ETA: en busca de la legitimidad perdida
Desde el advenimiento de la democracia, ETA ha luchado -es decir, matado- desesperadamente para tratar de recobrar frente al Estado de derecho la legitimidad que a los ojos de muchos le procuraba la dictadura, y que se desvaneci¨® con la desaparici¨®n de ¨¦sta.Por m¨¢s que lo intentemos, salvo que fuera posible asumir temporalmente los rasgos de la paranoia, nunca podremos comprender el c¨²mulo de egocentrismo, barbarie y totalitarismo que se concentr¨® en el seno de la organizaci¨®n terrorista a lo largo de los 15 ¨²ltimos a?os del franquismo.
Aquel bagaje de hero¨ªsmo sanguinario y redentor fue transmitido a los sucesivos n¨²cleos dirigentes, impasibles ante la vuelta a la raz¨®n de muchos etarras e incapaces de comprender que el pueblo vasco asum¨ªa ahora, sin mitificados intermediarios, su propia soberan¨ªa y su pluralismo pol¨ªtico.
Lejos de resquebrajarse, claudicar o ser abatida por el buscado golpe militar, la democracia fue resistiendo con admirable solidez los sucesivos embates terroristas. Ni el Estado, ni el Ej¨¦rcito, ni la sociedad en su conjunto optaron por la rendici¨®n suicida o la soluci¨®n autoritaria. Los llantos y duelos acumulados no hicieron sino ahondar la convicci¨®n de que no hab¨ªa que ceder ante el crimen y el chantaje, so pena de que, al verse recompensados, se multiplicaran indefinidamente.
Con altos y bajos, luces y sombras, aciertos y errores, la clase pol¨ªtica del conjunto del Estado, y en particular las fuerzas democr¨¢ticas vascas, fueron comprendiendo la urgencia de liderar solidariamente ante nuestros inhibidos o desorientados pueblos la causa de la democracia. As¨ª, frente al permanente desaf¨ªo de la minor¨ªa violenta y su corte de sumisos altavoces, surgieron los ejemplares pactos de Madrid y Vitoria.
Pero ETA sigue aferr¨¢ndose a una interpretaci¨®n err¨®nea de nuestra historia actual y se resiste a encajar la evidencia de su fracaso. Es cierto que ha renunciado a la ilusa expectativa de una victoria frontal sobre el Estado democr¨¢tico -aun en el marco de una crisis econ¨®mica y social agravada intencionadamente en Euskadi por su acci¨®n terrorista-, pero s¨®lo para buscar, en la perspectiva de un acoso prolongado, derrotarlo por etapas.
La primera fase de esta estrategia se identifica con la negociaci¨®n de la alternativa t¨¢ctica KAS, cuyos m¨ªnimos representan "el ¨²nico acuerdo que puede dar lugar al armisticio" (cita del ¨²ltimo comunicado de ETA), para poder iniciar m¨¢s adelante, cuando las condiciones objetivas y subjetivas lo permitan, una nueva etapa de la estrategia genocida.
Envidio sinceramente a todos aquellos que han logrado escudri?ar en la oferta etarra de alto el fuego signos esperanzadores en relaci¨®n con la pasada trayectoria de la organizaci¨®n terrorista. Ojal¨¢ el tiempo les d¨¦ la raz¨®n.
Por mi parte, una lectura atenta y repetida del mensaje en el que se oferta la tregua no ha logrado sino transmitirme, una vez m¨¢s, signos de la demencia de un pu?ado de dirigentes terroristas, aislados en sus lejanas madrigueras galas y jaleados ciegamente -por testaferros y devotos, en busca desesperada de un estatuto de parte beligerante que les equipare -nada m¨¢s ni nada menos- con las instituciones de un Estado de derecho, portador, en la diversidad de pueblos y opciones pol¨ªticas, de la legitimidad de casi 40 millones de ciudadanos.
Y, para que ning¨²n oropel quede ausente de tan espeluznante y megal¨®mano ritual se propone que un Estado extranjero, Argelia, verifique el "convenio internacional" resultante de la firma entre ETA y el "Estado opresor espa?ol"...
Tanto desprop¨®sito de parte de quienes no viven- hoy sus m¨¢s exultantes momentos, aunque sepan matar mejor que nunca, tiene una clara ventaja. Las condiciones de la pretendida tregua o alto el fuego son, lisa y llanamente, inadmisibles para un Estado de derecho. Si la democracia aceptara equipararse con un pu?ado de extremistas acorralados, canjeando siniestras ejecuciones e infanticidios por el cese de la actividad policial y negociando contenidos pol¨ªticos, habr¨ªa comenzado a cavar, sin raz¨®n alguna, su propia tumba. El reconocimiento de cualquier legitimidad a los terroristas conllevar¨ªa un precio exorbitante: la claudicaci¨®n de la soberan¨ªa popular y de la libertad.
Algo se agita
Estas reflexiones no impiden reconocer que algo se agita en el binomio ETA-HB, aunque hasta el presente todo est¨¦ atado y bien atado por los que esgrimen las metralletas. Lo importante es comprender en qu¨¦ direcci¨®n se mueven los peones del ajedrez etarra. La tregua propuesta y su buscado impacto propagand¨ªstico representan la ¨²ltima coartada de los malabaristas seudoaberizales, profesionales de la m¨¢s rancia tradici¨®n agit-prop. Su objetivo fundamental no es otro que el de desvirtuar la significaci¨®n ejemplar de los acuerdos contra la violencia alcanzados en Madrid y Vitoria, retomando una iniciativa pol¨ªtica capaz de confundir a la opini¨®n p¨²blica con su se?uelo pacificador. Caer en su trampa ser¨ªa tanto como volver a la case d¨¦part, dando por nulos los importantes logros pol¨ªticos y policiales alcanzados en los ¨²ltimos meses.Lo m¨¢s reconfortante frente a tanta prestidigitaci¨®n leninista no es la l¨²cida prudencia del Gobierno central, sino la unitaria reacci¨®n de los partidos democr¨¢ticos vascos dispuestos a recordar a los terroristas y a su entramado pol¨ªtico que el ¨²nico camino v¨¢lido para buscar legitimidades hist¨®ricas es el que ellos ostentan: la representaci¨®n mayoritaria y soberana del pueblo vasco. Frente a los enmascarados ¨¦mulos de Maquiavelo, s¨®lo acabar¨¢ triunfando la firmeza institucional y la movilizaci¨®n pac¨ªfica, creciente y rotunda de nuestros pueblos en defensa apasionada de la vida, la paz y la libertad. Hasta que ETA renuncie a buscar, entre metralla y sangre, una legitimidad definitivamente perdida y se integre -sin armas, holocaustos ni chantajes- en la pluralidad democr¨¢tica del pueblo.
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