Biograf¨ªas
Biograf¨ªa es, literalmente, descripci¨®n de una vida. La biograf¨ªa se opone a la historia por la singularidad de su objeto: el individuo. La biograf¨ªa es descripci¨®n de una individualidad, y aunque parezca apartarse un tanto de ¨¦sta para enmarcarla en su situaci¨®n hist¨®rica, remite siempre al foco del sujeto biografiado. Conviene una reflexi¨®n sobre qu¨¦ cosa es una biograf¨ªa, y si realmente los textos que se nos ofrecen como tales responden a lo que el vocablo biograf¨ªa significa (porque se le quiso hacer que significara). Una biograf¨ªa, como teor¨ªa, plantea una serie de problemas de car¨¢cter epistemol¨®gico que hay que tratar con alg¨²n detalle.Hacer una biograf¨ªa es dar impl¨ªcitamente como posible que se puede hacer la descripci¨®n de una vida. Pero una vida est¨¢ construida a expensas de hechos. Estos hechos son, por una parte, las actuaciones del biografiado, m¨¢s las actuaciones que los dem¨¢s llevaron a cabo sobre ¨¦l de forma tal que influyeran, en mayor o menor medida, en su decurso vital. Esto es, hechos en sentido fuerte, acontecimientos; es m¨¢s, acontecimientos que son considerados, por el bi¨®grafo, como relevantes en orden a la transformaci¨®n mayor o menor de la vida del biografiado. Pero, por otra, tambi¨¦n en la vida de cada cual hay que contar con un infinito n¨²mero, cuando menos un indefinido n¨²mero, de acciones que quedaron en el ¨¢mbito interno del sujeto, que no se tradujeron en actuaciones propiamente dichas, pero que debieron influir en la medida que fuese sobre algunas de ¨¦stas: me refiero a proyectos, fantas¨ªas, figuraciones, emociones ante situaciones, cosas o personas, incluso sue?os. Es claro que a esta serie ¨²ltima de acciones internas nadie puede tener acceso m¨¢s que el propio sujeto, y no siempre: porque una cosa, por ejemplo, es tener el pensamiento P, otra saber que se piensa P, y c¨®mo se pens¨® P, y, por ¨²ltimo, por qu¨¦ -esto es muy importante- se pens¨® P. De manera que si alguien de fuera parece acceder a este ¨¢mbito, antes interiorizado, es porque el sujeto lo ha referido, en cuyo caso no se descarta el que haya podido mentir, enga?arse, o simplemente distorsionar -de toda buena fe- aquello que cuenta de s¨ª mismo, en uno o en m¨¢s de uno de los tres pasos rese?ados. Por consiguiente, el mundo interno de cada cual, en este caso del biografiado, a la hora de ser considerado por un bi¨®grafo, o bien ha de resignarse a meramente inferirlo, o bien a excluirlo por no fiable. La biograf¨ªa fiable quedar¨ªa, pues, reducida a la primera serie de actuaciones referidas -los hechos en sentido fuerte-, la que convertir¨ªa entonces a la biograf¨ªa en cr¨®nica de aquella parte de la vida de un hombre -el biografiado- susceptible de ser objetivada, es decir, su vida social. Toda biograf¨ªa es, por eso, necesariamente cr¨®nica tambi¨¦n del entorno en el que el biografiado se desenvolvi¨®.
Parece que en los ¨²ltimos a?os se ha advertido que una biograf¨ªa es, por todo ello, una resignaci¨®n. Resignaci¨®n, en ¨²ltima instancia, a que no lo sea. La obra de Painter sobre Proust, la de Hayman sobre Kafka o la de Skidelsky sobre Keynes, por s¨®lo citar algunas que considero ejemplares, son paradigma de consciente autolimitaci¨®n y es justamente en ello en donde radica su fiabilidad (de todas formas, deben citarse como admirables precursores de este modo moderno, por autolimitado, de la biograf¨ªa, a James BosweI, con La vida del doctor Samuel Johnson; a Eckermann, con Conversaciones con Goethe, y a Thomas de Quincey, con Los ¨²ltimos d¨ªas de Kant, entre otros. Todos ellos son, pese al tema del discurso, que es un sujeto, history).
Pero las biograf¨ªas no resignadas, es decir, aquellas en las que el bi¨®grafo se atreve a inferir el mundo interno de su protagonista a trav¨¦s del conocimiento que tiene de sus actuaciones emp¨ªricas -las m¨¢s-, tienen que ser desechadas -en este aspecto, cuando menos, de la inferencia a que aludo- porque son, aunque no se pretendan, novelas hist¨®ricas, pero que, como monsieur Jourdain al hablar en prosa, se hacen sin saberlo. No son history, sino story; no historia, sino narraci¨®n (el t¨¦rmino story tiene, entre sus acepciones figuradas, tambi¨¦n la de "mentira", "cuento", en el sentido en que en castellano replicamos a alguien que nos dice algo como verdad y que no podemos creer, "eso es un cuento", lo que me interesa advertir para lo que ha de venir inmediatamente). El bi¨®grafo, como el novelista, se torna omnisciente respecto de su personaje y se desliza por ¨¦l, es decir, por lo que pens¨®, sinti¨®, imagin¨®, proyect¨®... (y por lo que pens¨®, sinti¨®, etc¨¦tera, cualquier otro de los personajes que convivieron con el biografiado como protagonista), con la misma facilidad con que camina por la cr¨®nica de sus acontecimientos documentados. Por parte del metido a bi¨®grafo, una fantas¨ªa que se ignora, sin embargo, como tal. Porque si incluso sobre aquel que tenemos delante y nos habla con su verbo y su gesto no caben sino conjeturas, por tanto, subjetivaciones, acerca de sus m¨®viles, intenciones y vivencias, pretender, adem¨¢s, objetivaci¨®n sobre estos aspectos de alguien a quien ni siquiera se vio es todo un disparate. Y este adjetivo casa precisamente porque el bi¨®grafo no es consciente del proceso novel¨ªstico que est¨¢ verificando sobre alguien real. Se enga?a a trav¨¦s del car¨¢cter hist¨®rico del objeto, creyendo, por s¨®lo esa raz¨®n, que hace historia. Si el que hace de veras de novelista ni enga?a ni se enga?a porque en su discurso ofrece marcas del supuesto de ficci¨®n, el pretendido bi¨®grafo se enga?a y nos confunde porque ofrece la marca opuesta, que viene a formularse as¨ª: todo aquello que ha de venir es no ficci¨®n. Esto vale para la mayor parte de la desaforada interpretaci¨®n supuestamente psicoanal¨ªtica de la vida del artista (sobre E. A. Poe, Shakespeare, Dostoiewski y tantos otros).
?Qu¨¦ puede interesarnos, entonces, de este tipo de biograf¨ªa en la que alguien se siente con derecho (derecho intelectual, se entiende) al pretender hacer cr¨®nica tambi¨¦n de la interioridad de otro alguien? Queda en todo caso nuestro inter¨¦s por el bi¨®grafo, si es que ¨¦ste tiene inter¨¦s -suele tenerlo, a poco que nos interese el espect¨¢culo de cualquier ser humano. Sin saberlo, el bi¨®grafo se ha hecho, en parte, su autobiograf¨ªa en la pretendida biograf¨ªa del otro (como, a la inversa, el novelista se autobiograf¨ªa en parte en cada uno de sus discursos novel¨ªsticos), con qu¨ªen se identifica hasta el punto de saber tanto acerca de ¨¦l como cree ¨¦l que sabe de s¨ª mismo. (Otra audacia, pero ¨¦sta concierne a la audacia de toda autobiograf¨ªa, de la que me ocupar¨¦ en un pr¨®ximo art¨ªculo.) Esta identificaci¨®n del bi¨®grafo con el biografiado es, a su vez, s¨®lo parte de la cr¨®nica del autor de la biograf¨ªa, la que concierne a aspectos de s¨ª mismo que denominamos su vida ?imaginaria. O, para usar de la fecunda dicotom¨ªa de Coleridge, su vida fant¨¢stica: aquella en la que, de modo probablemente inconsciente, fantase¨® ser en el otro, que es tanto como desear ser el otro.
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