La funesta man¨ªa de pensar
Quisiera salir al paso de un t¨®pico o topicazo que nos acorrala, y que podr¨ªa formularse as¨ª: "Pensar hace da?o", "mucho pensar provoca infelicidad".El que piensa, el pensador, el que usa y maneja su inteligencia (y al que suele llam¨¢rsele "intelectual"), provoca con frecuencia tr¨¢gicas y terribles suspicacias. En una de las ¨¦pocas m¨¢s caracter¨ªsticas de combate fan¨¢tico contra la funesta man¨ªa de pensar", el per¨ªodo de la "caza de brujas" maccarthista, se populariz¨® un t¨¦rmino denigrante para designar al que piensa: egg-head, "cabeza de huevo". El antiintelectualismo siempre latente en esa sociedad americana que, por raz¨®n del influjo de las sectas protestantes de los primeros tiempos, ha hecho siempre de la "ley del coraz¨®n" y del primado pragm¨¢tico de la "voluntad" su ley y su dec¨¢logo, estall¨® en esa sombr¨ªa ¨¦poca de los a?os cincuenta frente a todo pretendido "intelectualismo".
El difuso americanismo de nuestra sociedad de yuppies y ejecutivos es como la versi¨®n blanda, light, de aquella dureza de coraz¨®n de la caza de brujas (de brujas con inteligencia) maccarthista.
Se espera que el pensador produzca "ideas" que tengan rendimiento y uso social. Hasta hay filosof¨ªas, hoy nuevamente en boga, como el americano pragmatismo (que en su origen tuvo car¨¢cter renovador), que hacen de ese "uso" y de esa efectividad" (rendimiento) el criterio para diferenciar si las proposiciones son verdaderas o no lo son. En el extremo opuesto del mundo, en Anti-terra (para decirlo con la iron¨ªa de Nabokov), rige el mismo c¨®digo, si bien con una sobredeterminaci¨®n asi¨¢tica y desp¨®tica. Rige el c¨®digo de que los frutos del pensamiento deben servir para "transformar el mundo". S¨®lo que se refuerza ese principio pragm¨¢tico con una "ciencia dial¨¦ctica" que quiere proclamar la verdad inconmovible y dogm¨¢tica que rige el mundo.Si algo est¨¢ reprimido y censurado en esta cultura, o incultura, de ejecutivos, de yuppies o de bur¨®cratas que nos domina, es precisamente pensar por pensar, pensar "sin efectividad", "sin rendimiento". Los griegos, que eran m¨¢s inteligentes y m¨¢s listos que nosotros, reputaban que lo m¨¢s digno del hombre era su capacidad para pensar por pensar. Para los griegos, lo que acercaba m¨¢s a los hombres a los dioses era la theor¨ªa, de la que no se esperaba ning¨²n "uso social" ni ning¨²n "remedio" o "rendimiento".
La paradoja de la inteligencia y de sus frutos radica en que s¨®lo si aqu¨¦lla se ejerce sin horizonte pragm¨¢tico acaba produciendo frutos que a la larga tienen uso social y capacidad de "transformar el mundo".
Los griegos comprendieron con l¨²cida claridad esa paradoja. Nosotros no. En el fondo seguimos queriendo apartar toda 'funesta man¨ªa de pensar" en nombre de c¨®digos sentimentales o pragm¨¢ticos.
No puede sorprender entonces que se acuse de "charlat¨¢n" o "embaucador" a todo aquel que intente una proeza as¨ª en medio de una sociedad cuyo car¨¢cter totalitario se manifiesta, sobre todo, en esa dogm¨¢tica del pragmatismo y de la efectividad ejecutiva que se exige a todo proceso de pensar y a todo filosofar. Recientemente, ese ep¨ªteto ha sido usado generosamente, aqu¨ª o all¨¢, en relaci¨®n a uno de los pocos fil¨®sofos que, en plena era del dominio de la t¨¦cnica, ha hecho ese esfuerzo de pensar, Martin Heidegger. Es el riesgo que se asume cuando de verdad se piensa. Pues hoy por hoy la autoridad moral se puede ejercer siempre y cuando no se piense, siempre y cuando se sustituye el genuino pensamiento por alguna pragm¨¢tica de acci¨®n que quiera producir "rendimientos efectivos". El, pensar, el verdadero pensar es siempre cr¨ªtico y subversivo en relaci¨®n a las ciegas creencias que dominan nuestros h¨¢bitos de conciencia. Y en la sociedad americana o sovi¨¦tica, en la sociedad consensuada en relaci¨®n a la t¨¦cnica, en esta sociedad que somos hay unafe ciega que nos domina.: la de que todo uso del pensamiento o del "lenguaje" ha de conllevar el m¨¦todo de su rendimiento pragm¨¢tico. El pragmatismo es nuestra filosof¨ªa "de sentido com¨²n", a pesar de que la filosof¨ªa s¨®lo se constituye, desde los griegos hasta Husserl, Wittgenstein o Heidegger, s¨®lo y en la medida en que es capaz de cuestionar el sentir com¨²n o de interrogar a las creencias que dominan y hacen cautivo a ese "entendimiento" y "sentido" que se considera "com¨²n". Luchar, por amor a lo com¨²n, contra la fe ciega que domina lo que com¨²nmente" se nos hace pensar, ese es el sentido ¨¦pico y democr¨¢tico que hoy puede tener la filosof¨ªa. Pero esa lucha y esa ¨¦pica s¨®lo pueden desarrollarse en el, marco de una experiencia del pensamiento que no se halle asediada o cercada por la fe ciega pragm¨¢tica que en nuestra sociedad bloquea esa experiencia misma. Esa lucha es emancipadora en la medida en que busca y porf¨ªa por abrir la brecha y el espacio en el cual se pueda pensar por pensar o ejercer esa funesta man¨ªa de pensar (sin horizonte pragm¨¢tico) que es nuestro signo de identidad, por desgracia s¨®lo latente la mayor¨ªa de las veces, en tanto que seres que poseemos "raz¨®n", "logos", capacidad para pensar, decir y contra-decir.
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