V¨ªctimas de la droga
EL CONGRESO de los Diputados ha comenzado a debatir la nueva legislaci¨®n penal sobre la droga. El proyecto de ley gubernamental prev¨¦ una agravaci¨®n de las penas para los traficantes, medida que responde, m¨¢s que a exigencias de pol¨ªtica criminal, a razones de oportunismo pol¨ªtico ante las presiones de determinados sectores sociales. Un aspecto nuevo y ciertamente eficaz del proyecto es el que articula una serie de mecanismos para perseguir penalmente el blanqueo de los ingentes beneficios que la droga proporciona a los traficantes. La nueva legislaci¨®n ofrece una salida a la v¨ªctima de la droga, es decir, al peque?o traficante-consumidor que participa en el ¨²ltimo eslab¨®n de la cadena y que llega all¨ª empujado por su dependencia. Esta salida es la remisi¨®n condicional de su condena, si ¨¦sta no excede de dos a?os de c¨¢rcel y siempre que haya demostrado su voluntad de someterse a tratamiento de deshabituaci¨®n. Las v¨ªctimas de la droga, contabilizadas no s¨®lo en muertes, de las que, exclusivamente por sobredosis de hero¨ªna, se produjeron en Espa?a 189 durante el a?o 1986, sino en miles de j¨®venes reducidos por su causa a un estado de miseria f¨ªsica y moral, invaden todos los estratos del tejido social. Pero, parad¨®jicamente, apenas merecen la atenci¨®n de la sociedad y de los poderes p¨²blicos. Frente a esa desatenci¨®n est¨¢ ¨²nicamente la impotencia familiar, que se enfrenta en solitario a una tragedia creciente. El Ministerio de Justicia, redactor del proyecto de ley que se debate en el Congreso, ha tenido que poner mucho empe?o para que el beneficio de la remisi¨®n condicional de la condena a favor del peque?o traficante-consumidor saliese adelante. Este hecho muestra la insensibilidad y las resistencias que a¨²n existen en el seno de la Administraci¨®n p¨²blica a abordar el problema de los drogodependientes de manera distinta de la meramente represiva.De tiempo en tiempo se producen capturas de a?os que se presentan con espectacularidad. En otras ocasiones han sido operaciones indiscriminadas en ciertos barrios o zonas urbanas, con c¨¢maras de televisi¨®n incluidas y profusi¨®n de fot¨®grafos. Ese tipo de actuaciones policiales apenas tiene consecuencias, salvo las de la intimidaci¨®n o el trato vejatorio a un buen n¨²mero de personas, pues, en definitiva, la mayor¨ªa de los detenidos son puestos en libertad porque sus delitos no lo son o no constituyen faltas de suficiente entidad como para ser juzgadas.
Los poderes p¨²blicos han reaccionado tard¨ªamente en Espa?a al complejo problema de la droga, pero, sin duda, el aspecto menos favorecido hasta ahora es el de la atenci¨®n a los adictos, a lo s enfermos, y, en casos extremos, a los moribundos. El Estado invierte poco en esta actividad asistencial, y los centros privados de deshabituaci¨®n quedan lejos de las posibilidades econ¨®micas de la inmensa mayor¨ªa de los atrapados por la droga. La asignaci¨®n de 164 camas de la red hospitalaria p¨²blica para el tratamiento de toxic¨®manos, prevista en el Plan Nacional contra la Droga, no pasa de ser una medida testimonial. Su explotaci¨®n ¨®ptima s¨®lo permite atender a 3.600 enfermos al a?o.
En las salas de guardia de los hospitales se comprueba constantemente c¨®mo la polic¨ªa entrega a muchachos drogadictos hallados en las calles, a los que se presta una asistencia de reanimaci¨®n -si se llega a tiempo- y se les devuelve al lugar donde fueron recogidos. Seres sin dinero ni rumbo son conducidos as¨ª, irremediablemente, al delito o a la muerte. Las madres y familiares de estos enfermos abandonados se manifiestan en las ciudades pidiendo solidaridad. Mientras se producen discusiones entre el Estado y los diversos gremios sanitarios sobre reformas y otros asuntos generales, no se toman medidas concretas, como la creaci¨®n de granjas, talleres, residencias y centros asistenciales en los que ofrecer un rumbo razonable a los drogadictos. La alternativa de la autoridad es la de aceptar como fatal la situaci¨®n presente, de modo que tiende aconsiderar la adicci¨®n como un mal inevitable y a clasificar a todos los drogadictos como viciosos y marginados incurables a los que el tratamiento que reclaman dejar¨ªa en el mismo sitio.
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