De Managua a Roma, cinco a?os despu¨¦s
El ¨²ltimo encuentro, hace cinco a?os, entre Juan Pablo II y el l¨ªder del sandinismo fue muy diferente. En el avi¨®n papal, el secretario de Estado, cardenal Agostino Casaroli, se habla esforzado en vano para que el Papa polaco limara algunas durezas en su discurso de llegada a Nicaragua.En el aeropuerto, el Daniel Ortega, vestido de uniforme verde, grit¨® con fuerza: "Eminent¨ªsimo hermano: sois bienvenido a este pueblo heroico, martirizado pero orgulloso, que ha perdido 50.000 de sus hombres para preparar una revoluci¨®n de profundos cambios sociales y morales".
All¨ª mismo, al sacerdote Ernesto Cardenal, ministro de Cultura del Gobierno sandinista, el Papa lo estigmatiz¨® se?al¨¢ndole con el ¨ªndice de la mano derecha y amonest¨¢ndolo: "Antes de nada, p¨®ngase en regla con la Iglesia". Alert¨® a la masa de pobres que le hab¨ªa recibido como a un mes¨ªas para que no se dejase enga?ar "por los lobos camuflados con piel de oveja". La gente, desorientada y desilusionada, se enfrent¨® con dureza al Papa impidi¨¦ndole hablar.
Ya en el aeropuerto, el comandante Ortega, improvisando, se quej¨® ante el Papa de Roma dici¨¦ndole: "Nosotros no queremos hacer otra Iglesia. Queremos s¨®lo que nuestros hijos no tengan que seguir ma?ana descalzos y que puedan estudiar como todos los otros ni?os de la Tierra". Con profunda amargura, a?adi¨®: "Para prepararle la visita, hermano, hemos hecho, a pesar de nuestra pobreza, tantos sacrificios, incluso econ¨®micos. Y usted se va sin habernos entendido". Juan Pablo II, visiblemente turbado e irritado, ley¨® un discurso de despedida fr¨ªo, protocolario, escrito en Roma tres meses antes, y sin a?adir una palabra m¨¢s y subi¨® al avi¨®n.
Ahora, ambos personajes, como alguien ha escrito, "han crecido en sabidur¨ªa". El apret¨®n de manos de ayer en Roma, en un clima totalmente distinto, ha demostrado que por ambas partes existe la voluntad de corregir errores pasados.
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