La Casa de la Cascada, medio siglo de asombro
El sue?o de un ingeniero poeta
El 17 de enero de 1938, los semanarios Life y Time daban a conocer simult¨¢neamente las primeras fotograf¨ªas de Fallingwater, una casa reci¨¦n terminada del arquitecto norteamericano Frank Lloyd Wright (1869-1959). La Casa de la Cascada -nombre con el que se conoce este edificio- ha sido durante mucho tiempo el modelo ideal de la casa moderna no s¨®lo para los arquitectos, sino tambi¨¦n para el p¨²blico en general. Y a juzgar por una reciente encuesta sociol¨®gica, a¨²n sigue si¨¦ndolo. Si su imagen ha dado la vuelta al mundo es porque muchas personas han so?ado en hacer realidad en una casa como ¨¦sta su ideal residencial de aislamiento, reposo y contacto con la naturaleza.
Fallingwater est¨¢ situada en un espeso bosque por donde corre el torrente que da nombre al paraje -Bear Run-, y actualmente pertenece a la Western Pennsylvania Conservancy, sociedad dedicada a la protecci¨®n del patrimonio ambiental, que de abril a noviembre organiza visitas guiadas a la casa, convertida ahora en un museo donde la ¨²nica obra de arte que se expone es el propio edificio.Wright hab¨ªa recibido el encargo de dise?ar una residencia campestre para Edgar J. Kaufmann, due?o de unos grandes almacenes de Pittsburgh y padre de uno de sus alumnos. Cuando le llevaron a ver el terreno no lo dud¨® un momento: decidi¨® colocar la casa encima de la cascada junto a la que su cliente sol¨ªa sentarse a leer en sus jornadas de ocio.
El proyecto adquiri¨® desde el principio un aura casi m¨ªtica, ya que los disc¨ªpulos que por entonces trabajaban con Wright airearon la historia de que su maestro hab¨ªa,trazado todas las plantas del edificio en un par de horas y que ellos tuvieron que dibujarlos alzados mientras el arquitecto y su cliente almorzaban juntos Pero este modo de dise?ar no era nada extra?o. Wright s¨®lo se sen taba al tablero cuando los espectros de su imaginaci¨®n ya hab¨ªan tomado la suficiente consistencia como para hacerse realidad.
El maestro norteamericano practicaba un falso idealismo totalmente carente de modestia Consideraba esta casa como una obra de arte que nunca se podr¨ªa pagar con dinero. A Kaufmann el dinero le sobraba, y fue un buen cliente, pero no se dej¨® convencer para llevar a cabo la extravagante ocurrencia de su arquitecto de recubrir parte del exterior de su mansi¨®n con pan de oro, lo que habr¨ªa convertido literal mente el edificio en una joya artificial engastada en un entorno natural.
Fallingwater se ha visto casi siempre bajo el prisma del romanticismo. Su creador se debat¨ªa entre la especulaci¨®n l¨ªrica y el alarde estructural, todo ello empapado de una fren¨¦tica necesidad de buscar la individualidad a trav¨¦s de lo original. Esta ambivalencia personal se refleja, por un lado, en la concepci¨®n ideal del edificio y, por otro, en su realizaci¨®n constructiva. Como muy bien expres¨® el historiador Henry Russell Hitchcock en 1942, si una casa encima de una cascada parece el sue?o de un poeta, una casa colgada sobre una cascada es el sue?o de un ingeniero hecho realidad.
Castillo en el aire
Para construir este aut¨¦ntico castillo en el aire, Wright tuvo que apurar al m¨¢ximo las posibilidades estructurales de las m¨¦nsulas de hormig¨®n armado. Y aparentemente super¨® los l¨ªmites razonables, pues en varias ocasiones los ingenieros consultados bor Kaufmann pronosticaron -afortunadamente sin ¨¦xito- la ruina parcial del edificio. Algo semejante deb¨ªan de pensar los obreros que lo estaban construyendo, pues se negaron en rotundo a desmontar los puntales que sujetaban el gran voladizo. Wright tuvo que quitar personalmente el primero.Las interpretaciones on¨ªricas de esta casa han sido m¨²ltiples y variadas. En ella se han visto representados los antiguos elementos at¨¢vicos de los templos dedicados a la naturaleza, as¨ª como los mitos tradicionales de la torre y la caverna. Pero en Fallingwater faltan los componentes esenciales de la casa tradicional: el basamento de apoyo, el tejado inclinado, la puerta principal y el orden jer¨¢rquico.
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