?Un congreso m¨¢s?
Tiene lugar, pues, el congreso en un momento oportuno. Es un acontecimiento importante. No ser¨¢, sin embargo, una reuni¨®n dram¨¢tica. El dramatismo suele impregnar una asamblea partidista o cuando hay que potenciar la vida de la formaci¨®n para recordar el perdido poder pol¨ªtico o bien cuando las tendencias dentro de la formaci¨®n adquieran el car¨¢cter de proyectos dif¨ªcilmente conciliables sin una novaci¨®n de doctrina o/y aparato dirigente. Nadie dentro de la familia socialista aspira a obtener la investidura para un liderazgo no necesitado de renovaci¨®n profunda de carisma. Nadie que no est¨¦ cegado por la pasi¨®n o por una irrefrenable nostalgia de posibilidades te¨®ricas que la historia ha apartado de su camino deja de valorar el papel de vertebrador del partido socialista en esta construcci¨®n, todav¨ªa dif¨ªcil, del sistema pol¨ªtico surgido de la transici¨®n. Pocos son los que establecen un balance globalmente negativo de la labor gobernante de los socialistas. Pero son muchos los que esperan renovaci¨®n y reforma en ciertas orientaciones dentro del partido y en la tarea de la, gobernaci¨®n del pa¨ªs. El congreso es una ocasi¨®n m¨¢s, pero estatutariamente la m¨¢s indicada para enfrentarse con los grandes temas:1. ?Qu¨¦ debe y puede ser la acci¨®n de los socialistas en el poder aqu¨ª y ahora? ?Qu¨¦ se puede hacer en esta Europa occidental parcialmente integrada mediante un proceso en que tanto han contado la voluntad de mantener la identidad e intereses continentales como el punto de partida definido por el desplazamiento de la misma como centro de poder, como modelo y como identidad con consecuencia de la divisi¨®n en bloques y de los largos per¨ªodos de guerra fr¨ªa?
2. ?Cu¨¢l es la relaci¨®n del socialismo como corriente que aspira a gobernar y representar al pa¨ªs como un tono con las clases que legitimaron su emergencia como ideolog¨ªa primero y luego como alternativa de gobierno?
3. ?Qu¨¦ tipo de organizaci¨®n partidista interna m¨¢s adecuada para coadyuvar, impulsar, corregir cuando es necesario la acci¨®n del Gobierno o preparar, eventualmente en su momento, el nuevo paso adelante?
El partido y aun la opci¨®n socialista ser¨¢n juzgados por la acci¨®n del Gobierno. Al menos en un primer momento. Si bien es cierto que en el complejo o bloque electoral que se manifest¨® en 1982, y en menor medida en 1986 y 1987, se acumularon aportes, motivaciones y reflejos no explicitadamente socialistas y reformistas, no es menos real que en futuras consultas y, en lo que m¨¢s cuenta, en el clima desde el que cotidianamente se vive la cosa p¨²blica, cuenta y contar¨¢ tanto el pragmatismo en la acci¨®n diaria como el mantenimiento de una identidad que permita que la referencia a lo que se vota o rechaza sea suficientemente clara.
Hoy por hoy, el PSOE y lo que representan sus an¨¢lisis y sus l¨ªderes son el principal factor de vertebraci¨®n de nuestra sociedad pol¨ªtica. Tambi¨¦n de la esperanza del asentamiento de unos valores que definan una cultura pol¨ªtica todav¨ªa en per¨ªodo de consolidaci¨®n. La conciencia de ello pesa sobre los hombros de aquellos a quienes ha correspondido la gobernaci¨®n y tienen conciencia de que la separaci¨®n de lo que se esperaba, de lo realizado, y a veces realizable, les enfrenta con sus propias esperanzas originarias.
Socialismo occidental
En las sociedades occidentales, el socialismo en el poder se ha encontrado con tres graves lastres: con la estructura de la comunidad internacional en forma de bloques, con efectos reductores y descalificadores; con la crisis de las lecturas intelectuales y pol¨ªticas globales; con el tropismo fruto de lo anterior, hacia el refugio en ¨¢mbitos y solidaridades individuales y de grupo inmediato, con olvido -o par¨¦ntesis- de la solidaridad general y del valor -innegable en otras realidades- del proyecto ut¨®pico.
Sin esta conversi¨®n, esta salida, el socialismo ejerce, cuando no se averg¨¹enza de su atribuida desmesura, como elemento est¨¦tico compensador y complementario de la resignaci¨®n y la b¨²squeda de la adaptaci¨®n y goce individuales y no transferibles. Pero, sin una lectura reformista hasta la ra¨ªz, la salida no es posible. Impera hoy la fragmentaci¨®n y el refugio y consuelo en la parte del fragmento que nos corresponde. Votar socialista, y aun militar en el socialismo con la conciencia de que mec¨¢nicamente la sociedad ser¨¢ igual porque no hay modelo total de lo que la sociedad debe ser es actitud l¨ªcita, pero asentada en arena tan movediza que no permite la construcci¨®n de nada que d¨¦ sentido general al propio refugio individual. Toda crisis profunda encontrar¨ªa a la colectividad desarmada. Cuando no provocase respuestas airadas, decisionistas, violentas.
La divisi¨®n en bloques y su acentuaci¨®n en per¨ªodos de guerra fr¨ªa, la tregua armada, m¨¢s la necesidad de no separarse demasiado, de los modelos y pr¨¢cticas de quienes dirigen el grupo ha convertido en Occidente a los socialismos, al menos desde finales de los a?os cincuenta, en un elemento compensador -y legitimador- de pol¨ªticos definidas por los par¨¢metros macroecon¨®micos. V¨¢lidos ¨¦stos y decisivos en s¨ª mismos, pero, en muchos casos, aislados del contexto social y cultural en que se desarrollan. El socialismo en la reducci¨®n sirve para garantizar un orden mediante procedimientos civilizados, lo que no es poco. Pero no basta cuando la conversi¨®n ciega las puertas de un proyecto de futuro que, en sentido profundo, incluso equilibra el paso de las inercias retardatarias que toda sociedad hereda y trata de perpetuar.
La crisis y los naturales defectos de gesti¨®n en el mismo estado benefactor han sido empleados para invalidar el keynesianismo. El modelo ahora es lo que los socialistas alemanes denominan el de los tres tercios: uno se enriquece, prospera e innova; el segundo (servicios y profesionales) se agarra el fald¨®n de los afluyentes; el tercero se excluye, vive al margen del sistema productivo y se refugia en la consolidaci¨®n inmediata. La cobertura social se desligitima intelectual y moralmente. Lo que cuenta es el resultado global macroecon¨®mico y el resto es objeto de estudios sobre las subculturas de la marginaci¨®n.
Esta crisis del reformismo socialdem¨®crata sigue a la crisis esencial que ha afectado radicalmente a la izquierda: la del marxismo, al menos del marxismo elemental, que es el operante para el gran n¨²mero. Pero esta crisis abre grandes avenidas de futuro a la izquierda. No se puede decir mejor y m¨¢s brevemente que lo que expres¨® Paolo Flores d'Arcais en estas p¨¢ginas (EL PA?S de 12 de noviembre de 1987).
La izquierda, dec¨ªa, ha pasado del ser (las leyes cient¨ªficas del desarrollo capitalista) al deber ser, de la necesidad hist¨®rica a la moral, de la certeza a la duda, del proceso al proyecto, del sentido de la historia al horizonte abierto. Cada uno de los t¨¦rminos de este diagn¨®stico merece una reflexi¨®n, pero la enumeraci¨®n de las reconversiones de los supuestos en que se asentaba la acci¨®n de la izquierda indica que entramos en una ¨¦poca en que no puede excluirse, sino que se impone, el acercamiento ideol¨®gico.
La versi¨®n neoliberal
Los socialistas, no resign¨¢ndose a lo que consideran anacronismos de su ¨¦poca cl¨¢sica, han rehuido la propia interpretaci¨®n general y se han resignado a jugar un papel fragmentado en una cultura fragmentada. Han aceptado ser contrapeso de pol¨ªticas que la derecha ha legitimado desde valores de pretendida aplicaci¨®n general. Pero esta versi¨®n neoliberal entra en crisis. En primer lugar, porque la llamada sociedad civil aut¨®noma nunca ha sido instaurada, ya que el grado de integraci¨®n social que imponen la civilidad y la concordia no puede prescindir de la correcci¨®n pol¨ªtica desde valores ¨¦ticos que el mero mercado no genera mec¨¢nicamente.
El paro, incrementado por el cambio tecnol¨®gico, la tendencia al individualismo y a la insolidaridad, la internacionalizaci¨®n del capital, la defensa del reducto de bienestar como una cuesti¨®n privada, la reducci¨®n de los mitos de la lucha social como consecuencia del fracaso del comunismo, las dificultades para rebasar una actitud reivindicativa concreta de una lectura coadyuvante para salir de la crisis desde una posici¨®n de izquierdas han coincidido en una crisis de legitimaci¨®n del sindicalismo en Occidente.
Pero los sindicatos no sola mente han civilizado la lucha de clases, sino que han sido factor esencial de la vertebraci¨®n social. Debil¨ªtense los sindicatos, reduzc¨¢moslos en pro de una pretendida modernizaci¨®n y tal vez -lo que dista mucho de ser comprobado por la experiencia- crezca la movilidad laboral y la tasa de beneficios empresariales. Pero los conflictos industriales cobrar¨¢n un car¨¢cter impredecible, desordenado, salvaje. La racionalizaci¨®n de oposici¨®n de clase y coordinaci¨®n dejar¨¢ el paso a la marginaci¨®n individual, cuando no a las respuestas debilitadas global mente, pero enormemente disruptivas para el orden social. No desear una mayor vitalidad racionalizada y modernizada del sindicato no es ya solamente una infidelidad a las se?as de origen socialista: es un aventurerismo visceral cubierto con razonamientos y lenguaje tecnocr¨¢ticos.
Juicio hist¨®rico
El PSOE va a ser sometido a un juicio hist¨®rico en base a las realizaciones del Gobierno que ha generado y apoya. No es tan evidente la inversa: el Gobierno puede apoyarse en el bloque de opini¨®n que en 1982 le llev¨® al poder sin que en su emergencia concurriese un juicio o an¨¢lisis muy concreto, sino montado en la esperanza de cambio. Pero partidos y gobiernos son en democracia elementos para una s¨ªntesis y para unas alternativas sucesivas. Los elementos de esa s¨ªntesis para que se constituya una verdadera cultura democr¨¢tica deben ser claros, a la vez que abiertos a un m¨ªnimo de consenso. Para que esta cultura democr¨¢tica en su funci¨®n socializadora siga fragu¨¢ndose, la organizaci¨®n que apoya la opci¨®n con mayores posibilidades de perduraci¨®n debe abrirse a la sociedad e internamente favorecer un clima de debate y decisi¨®n por convencimiento. Al inaugurarse el nuevo r¨¦gimen, la improvisaci¨®n pol¨ªtica era tal que la era un valor de urgencia imperiosa. La cohesi¨®n sigue siendo un valor irrenunciable. Tambi¨¦n su racionalizaci¨®n. En este tema, el 31? congreso puede dar pasos adelante con mayor libertad y eficacia que en la renovaci¨®n de principios y talantes pol¨ªticos generales, que dependen m¨¢s del desarrollo general de la sociedad y del intercambio ideol¨®gico.
El 31? congreso se inscribe en un proceso de maduraci¨®n pol¨ªtica general que se ha iniciado, sin gran espectacularidad, es cierto, antes de su convocatoria y que continuar¨¢ luego que sea clausurado. Un congreso no dram¨¢tico, pero de gran importancia para el movimiento socialista y para la sociedad civil espa?ola.
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