Raisa, primera dama en segundo plano
La 'guerra fr¨ªa' se traslada a las relaciones entre las esposas de los m¨¢ximos dirigentes
Esta vez, a diferencia de Ginebra y Reikiavik, la estrella del show de la cumbre de Washington no es Raisa, a quien los estrategas de Mosc¨² han concedido un papel menor para no herir susceptibilidades dom¨¦sticas. Alguien en el Kremlin ha decidido que no es "la sonrisa del r¨¦gimen". S¨®lo hay un n¨²mero uno y una sonrisa, "con dientes de acero", la de Mijail Serguieievich Gorbachov, y, para desgracia de comadres y de la Prensa en general, su brillante esposa -"un halc¨®n para la publicidad", seg¨²n una periodista norteamericana- ocupa un modesto segundo plano, sin agenda propia de actividades y con muy poco que decir.
Sin embargo, Raisa, de 55 a?os, que los bur¨®cratas del partido han bautizado aqu¨ª -una novedad seg¨²n los kremlin¨®logos como de nacionalidad rusa, procedente de la ciudad siberiana de Rubtsovsk e hija de ferroviario, se atrevi¨® a corregir, el martes a su marido, el secretario general del PCUS, en una reuni¨®n con intelectuales en la Embajada sovi¨¦tica. Algo que ha ca¨ªdo bien aqu¨ª pero que en la patria. de la suprema igualdad entre los sexos despertar¨¢ suspicacias entre una poblaci¨®n que digiere mal el protagonismo y el gusto por las pieles caras de la nueva zarina.Raisa, a quien la directora del Ladies Home Journal ha C¨¢lificado de "una Leslie Caron de mediana edad", sugiriendo que se ha estirado la cara, tuvo ayer el esperado encuentro mano a mano con su competidora ideol¨®gica y en la batalla de la moda y de las p¨¢ginas de la Prensa del coraz¨®n. Todo lo que separa a Ron y a Mijail distancia a. estas dos pol¨¦micas mujeres, que posiblemente nunca lleguen a romper el hielo de sus relaciones.
Nancy intent¨® el lunes, a la llegada de los Gorbachov a la Casa Blanca, coger del brazo a Raisa y ¨¦sta escap¨®. El mundo de la primera dama norteamericana -una mujer acostumbrada al lujo, al dispendio y a estar rodeada de celebridades de Hollywood y millonarios en d¨®lares- no interesa en absoluto a Raisa a la que se presenta -la verdad no se conoce- como una mujer progresista, universitaria y con amplia curiosidad intelectual.
Nancy est¨¢ muy apartada del feminismo y su atenci¨®n por la lucha contra la droga y los ni?os no parece interesar lo m¨¢s m¨ªnimo a Raisa, m¨¢s adicta a la droga dura de la teor¨ªa marxista. Esto, Nancy -admiradora de Julio Iglesias- no lo aguanta y ya se ha dicho que la primera dama del Kremlin es "una dogm¨¢tica aburrida que se dedica a darle doctrina" cada vez que hablan.
Romper el hielo
Con este tel¨®n de fondo, exagerado por la Prensa, las dos mujeres m¨¢s influyentes del planeta -cuentan que Nancy es quien ha convencido a su marido de que abandone su cruzada de la guerra fr¨ªa y se convierta a la distensi¨®n- intentaron romper ayer el hielo. No lo lograron. Nancy se siente agraviada por Raisa, que le enga?¨® acudiendo a Reikiavik cuando le dijo que se quedar¨ªa en Mosc¨² y ella dej¨® solo a Ron. Raisa le ha toreado no dici¨¦ndole hasta el final si, aceptaba su invitaci¨®n a la Casa Blanca y luego le cambi¨® un t¨¦ vespertino por un caf¨¦ matutino.Alrededor de sendas tazas de caf¨¦ americano, las dos primeras damas se reunieron ayer en la Casa Blanca y Nancy le mostr¨® a su invitada la residencia privada de la mansi¨®n presidencial. Raisa acudi¨® vestida de c¨®ctel y Nancy la esperaba con un traje de chaqueta m¨¢s simple. La primera dama norteamericana se molest¨® -"es est¨²pido"- cuando le preguntaron si se llevaba mal con Raisa, a quien no dej¨® contestar a la misma pregunta.
Raisa coment¨® que la Casa Blanca es m¨¢s bien un museo y que debe ser inc¨®moda para vivir. En el recorrido por la residencia hizo much¨ªsimas preguntas sobre los cuadros y los muebles, ante la visible impaciencia de su anfitriona. Un caf¨¦ similar, el martes, fue un desastre. La portavoz de Nancy dijo que hablaron de la historia rusa y de la de EEUU, y otras asistentes afirman que dialogaron del tiempo.
Raisa ha recorrido Washington como una exhalaci¨®n, a golpe de caravana con motoristas, deteni¨¦ndose s¨®lo en el monumento a Thomas Jefferson -dijo que era un "gran pol¨ªtico"-, y dejando plantados a los responsables de la Academia de Ciencias -que calificaron de "groser¨ªa" su actitud-, del Museo Smitshonian, y de la Biblioteca del Congreso. Aqu¨ª fue m¨¢s grave porque el bibliotecario del Congreso, James Billington, un experto en la URSS, le quer¨ªa entregar una grabaci¨®n para los ciegos del libro Perestroika de su marido. Tambi¨¦n fue esperada en vano en unos almacenes. S¨®lo ayer pas¨® una hora en la National Gallery, el Prado local, donde mir¨® poco los cuadros y prefiri¨® hablar con los periodistas y los gu¨ªas.
Los sovi¨¦ticos no han dado explicaciones de la actitud de Raisa, que sorprendi¨® a Helena Shultz, esposa del secretario de Estado, que la acompa?¨® en el mete¨®rico paseo por los monumentos de Washington, que vi¨® a trav¨¦s de las cortinillas de su Zil blindado. Las cuatro manzanas que separan la embajada de la URS S de la Casa Blanca es realmente lo ¨²nico de EE UU que est¨¢n viendo los Gorbachov. En ese recorrido hay 11 bancos capitalistas, seis vendedores ambulantes de perritos calientes y cinco joyer¨ªas, entre ellas una de Cartier en cuyo escaparate se puede admirar un reloj de oro de 18 kilates y 11.000 d¨®lares. Pero el ritmo de laperestroika no es suficientemente audaz para que Raisa utilice aqu¨ª su tarjeta de cr¨¦dito de American Express, como hizo en un viaje a Londres.
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