Un paso adelante
EL CONSENSO logrado en la Comisi¨®n de Derechos Humanos de la ONU sobre el tema cubano ha puesto fin a un debate que ha sido manipulado desde sus inicios por la voluntad de Estados Unidos de imponer un castigo pol¨ªtico al r¨¦gimen de Fidel Castro. Espa?a, respaldando al grupo de pa¨ªses latinoamericanos, ha desempe?ado un papel importante en este desenlace, facilitado por la decisi¨®n cubana de invitar a miembros de la comisi¨®n de la ONU a viajar a su pa¨ªs e inspeccionar el estado de los presos pol¨ªticos. Ello permite a la diplomacia norteamericana proclamar que ha logrado su objetivo; pero lo cierto es que Washington persegu¨ªa otros prop¨®sitos y con su actitud hab¨ªa hecho pr¨¢cticamente imposible un resultado favorable en ¨¦l terreno de los derechos humanos. Al final, no tuvo m¨¢s remedio que sumarse al consenso general, renunciando a que su propuesta fuese sometida a votaci¨®n.La posici¨®n de los representantes norteamericanos, que utilizaron presiones de todo tipo, hab¨ªa causado irritaci¨®n entre los pa¨ªses latinoamericanos y los miembros europeos de la OTAN, que ve¨ªan c¨®mo eran sometidos a una especie de test de fidelidad. En un viaje especial que realiz¨® a Ginebra el delegado de EEUU en la ONU, general Vernon Walters, hizo una distribuci¨®n previa de premios y castigos: votar contra la moci¨®n patrocinada por su pa¨ªs equival¨ªa a un "gesto inamistoso"; abstenerse ser¨ªa una "actitud lamentable". Con esa actitud se dificultaba que los pa¨ªses pudiesen votar en funci¨®n del contenido real de las mociones.
Para esta discusi¨®n, Estados Unidos nombr¨® como su representante a un antiguo preso cubano nacionalizado. Si quiso dar as¨ª m¨¢s relieve a su actitud, ?por qu¨¦ no fue delegada de EE UU, cuando se trat¨® de Chile, la viuda de Orlando Letelier, el ministro de Salvador Allende asesinado en Washington por agentes de Pinochet? A lo largo de estos a?os, la Administraci¨®n Reagan ha instrumentalizado de modo abierto el tema de los derechos humanos, de forma que las acusaciones -por muy ciertas que ¨¦stas fueran- se han esgrimido antes en funci¨®n de la coloraci¨®n pol¨ªtica de los Estados afectados que de la naturaleza real de las transgresiones denunciadas, lo que acaba por da?ar la causa de los derechos humanos.
La invitaci¨®n que Cuba ha hecho a la comisi¨®n de la ONU tiene un valor que desborda el debate en que se ha producido. Habitualmente, cuando los cubanos -como tambi¨¦n los sovi¨¦ticos y otros pa¨ªses socialistas- son acusados de no respetar los derechos humanos, contraatacan afirmando que los pa¨ªses capitalistas desprecian derechos sociales tales como el que los ciudadanos tienen al trabajo, la vivienda, la salud, etc¨¦tera. Esa respuesta implica una falacia. Que haya presos pol¨ªticos, y que ¨¦stos sean maltratados, supone una responsabilidad de gobierno -y una posibilidad de correcci¨®n- muy distinta de la que se puede tener respecto del paro o de la falta de viviendas.
Al aceptar que la comisi¨®n de la ONU visite sus c¨¢rceles, Cuba ha dado un paso hacia el reconocimiento de un principio que se abre camino en el mundo. El respeto de los derechos humanos, con rango ya de ley internacional, debe traducirse en hechos que impliquen, en la pr¨¢ctica, retrocesos del principio de soberan¨ªa nacional. Ya no debe regir, sobre los derechos humanos, la actitud cl¨¢sica del Estado nacional: "es cosa m¨ªa". La comunidad internacional tiene derecho a decir "es cosa nuestra" y atribuirse un derecho de inspecci¨®n. Si Estados Unidos se hubiese encastillado en su propuesta es muy probable que hubiese puesto en peligro lo que objetivamente ha constituido, a la postre, un avance sin precedentes en la lucha internacional por la defensa de los derechos humanos.
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