Claves para un congreso
Los programas pol¨ªticos; es decir, los proyectos de organizaci¨®n social, est¨¢n particularmente minusvalorados en Espa?a. Esto se debe a dos razones. En primer lugar, el ciudadano medio a¨²n no se ha podido sacudir el escepticismo hist¨®rico creado, por un siglo con magras experiencias democr¨¢ticas, y, en consecuencia, los programas son vistos como promesas o como buenas intenciones, pero sin mayor esperanza. En segundo lugar, nos movemos en un mapa pol¨ªtico a no asentado. En ¨¦l diversas fuerzas pol¨ªticas, aun teniendo l¨ªderes, no tienen base activa ni organizaci¨®n, mientras que otras tienen organizaci¨®n, pero les faltan l¨ªderes. Es natural que las primeras, en tanto no tengan una clientela asentada, no produzcan programas n¨ªtidos y definitivos. Las segundas, en cambio, hu¨¦rfanas de dirigentes, se encuentran m¨¢s absortas en las escaramuzas entre candidatos que en la formulaci¨®n de un proyecto pensado y articulado. En ambos casos las consideraciones program¨¢ticas est¨¢n en un segundo plano.Pero esta reflexi¨®n no debe conducir al pesimismo. La propia realidad empuja, y seguir¨¢ presionando, para que cada fuerza pol¨ªtica se aplique cada vez m¨¢s en el decantamiento de su propio proyecto. Hay dos vectores de la realidad que trabajan en tal direcci¨®n. Por un lado, la Espa?a de 1988 ya est¨¢ normalizada -en el plano pol¨ªtico, en el econ¨®mico, en el internacional y demanda, cosa que no era pensable en 1982, proyectos positivos de construcci¨®n o de organizaci¨®n de la sociedad. Llega, por tanto, la hora de que las diversas fuerzas pol¨ªticas propongan lo que est¨¢n dispuestas a hacer y otros nunca realizar¨ªan. Por otro lado, la sociedad espa?ola tiene un n¨²evo dinamismo econ¨®mico en el contexto de salida de la crisis y un nuevo dinamismo social debido a que muchos cors¨¦s que lo imped¨ªan anteriormente se han esfumado despu¨¦s de 10 a?os de proceso democr¨¢tico. Pero ese nuevo dinamismo trae consigo nuevos problemas, in¨¦ditos, ante los que cada fuerza pol¨ªtica, a partir de la filosof¨ªa espec¨ªfica, deber¨¢ ofrecer nuevas respuestas.
En mi opini¨®n, ¨¦ste es un ¨¢ngulo de reflexi¨®n que puede ser fruct¨ªfero a la hora de ofrecer una clave acerca del pr¨®ximo congreso del PSOE. En ¨¦l se van a abordar temas que hasta la fecha el socialismo espa?ol nunca se hab¨ªa planteado. As¨ª, la ponenc¨ªa que van a debatir los socialistas se refiere a la necesidad de un crecimiento econ¨®mico continuado que se oriente en la nada f¨¢cil direcci¨®n de la calidad de vida y la armon¨ªa con el medio ambiente. Se habla de nuevos instrumentos de democracia econ¨®mica. Se encara frontalmente el tema central del nuevo papel del Estado como agente econ¨®mico, al tiempo que se reafirma el proyecto socialista de redistribuir la renta construyendo un Estado del bienestar adaptado a las demandas sociales de la sociedad poscrisis.
En un contexto en el que, como antes se?alaba, se tiende a infravalorar los proyectos,se corre el peligro de que pase inadvertido este hecho: los temas esbozados -ecocrecimiento, democracia econ¨®mica e industrial, sociedad del bienestar, nuevo papel del Estado- configuran el n¨²cleo de un nuevo proyecto estrat¨¦gico del socialismo espa?ol, un proyecto que ya no es puramente ortodoxo, que refleja fielmente la direcci¨®n en la que se mueve todo el socialismo europeo a la salida de la crisis.
Viejos principios
Por el calado de los temas -que no s¨®lo pueden ser aprobados en sus grandes formulaciones, sino que deber¨¢n en el futuro traducirse en pol¨ªticas concretas- y por lo que suponen de revisi¨®n ideol¨®gica de viejos principios, este nuevo proyecto no se podr¨¢ consolidar sin un debate en profundidad: en este sentido el congreso del PSOE no puede ser sino el umbral que aprueba una orientaci¨®n general que luego deber¨¢ ser enriquecida a trav¨¦s del debate.
Esta visi¨®n da una clave de interpretaci¨®n del pr¨®ximo congreso del PSOE diametralmente opuesta a la sugerida por Ignacio Sotelo en su art¨ªculo Dos temas claves para un congreso. Dejar¨¦ aparte otros temas que tambi¨¦n merecen comentario, para centrarme en su n¨²cleo argamental, que se apoya en una cr¨ªtica sin concesiones a la gesti¨®n realizada durante los cinco a?os de Gobierno socialista. Y ¨¦sta es, desde mi prisma, su equivocaci¨®n fun-, damental. La disyuntiva es la siguiente: o uno se centra en condenar lo hecho o uno, sin obviar la cr¨ªtica a aquellos aspectos que lo merezcan (y hay que situar aqu¨ª los escasos ¨¦xitos en la modernizaci¨®n de la Administraci¨®n o-las serias deficiencias que a¨²n existen en diversos servicios del bienestar), da un aprobado general al pasado y se centra en las tareas nuevas que demanda la sociedad espar¨ªola tal y como es hoy.
A la hora de optar por una u otra alternativa existe una valoraci¨®n central que hacer: la gesti¨®n de la crisis econ¨®mica realizada por el Gobierno socialista y globalmente apoyada por el PSOE ?es una gesti¨®n socialista? Evidentemente no es una gesti¨®n ortodoxa a la usanza keynesiana .del socialismo europeo de precrisis. Pero la crisis.tampoco ha sido convencional, sino que exig¨ªa la creaci¨®n de unas nuevas bases para el crecimiento econ¨®mico, una gesti¨®n del lado de la oferta de la econom¨ªa y no del lado de la demanda. El socialismo espa?ol. y, en sus diversas variantes nacionales, el sueco,- austriaco, italiano, alem¨¢n o portugu¨¦s no han respondido a la crisis mediante las v¨ªas m¨¢s conservadoras y ortodoxas -como califica Sotelo a la gesti¨®n socialista en Espa?a-, sino con altas dosis de racionalidid. Esta racionalidad, adem¨¢s, ha intentado ser consensuada con los agentes econ¨®micos y sociales. La racionalidad, por ¨²ltimo, se ha combinado con una defensa del gasto social, buscando su racionalizaci¨®n, pero no su recorte contra los menos favorecidos.
Las Was m¨¢s conservadoras de respuesta a la crisis hay que buscarlas en otras latitudes: en los Estados Unidos de Reagan, creando un agujero negro al resto de la econom¨ªa mundial; en el Reino Unido de Margaret Thatcher, desmantelando la pol¨ªtica regional, creando guetos y desindustrializando no ya el norte del Reino Unido, sino los Middlands, en pos de su opci¨®n de capitalismo especulativo popular; en la Alemania de K?hl, neg¨¢ndose a crecer por m¨¢s que existan dos millones de parados. El caso espa?ol no es asimilable a ninguno de ellos. Finalmente, los socialistas que buscaron otras v¨ªas de respuesta a la crisis, v¨ªas no racionales, de expansi¨®n de la demanda, hoy est¨¢n en plena reconsideraci¨®n de su error: es el caso del socialismo ingl¨¦s o franc¨¦s. Sotelo debe revisar su concepci¨®n de la crisis y de la respuesta socialista a la misma porque corre el peligro -como otros divinos gauchistas- de quedarse solo, no ya dentro del socialismo espa?ol, sino del europeo.
Por ello, sin obviar las cr¨ªticas que deban hacerse a la actuaci¨®n pasada, es m¨¢s fruct¨ªfero centrarse en la tarea de dise?ar lo que queda por hacer hoy y en el futuro. Esta tarea la exige hoy ya la sociedad espa?ola al socialismo y al resto de fuerzas pol¨ªticas. Ser¨¢ una tarea dif¨ªcil, en la que existen inc¨®gnitas evidentes (?c¨®mo hacer desaparecer lo m¨¢s r¨¢pidamente posible el desempleo masivo?). Por ello es una tarea en la que el debate abierto y sincero es positivo y absolutamente necesario.
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