ªa, el espect¨¢culo de los pol¨ªticos convertidos en mimos y, cortejantes de la edad dificil, no es s¨®lo grotesco: desanima un poco m¨¢s a los j¨®venes a alejarse de la imagen que de ellos les ofrece constantemente la sociedad publicitaria, o sea, la de la vida en su inmediatez voraz y triunfante.
Traducci¨®n de C. Scavino.
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