Planetario
Hace a?o y medio que se inaugur¨® el Planetario de Madrid. Desde entonces, un alt¨ªsimo n¨²mero de habitantes de clase media han aspirado a visitar el centro. Yo era uno de ellos. Les contar¨¦ mi experiencia.La distracci¨®n, en lo fundamental, consiste en una sesi¨®n de cine. Lo peculiar del Planetario reside, sin embargo, en que la proyecci¨®n se realiza sobre una c¨²pula de 17,5 metros de di¨¢metro y que, como consecuencia, los sillones se encuentran reclinados y poseen una confortabilidad superior a la que se espera recibir de una prestaci¨®n munici,pal cualquiera. Las expectativas son, por tanto, buenas.
Efectivamente, los que esper¨¢bamos en la sesi¨®n de las cinco, padres, ni?os y personas de la tercera edad, rebos¨¢bamos de expectativas. El Planetario es un conjunto de edificios encimados, plateados, y el precio de la entrada hace presumir una oferta tecnol¨®gica apropiada.
En una afluencia regular, los del Planetario vienen a cazar entre 200 y 250 personas por tanda. Gentes que pasan a la sala y se acomodan con maneras ilusionadas, propias de la ignorancia. Entre tanto, los del Planetario observan el aforo y mandan apagar las luces y cerrar las puertas. La pel¨ªcula pedag¨®gica que han hecho se titula La V¨ªa L¨¢ctea.
Ya no les dir¨¦ m¨¢s. Simplemente, a juzgar por lo que va saliendo en la pantalla, el staff del Planetario debe de estar formado por un grupo de profesores que dio clase en alguna parte y no logr¨® captar alumnos. Su vocaci¨®n, con este nuevo empleo, es, en efecto, irremediable.
A los minutos de La V¨ªa L¨¢ctea, una mitad de las personas de la tercera edad caen dormidas, y los ni?os, poco despu¨¦s, son invadidos por una quietud desconcertante. En cuanto a la reacci¨®n de los padres, m¨¢ximos responsables de la visita, es llamativo ver el n¨²mero de los que salen sin discernimiento y con la expresi¨®n alelada.
No conoc¨ªa nada acerca de estos hechos, pero he le¨ªdo que, excepto los lunes, se est¨¢n produciendo hasta unas cinco sesiones diarias.
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