Elegancia de dimitir
Esta carta es un exabrupto, y como todos los exabruptos, poco meditada. Y es a la vez una felicitaci¨®n a todos aquellos que se toman la pol¨ªtica como algo m¨¢s que un sueldo, a poder ser vitalicio. Con esto me refiero al se?or Redondo y al se?or Sarac¨ªbar, que han tenido la elegancia de dimitir cuando su doble condici¨®n de sindicalistas y parlamentarios del PSOE les situaba en una posici¨®n esquizofr¨¦nica.La otra cara de la moneda podr¨ªa representarla muy bien el se?or Castellano, que no se privaba, ni siquiera en restaurantes llenos de gente ajena al mundo de Ia pol¨ªtica, de poner a parir a media directiva del PSOE, pero, eso s¨ª, sin soltar el sill¨®n.
Comprendo que los que se dedican a la pol¨ªtica suelen vivir de ella, y comprendo tambi¨¦n que una vez que se adquieren ciertos h¨¢bitos de gasto es dif¨ªcil prescindir de ellos, pero entre esta comprensi¨®n y la resignaci¨®n que hemos desarrollado los espa?oles para admitir que la congruencia ideol¨®gica y la rectitud moral son valores incompatibles con el ejercicio de la pol¨ªtica hay un gran trecho.
Si es verdad que un pueblo tiene los pol¨ªticos que se merece, me pregunto si estar¨¦ entre los espa?oles que merecen a esos pocos que renuncian con honra o si me habr¨¢ ca¨ªdo en suerte ser representada por los incapaces de dimitir para no bajarse de la poltrona-
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