Otro Onetti, ?o es el mismo?
La primera lectura de Cuando entonces provoca en el lector un leve desconcierto. S¨®lo en el segundo abordaje uno viene a darse cuenta de que este otro Onetti, inesperado y severo oficiante de la t¨¦cnica del punto de vista, es, no obstante, el Onetti de siempre, s¨®lo que con un mayor regodeo en el di¨¢logo, un aura de acertijo que en su vasto repertorio es casi novedad, as¨ª como un expl¨ªcito distanciamiento de su m¨ªtica Santa Mar¨ªa, en parte sustituida por una lavada Lavanda (la Banda Oriental, claro, con Plaza Cagancha y todo), apenas tel¨®n de fondo de una historia que se hilvana en Buenos Aires, ¨¦sta s¨ª, con todas sus letras y sin alias.Hace algunos meses, en ocasi¨®n de un homenaje que se le hizo a Onetti en Montevideo y cuando esta novela a¨²n no hab¨ªa aparecido, le telefone¨¦ a Madrid y le pregunt¨¦ c¨®mo la definir¨ªa. ?l respondi¨® escuetamente: "Es una love story". Ciertamente lo es, en la mejor acepci¨®n de esa categor¨ªa que suena a Hollywood. Como toda historia de amor, lo es tambi¨¦n de desamor, pero no con la sa?a ves¨¢nica y litigante que aflora, por ejemplo, en la Bella del Se?or, de Albert Cohen (tambi¨¦n incorporada en estos meses a las librer¨ªas de habla hispana), sino con una lenta erosi¨®n del contexto amoroso. Aqu¨ª, el desamor es sobre todo del destino hacia la protagonista.
Magda o Magdalena ("la divina Magda", en versi¨®n de Lamas), cuyo nombre verdadero, e ignorado hasta la pen¨²ltima p¨¢gina, es tan manido como Petrona Garc¨ªa, colma con su presencia todas las p¨¢ginas de esta novela breve. La mera descripci¨®n de su rostro o su cabeza es todo un alarde, m¨¢s pict¨®rico que literario (uno piensa en una musa gitana de Romero de Torres): "Aquella cara estaba construida por una frente muy extensa, casi masculina; y ella lo sab¨ªa e intentaba disimulos por medio de peinados variables. La frente lisa y bien redondeada confirmaba la sospecha de una hermosa calavera. Los ojos se estrechaban al correrse hacia las sienes. Eran negros y con chispas permanentes que delataban lo que no era necesario decir. La boca estaba hecha con labios delgados, austeros, enga?osos, tan frecuentes en las mujeres que saben disfrutar de una cama (...). La nariz, casi recta, con una leve curva hebraica, marcaba la personalidad de la cabeza. Era m¨¢s hermoso mirarle el perfil que enfrentarla. La mand¨ªbula nac¨ªa invisible detr¨¢s de las orejas. Para avanzar y redondearse dulcemente, formando el ment¨®n y un hueco que lo separaba de la boca. Para terminar el retrato pondr¨¦ los p¨®mulos altos, que no se mostraban ni se escond¨ªan, pero all¨ª estaban, dilatando sin violencia la piel".
A pesar de esa estampa noble y garbosa, Magda es sencillamente una prostituta, pupila de Eldorado (se escribe as¨ª, todo junto), administrado por "la se?ora", vieja profesional que en otros tiempos fue "madame Saf¨®" y que ha progresado, de antigua regidora de un burdel expl¨ªcito en Rosario, a propietaria de un prost¨ªbulo porte?o con ¨ªnfulas de cabaret. Lo cierto es que Magda es mucho m¨¢s y mucho menos que una prostituta, capaz de enamorarse perdidamente de un comandante (cara de caoba, curtida por el sol, y cuerpo "blanco, an¨¦mico como el de una muchacha inglesa"), agregado militar de un pa¨ªs ignoto, presuntamente latinoamericano, con esposa leg¨ªtima en la lejana patria y apartamento en Buenos Aires para solaz de Magda. ?sta es tambi¨¦n capaz de hacer locamente (como "dos can¨ªbales encerrados en la celda de un manicomio") el amor con Lamas, el periodista que la ama sin esperanzas, y luego confesarle que todo el tiempo hab¨ªa pensado en el ausente comandante. "?Pero te das cuenta, querido? Te hice cornudo. Toda la noche meti¨¦ndote cuernos".
Lo cierto es que Magda est¨¢ tan c¨¢lidamente dise?ada como personaje, se vuelve tan seductora en el papel y en su papel, que acaba seduciendo por lo menos a cuatro candidatos: al comandante, a Lamas, al autor y al lector. Lo curioso es que del comandante tenemos pocos datos: tiene "el perfil de una medalla oscura"; cuando concurre a Eldorado casi no habla, simplemente aporta generosas cuotas de whisky para que los par¨¢sitos de siempre se emborrachen: con Magda se entiende mediante gestos en clave; cobra en d¨®lares, pero parece que gasta mucho m¨¢s que el importe de su sueldo, por lo que es veros¨ªmil que est¨¦ implicado en alg¨²n negocio de drogas o tr¨¢fico de armas; seg¨²n parece, "sirvi¨® mucho a su patria matando comunistas que andaban buscando quedarse con las tierras de los due?os". De su aptitud sexual s¨®lo sabemos, por el testimonio de la propia Magda, que es "un verdadero toro". Sin embargo, en esta novela, donde constan varios puntos de vista (el del desairado Lamas, el de "la se?ora", el de Pastor de la Pe?a, ese pudibundo contador que oficia de ¨²ltimo testigo), nunca conoce el lector el punto de vista del militar. Apenas nos enteramos de que, por orden superior e inapelable (?la famosa "obediencia debida"?) debe abandonar a su amante y volver a su esposa legal.
Es probable que Cuando entonces no se instale en el mejor nivel narrativo de Onetti, pero tambi¨¦n es posible que estemos tan habituados a su estilo indirecto, a sus vertientes colaterales, a sus rumbos sinuosos, que ahora nos cueste abordar, sin previo aviso, esta historia de amor narrada sin ambages, a esta protagonista animosa, vital, hecha para el amor, de una simpat¨ªa poco menos que cong¨¦nita, tan distinta, por cierto, de la mayor¨ªa de sus personajes femeninos. Es cierto que parece otro Onetti, pero, en definitiva, es el mismo, porque la gran protagonista de toda su obra, esa fatalidad limpiamente heredada de Faulkner, tambi¨¦n aqu¨ª concurre a la cita, equiparando de alguna manera la muerte por amor de Magda con la muerte por azar de su rival ("no pasa de ser una mulata gorda"). Es ¨¦sta la segunda novela uruguaya en que la ca¨ªda del avi¨®n Presidente tiene importante funci¨®n en el desarrollo narrativo. Curiosamente, figura en el comienzo de Cordelia (1961), primera novela, tambi¨¦n breve, de Carlos Mart¨ªnez Moreno, y ahora sirve de desenlace a ¨¦sta de Onetti. Por cierto, que la misma fatalidad usa otras de sus filiales al poner ante los ojos de Lamas, el periodista, la noticia de la muerte de su amor imposible, sin que ¨¦l posea los datos imprescindibles para saber de qui¨¦n se trata. ?C¨®mo imaginar que su "divina Magda" fuera en realidad la Petrona Garc¨ªa que acapara los titulares de la cr¨®nica roja?
Hay alg¨²n personaje, como el marica Cayetano, que tal vez est¨¦ de m¨¢s, y hasta es posible que el primer cap¨ªtulo, de la cervecer¨ªa, con su di¨¢logo levemente forzado, no sea la mejor introducci¨®n a la intensa, inclemente historia que conmover¨¢ al lector en los tramos subsiguientes. Son, despu¨¦s de todo, objeciones menores, y que, en definitiva, no importan, ya que la maestr¨ªa del autor en el uso del lenguaje, en la cimentaci¨®n de la an¨¦cdota, en la infraestructura del conflicto, en la hechura y el proceso de los personajes, otorgan a esta novela (obligatoriamente breve, pues es un dechado de s¨ªntesis narrativa) una intensidad y un disfrute verbal que ampl¨ªan, y a la vez (parad¨®jicamente) concentran, la capacidad de un creador que sigue manteniendo su rigor y su eficacia.
Cuando entonces, Mondadori. Madrid, 1987.
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