Dos "pibes" de mil a?os
Son de la misma generaci¨®n y crecieron separados por un mismo mar; los separ¨® a¨²n m¨¢s la injusticia del origen, pero los uni¨® para siempre el pelotazo invisible de la pasi¨®n futbol¨ªstica. Ni los comparo ni los equiparo; sencillamente, los asoci¨® a una idea limpia de entender el f¨²tbol y una manera m¨¢gica de practicarlo. Cautivan grandiosas ilusiones colectivas desde proporciones distintas, manejan d¨®lares por millones, son los due?os de todos los titulares y se siguen poniendo tristes cuando no juegan bien.A Butrague?o nada le oblig¨® a ser p¨ªcaro. Arranc¨® con ventaja desde el principio, pero no se abrig¨® nunca en facilidades. Se encontr¨® con el f¨²tbol a la hora del recreo en el patio de un exclusivo colegio del centro de Madrid y su talento solucion¨® r¨¢pidamente los problemas derivados de la falta de espacios para un exceso de piernas. Desde entonces no necesita espacios, los inventa; 30 cent¨ªmetros de luz le alcanzan para aplicar su sentido exacto y hermoso de la pausa y de la aceleraci¨®n. Recibe de espaldas y, ?halehop! ya est¨¢ de frente. El ¨¢rea es su feudo, y es ah¨ª donde saca el carn¨¦ de sublime, cuando, rodeado de piernas nerviosas y carn¨ªvoras, abandona la pelota y baja los brazos como si se entregara. No le crean; en realidad, no se entrega: lo que est¨¢ haciendo este incorregible encantador de serpientes es una r¨¢pida sesi¨®n de hipnosis y, cuando est¨¢n mansitos, se conecta directamente en quinta velocidad, para aparecer, sano y salvo, en el ¨²nico lugar en donde, extra?amente, no hay nadie. Si hay suerte, la jugada termina en gol, pero de otro, porque ¨¦l, como Bochini, de esas groser¨ªas no parece querer ocuparse.
En el barrio donde naci¨® Maradona los padres se suben a los colectivos a las seis de la ma?ana y se bajan de los colectivos a las diez de la noche porque ser digno cuesta tiempo y fatiga. Pibes descalzos que juegan al f¨²tbol en potreros desparejos ven en una pelota el s¨ªmbolo que los distrae de desgracias presentes y les promete un escape futuro.
Exportar asombro
En esa f¨¢brica de habilidad, Diego le puso t¨¦cnica a su imaginaci¨®n ("no hay genio sin t¨¦cnica", nos dej¨® Pablo Picasso) y desde muy joven se puso a exportar asombro. Es distinto porque todo lo hace bien y lo hace bello y es inexplicable porque no responde a ninguna computaci¨®n. Cualquier lugar de la cancha parece su sitio natural; su pierna izquierda rectifica en la ¨²ltima fracci¨®n de segundo; cuando parece que frena, arranca, y cuando parece que arranca, frena. Anda por las canchas desafiando las leyes del equilibrio y anda por el mundo regalando felicidad. Ser su compa?ero es peligroso, porque su magia te hace olvidar el protagonismo convirti¨¦ndote en espectador. Hasta cara de bobo te deja. Me hacen recordar el tango, porque son dos pibes de mil a?os que a veces juegan goteando y a veces juegan a chorros, pero que siempre emplean artes nobles para rescatar el f¨²tbol de la mediocridad.
En el Real-N¨¢poles ninguno de los dos logr¨® lucir. Se encontraron, despu¨¦s del partido, en un restaurante de Madrid y se saludaron t¨ªmidamente. No importa que la vida haya obligado a Diego a salir desde atr¨¢s y le haya (lado al Buitre la pole position. Los dos estaban igualmente tristes y a los dos les dol¨ªa exactamente el hueco que tiene asignado el orgullo. Hoy, en San Paolo, dos genios con el orgullo herido tendr¨¢n su segunda oportunidad. Puede pasar cualquier cosa. Si al final r¨ªen, ser¨¢ porque todos nos hemos divertido.
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