El silencio cort¨¦s de Andr¨¦s Berlanga
El autor de 'La gazn¨¢pira' publica los cuentos 'Del m¨¢s ac¨¢'
Andr¨¦s Berlanga es un humilde que s¨®lo se reconoce las virtudes de la constancia y de la tenacidad, la tenacidad, sobre todo, para decir que no. No a echarse encima m¨¢s deberes, por ejemplo. No a las entrevistas, en las que no cree. No a la expectativa, la esperanza de una gloria literaria: escribe poco, un libro cada d¨¦cada, m¨¢s o menos, y aunque en el pen¨²ltimo, La gazn¨¢pira (Noguer), las cr¨ªticas y las ventas vengaron ocho negativas editoriales y le convirtieron en un autor esperado, Berlanga se toma su tiempo para su pr¨®xima novela. De momento ha publicado Del m¨¢s ac¨¢ (El Observatorio), 19 cuentos hilados por un vocabulario de castellano viejo y una cierta melancol¨ªa.
Es tambi¨¦n un hombre amable, Berlanga, basta verle responder a los inoportunos que interrumpen la charla, pese a que ha dicho que no est¨¢. Esa parece la raz¨®n de haber atendido al periodista, aunque no crea en las entrevistas. Algo sorprendente pues Berlanga es periodista y durante 14 a?os (tiene 46) fue de los que firman hasta cinco piezas en un d¨ªa: Periodismo duro lo llama ¨¦l.Su descreimiento no parece ni coqueter¨ªa de divo, ni soberbia. En realidad, es de los que creen que la obra se ha de sostener sola. Hace dos a?os dijo en una conferencia: "Decir que has tardado ocho a?os en hacer una novela es una coacci¨®n intolerable al lector. Lo que importa es el resultado y no si el autor sufre, se desespera, ayuna o se encierra a escribir de madrugada". Y en otra conferencia, el a?o pasado: "Como lector, siempre he cre¨ªdo que los escritores no deber¨ªan hacer declaraciones, ni dejarse transformar en tesis o tesinas, ni abrir su cocina literaria."
La charla pues, se desarrolla sin l¨¢piz ni papel. Pero no es s¨®lo eso lo que la transforma en algo distinto a una entrevista, sino su actitud, que es la de conversador, y la de conversador curioso: es ¨¦l quien hace preguntas, todo el tiempo, mientras mira con atenci¨®n por encima de esas gafas de abuelo con la vista cansada.
Los 19 relatos Del m¨¢s ac¨¢ fueron escritos en otras tantas semanas, y eso se sospecha en su ordenaci¨®n sucesiva. Algo les une, y no s¨®lo su castellano exacto, su brevedad, su iron¨ªa: "?Por qu¨¦ quiero trabajar con vosotros? -repiti¨® ella la pregunta-. Me gusta, os leo cada lunes, sois disparatados, salidos, no respet¨¢is ni padre, ni madre, ni corona, ni correaje; os pas¨¢is a los pol¨ªticos por el slip, no quer¨¦is salvar el mundo, sois j¨®venes, escuch¨¢is, sacud¨ªs a la prensa burguesa. Como dir¨ªa La escalera: sois un fen¨®meno sociocultumarginal, ?qu¨¦ m¨¢s?" (New new periodism). Breves, los cuentos de Berlanga apenas insin¨²an sus tramas; los h¨¦roes por lo general no lo son: un pluriempleado intenta llegar a fin de mes enviando libros de saldo a un reci¨¦n fallecido, confiado en que la familia pagar¨¢ ese ¨²ltimo capricho; una licenciada en Derecho ensaya un ¨²ltimo sablazo a sus t¨ªas antes de resignarse a su suerte de subempleada en un bingo; un maestro rural mantiene como puede la esperanza de que la definitiva emigraci¨®n del pueblo ocurra despu¨¦s de su propia jubilaci¨®n.
El secreto de la cocina
?l no lo dice, pero casi asiente cuando se le dice que de sus cuentos se desprende cierta tristeza, nostalgia quiz¨¢. Algunos de ellos recogen lo que no es tem¨¢tica rural porque, como dijo la cr¨ªtica perspicaz con La gazn¨¢pira, talento de Berlanga es el de reflejar la cultura rural sin caer en los vicios del folclore y el costumbrismo. Su visi¨®n es la de tantos emigrantes que vivieron su infancia entre los ocres de Castilla y aprendieron a nombrar los p¨¢jaros por su verdadero nombre, y que asisten, con respeto aunque sin ceguera, a la agon¨ªa del mundo que recrean.De su morosidad, de su permanente aseveraci¨®n de que nada le importa, salvo vivir, charlar con los amigos, jugar al f¨²tbol y al tenis, se deducir¨ªa que escribe por casualidad. Pero esa deducci¨®n se esfuma cuando describe su larga documentaci¨®n, la vejez de la historia, la remota imagen madre del libro. Cuando cuenta su tensi¨®n al escribir y desgrana las exigencias del rito. La impresi¨®n, entonces, es que pese a todo escribe porque no puede remediarlo. Pero ese cuento es el de la cocina del escritor y ¨¦l considera que es un cuento privado.
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