Aterrorizadas a bordo
En toda acci¨®n de violencia dictada por un movimiento terrorista, la l¨®gica preocupaci¨®n de la gente se centra primordialmente en las respuestas psicol¨®gicas de las v¨ªctimas y en el desenlace o los resultados.Sobre el primer punto debo precisar que las v¨ªctimas responden con comportamientos inespec¨ªficos, fluctuantes entre la defensa y la huida, lo que es la psicolog¨ªa del miedo y la agresividad, respectivamente, cuando se trata de acciones en las que no existe contacto personal entre los agentes terroristas y sus v¨ªctimas. Estos comportamientos toman un car¨¢cter mucho m¨¢s complicado y rico en matices psicol¨®gicos en el marco de un contacto prolongado entre ambas partes. Es el caso de los raptos y los secuestros. Los raptos (de mujeres) han pasado a la historia, por razones obvias. En cambio, los secuestros se hallan en la cresta de la ola de la estrategia del terror.
Si el terrorista persigue, en l¨ªneas generales, el objetivo de "matar a uno para aterrar a 10.000" (proverbio chino), no cabe duda de que su exuberante narcisismo personal y organizativo se va a sentir sumamente complacido por la enorme resonancia p¨²blica e informativa obtenida por el proceso de? secuestro y su traducci¨®n en canjes de personas y rescate econ¨®mico. El secuestro resulta as¨ª no s¨®lo muy rentable piara sembrar el terror ("la pr¨®xima vez te puede tocar a ti"), sino para obtener ventajas materiales. Es previsible por ello que el volumen de secuestros experimente incluso un incremento en el futuro. Aparte de las orientaciones antiterroristas generales, entre las cuales otorgo un papel de primera fila al antiterrorismo pedag¨®gico, es preciso ir construyendo el antiterrorismo especializado en la prevenci¨®n de secuestros y otras acciones criminales definidas.
La nota espec¨ªfica registrada en el comportamiento de las v¨ªctimas que conviven con sus aprehensores proviene del influjo ejercido por las relaciones mantenidas con ellos. Cuando este influjo se traduce en una identificaci¨®n con el agresor, el comportamiento toma el perfil del s¨ªndrome de Estocolmo, cuyas distintas modalidades comparten el denominador com¨²n de desarrollar una dependencia sustentada por sentimientos de admiraci¨®n, amistad o cooperaci¨®n con los apresadores. Todos los dem¨¢s comportamientos de las v¨ªctimas se distribuyen entre el sobrecogimiento del espanto, lainhibici¨®n depresiva (a menudo con fantas¨ªas compensadoras), la contestaci¨®n hostil y agresiva y la actitud vigilante propia del torturado ante su verdugo.
?Cu¨¢les son los tipos de reacciones personales que se est¨¢n produciendo entre los kuwait¨ªes apresados por siete terroristas en el avi¨®n del terror? En principio cabe imaginar cualquier cosa: desde la aparici¨®n de un s¨ªndrome de Estocolmo agudo y colectivo, hasta el desarrollo plural de una actitud vigilante defensiva id¨®nea, quiz¨¢ nutrida por v¨ªnculos fraternales entre las v¨ªctimas y seguramente salpicada con crisis de sobrecogimiento o sobresalto.
La previsi¨®n de la conducta resulta en este caso harto dif¨ªcil, por tratarse de una situaci¨®n cuasi in¨¦dita en la historia del terrorismo, donde intervienen diversas variables, algunas de ellas contrapuestas entre s¨ª. As¨ª, tenemos que el reducido espacio disponible que facilita las conexiones personales entre los rehenes y los secuestradores encuentra su contrapunto en la tradicional hostilidad ¨¦tnica rec¨ªproca, reforzada con los dos homicidios consumados.
Antes de poder efectuar un juicio de predicci¨®n sobre el desenlace, habr¨ªa que reflexionar detenidamente sobre distintos elementos psicosociales instalados en esta situaci¨®n, sobre todo el grado del fanatismo grupal ideol¨®gico sacralizado -como casi siempre- y s¨¢dico y la naturaleza de su engarce con las v¨ªctimas, sin prescindir de calibrar la habilidad de los negociadores.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.