Susan Sontag: "?Todo es tan interesante!"
Una mujer empe?ada en cruzar las fronteras de los g¨¦neros
Susan Sontag llega puntual a la cita, se sienta y comienza a hacer preguntas, y hay que detenerla, pues la entrevistada es ella. Como buena periodista, hila a partir de un acento o el color de un mueble, y profundiza con la tenacidad y sistema que caracterizan, con una muy diversa curiosidad, su pensamiento. "?Todo es tan interesante!", exclama, y los ojos le brillan; tambi¨¦n pueden sonre¨ªr con iron¨ªa, o ennegrecerse de c¨®lera, lo que seg¨²n su editor es signo de confianza. La c¨®lera le llega no s¨®lo cuando habla de la pol¨ªtica de su pa¨ªs -que describe sin ninguna autocensura-, sino tambi¨¦n de la cultura oficial norteamericana. "La desprecio", dice; pero a?ade: "Tengo el coraz¨®n roto por ello. Detesto ser una marginada".
En un encuentro previo, Sontag ha explicado que existen dos tipos de escritores, los que hablan de su obra y los que no lo hacen, y que ella pertenece al segundo grupo. En realidad, su pudor es m¨¢s grande: la autora de Sobre la fotograf¨ªa elude cuando puede las fotos, que nunca toma, no lee las cr¨ªticas que hacen sobre ella ni tampoco las entrevistas, pues le parece que "no han sido escritas para m¨ª. Tengo la impresi¨®n de que me falsifico cuando hablo de m¨ª misma. Mi lenguaje es la escritura, y no hablo de la forma como escribo. Hablar de lo que uno escribe es un nivel inferior de comunicaci¨®n".En los ¨²ltimos meses, Sontag ha trabajado en un estudio sobre la pintura holandesa, sus recuerdos de Thomas Mann, al que conoci¨® de joven en California, la conferencia que dict¨® el jueves en Madrid en un ciclo sobre el cuerpo, un ensayo sobre la imagen del Vesubio en la pintura italiana del siglo XVIII, el viaje de Andr¨¦ Gide a la Uni¨®n Sovi¨¦tica en 1937 y un ensayo sobre Trist¨¢n e Isolda que deber¨¢ publicarse en el estreno de esta ¨®pera por la primera y nueva Opera de Los ?ngeles. Gran aficionada a Wagner, ten¨ªa varias ideas sobre el m¨²sico, pero para ordenarlas en 12 folios ha empleado cerca de tres semanas.
Es dif¨ªcil definir a Sontag, pues su variedad de intereses la ha hecho viajar no s¨®lo por varios g¨¦neros literarios, principalmente el ensayo (La enfermedad y sus met¨¢foras, Contra la interpretaci¨®n), la novela (El benefactor, Instrumental de muerte), el relato (Yo, etc¨¦tera) o el periodismo (Viaje a Hanoi), sino tambi¨¦n por el cine (Duelo de can¨ªbales, Hermano Carl, Tierra prometida).
Escindida durante mucho tiempo entre el ensayo, que viv¨ªa como trabajo, y la narraci¨®n, como placer, la b¨²squeda de Sontag se centra ahora en una narrativa que permita la idea. Una preocupaci¨®n, como se ve, m¨¢s propia de la tradici¨®n narrativa europea que de la americana, donde los g¨¦neros tienden a separarse con un cuchillo afilado.
Esta lista de intereses puede dar una imagen de confusi¨®n, pero no debe. "Me gusta ver ad¨®nde se llega", dice Sontag sobre sus muy varios intereses; siempre se llega a alguna parte". La escritora recibe como un ni?o la propuesta de una idea: "Digo ?Ah! Juguemos".
No son escritores
A sus 54 a?os, Sontag vive en un min¨²sculo apartamento con aspecto de librer¨ªa en el borde mismo del Village, el barrio oficialmente bohemio de Nueva York, en las primeras calles de Manhattan. Y no vive en el centro mismo del barrio porque no dispone del dinero suficiente. Una confesi¨®n sorprendente para quien sepa de su decena de obras, traducidas a varios idiomas."Pr¨¢cticamente nadie vive de la literatura en Estados Unidos", dice, y cuando se intenta corregirla y se le mencionan los cientos, quiz¨¢ miles, de autores que s¨ª viven de ella, ¨¦se es uno de los momentos en que se le oscurece la mirada. "No hacen literatura", dice sencillamente. No tiene nada en contra de que la gente se distraiga, explica, pero esos escritores -y entre ellos incluye a una Agatha Christie por ejemplo-, no tienen nada que ver con la literatura. "No son escritores, sino productores de objetos de consumo".
Sorprende la primera vez que uno escucha a Sontag proferirlo que algunos ahora considerar¨ªan blasfemia. Por ejemplo, meter a Dashiell Hammet o James M. Cain, dos grandes grand¨ªsimos de la novela negra -seg¨²n los pont¨ªfices del g¨¦nero-, en ese inmenso purgatorio de lo que no considera literatura. Estos dos autores son otra prueba de lo que Sontag llama "esnobismo de intelectual europeo". Seg¨²n ella, se ha creado un gigantesco mito en torno a la Am¨¦rica de los a?os cuarenta, despu¨¦s de que Andr¨¦ Gide, seguido por Albert Camus y otros, aclamara a Hammet como el "mejor escritor norteamericano de su tiempo".
Casi todos los que ella considera escritores viven en Estados Unidos de dar clase en las universidades o, como ella, de dar conferencias. En su opini¨®n, "los autores serios no pueden ganar dinero". Ella no da clases -las ha dado- porque "desaparecen en el aire", explica vagamente. Si tuviera dos o tres vidas es posible que dedicara una a ense?ar. Pero s¨®lo tiene una. Escribe en revistas de prestigio que no pagan demasiado bien, y sus libros tienen ¨¦xito de cr¨ªtica pero no suman grandes tiradas. "No estoy interesada en el dinero", dice Sontag; "me gustan las situaciones que respeto".
Es evidente en ella un sentido casi atl¨¦tico de autoexigencia, y una incapacidad para el pacto. Por ejemplo, no se presta a hablar por televisi¨®n. Por ejemplo, vive en Nueva York, ciudad dif¨ªcil y no muy c¨®moda si no se tiene dinero; "pero es bueno vivir inc¨®modamente", murmura para s¨ª como en una reflexi¨®n estoica. Sus ingresos principales provienen de sus conferencias.
Nueva York
De todas formas, esta escritora que conoce Italia, Francia y Suecia como s¨®lo puede conocerlos un residente, no un turista, prefiere de todo el mundo Nueva York para vivir. Y lo que m¨¢s le gusta de Nueva York, dice, es la multitud de extranjeros y que sus amigos europeos terminen siempre por visitarla.Parece contenta en Espa?a, adonde vuelve con cierta constancia. Ella dice que Espa?a es "uno de los pocos pa¨ªses en donde no te sientes triste. Aqu¨ª no te dejas caer en el asiento (amaga el gesto) haciendo uff (suspira)". Entonces Sontag coge la oportunidad y ya no desiste de hacer las muchas preguntas que se aguanta desde el comienzo, entre otras cosas porque no le gustan las entrevistas y le gusta hacer como si fuese una charla normal, le encanta charlar. Adem¨¢s tiene gran curiosidad por confirmar, desmentir, matizar la infinidad de ideas que le han crecido desde que lleg¨® en un avi¨®n de madrugada. "?Es cierto que...?"
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