Los campesinos de Yal¨ª quieren volver a ser felices

La ma?ana del pasado lunes era clara y tranquila en Yal¨ª. Unos campesinos conduc¨ªan sus productos por calles empinadas a lomos de mulas y caballos, las mujeres barr¨ªan las puertas de sus casas de madera y los soldados com¨ªan unas empanadas con chiles, sentados frente a la iglesia. Esta misma calma fue bruscamente interrumpida el 11 de noviembre por

disparos de morteros procedentes de las colinas cercanas. Todo el mundo corri¨® en busca de refugio, y los militares volvieron precipitadamente a sus puestos para contestar la lluvia de fuego.Flor de Mar¨ªa, una enfermera de 22 a?os, no tuvo tiempo de dejar la pila en la que lavaba ropa antes de que una granada de mortero acabara con su vida. La casa en la que viv¨ªa junto a su suegra, Margarita, est¨¢ todav¨ªa destrozada por el bombardeo. Todos los vecinos de Margarita sufren tambi¨¦n de cerca los efectos de los siete a?os de guerra que Nicaragua viene librando contra la guerrilla financiada por Estados Unidos. "Muchos muertos, mucha destrucci¨®n, muchos secuestros, mucha pobreza; eso es lo ¨²nico que nos est¨¢ dejando esta guerra", afirma Miguel ?ngel V¨¢zquez, p¨¢rroco de esta ciudad, de unos 7.000 habitantes, situada a 200 kil¨®metros al norte de Managua y a unos 40 de la frontera con Honduras, en uno de los puntos de mayor presencia de la contra.

El ¨²ltimo ataque de los rebeldes fue la pasada semana en Las Colinas, un poblado pr¨®ximo a Yal¨ª. Una de las v¨ªctimas ese d¨ªa fue Francisca, una campesina de 25 a?os, con cinco hijos a su cargo. Los contra le quemaron su casa con todo lo que pose¨ªa: su ropa, un poco de ma¨ªz, frijoles y caf¨¦. Ella, que sali¨® corriendo al ver acercarse a los rebeldes, no entiende por qu¨¦ le hicieron eso. En este ataque a Las Colinas quemaron ocho casas, pero no hubo muertos. Fue mucho peor hace ocho meses, cuando la contra prendi¨® fuego a 30 casas y mat¨® a dos personas.

El pasado lunes, en el trecho de 50 kil¨®metros entre Estel¨ª y Yel¨ª s¨®lo se encontraban soldados del Ej¨¦rcito Popular Sandinista (EPS) y algunas vacas perezosas que obstaculizaban el camino. La presencia de la contra quedaba simbolizada ¨²nicamente en las siglas FDN (Fuerza Democr¨¢tica Nicarag¨¹ense) pintadas sobre los restos de un puente destruido y en la chatarra de un cami¨®n del EPS alcanzado por un cohete.

En ese cami¨®n encontr¨® la muerte en abril pasado el hijo de Blanca, la cual hab¨ªa perdido 10 d¨ªas antes a su marido en otro ataque de la contra. Blanca viste hoy uniforme militar y es la presidenta de la Asociaci¨®n de Familiares de H¨¦roes y M¨¢rtires de Guerra. Ella misma ha sobrevivido a cinco emboscadas, en la ¨²ltima de las cuales murieron siete personas, entre ellas una ni?a de siete meses.

Ataques indiscriminados

Blanca dice que los ataques de la contra son indiscriminados, destinados a hacer "el mayor da?o posible para tener la mayor repercusi¨®n internacional posible". "Aqu¨ª no luchan contra los sandinistas, sino contra todo el pueblo, y todo el pueblo siente en peligro sus vidas". En una de las emboscadas que recuerda cay¨® una hija de C¨¢ndida, una anciana de 77 a?os que hoy tiene que cuidar de sus cuatro nietos. El padre de los ni?os hab¨ªa muerto ya en 1984 en su camino hacia el trabajo.

El padre V¨¢zquez, que cumple su decimoquinto a?o en Yal¨ª, coincide en que las emboscadas son la peor lacra de esta guerra. El sacerdote se refiere a la contra como "esa gente armada que anda por ah¨ª", y los culpa de "quemar sistem¨¢ticamente los asentamientos".

"Quieren hostigar todo lo que sea del Estado, y la gente queda desamparada. Muchas escuelas han sido cerradas porque los profesores tienen miedo, muchos centros de salud han sido tambi¨¦n destruidos".

Los profesores son uno de los objetivos preferidos por la contra. El padre V¨¢zquez recuerda que en abril del a?o pasado secuestraron a dos maestras en Coyol¨¢, cerca de Yal¨ª; una de ellas ya ha regresado a su pueblo, a la otra se la vio la semana pasada en el ataque a Las Colinas portando un fusil junto a otros 200 contra.

El p¨¢rroco de Yal¨ª preside la comisi¨®n de paz creada en el pueblo tras la firma de los acuerdos de Esquipulas 2, pero s¨®lo ha conseguido la reincorporaci¨®n a la vida civil de 20 contra. El padre V¨¢zquez dice que los desalzados le han contado que otros muchos quisieran abandonar la contra, pero han recibido amenazas de muerte en caso de hacerlo. "En este pueblo hay mucho temor, muchas amenazas de gente armada. La gente repudia a la contra, pero siente miedo".

Los ni?os de la guerra

La anciana C¨¢ndida todav¨ªa conf¨ªa en que "si la guerra terminar¨¢ aqu¨ª ser¨ªamos los m¨¢s felices de Centroam¨¦rica". Si no la plena felicidad, el fin de la guerra s¨ª permitir¨ªa a los habitantes de Yal¨ª, al menos, ser menos pobres. Doroteo, un peque?o campesino que ata sus caballos a un poste en el centro de Yal¨ª, cree que "si se acaba la guerra, andaremos sin miedo, y todo el mundo va a volver a sus fincas y se va a volver a trabajar". Antes de la revoluci¨®n, Doroteo sembraba 10 manzanas de ma¨ªz; hoy s¨®lo siembra dos. La causa principal, seg¨²n ¨¦l, es la falta de mano de obra. "Los j¨®venes se han ido al servicio militar y a la ciudad, y aqu¨ª s¨®lo quedamos los viejos". Otra raz¨®n de la ca¨ªda productiva es la falta de transporte, por miedo de los conductores a entrar en las zonas de guerra o por falta de combustible. Los campesinos han tenido que recuperar los animales como ¨²nico medio de transporte, lo que afecta fundamentalmente a la producci¨®n de caf¨¦.

Doroteo ha recibido en su poblaci¨®n varias visitas de la contra. En una de ellas, el 13 de octubre pasado, "se llevaron a dos muchachos y una muchacha". Asegura que siempre que pasan, en el camino entre R¨ªo Coco y las proximidades de Estel¨ª, les roban la comida y les amenazan. "Se llevan los chanchos gordos y a las muchachas que les gustan", dice.

Doroteo tiene un hijo en el EPS y otros dos estudiando en Managua. Otros ni?os no han tenido tanta suerte y se encuentran ahora en el orfanato de Yal¨ª. Como Joana, Margarita y Teresa, tres hermanas hu¨¦rfanas de guerra que llegaron a esa instituci¨®n en 1984. Actualmente conviven con 150 ni?os en su misma situaci¨®n. Hace unos meses recibieron la visita de unos psic¨®logos que les pidieron hacer unos dibujos en los que reflejasen su idea sobre la guerra. Todos pintaron las escenas de horror que guardan en su memoria. Ninguno dibuj¨® la esperanza.