El fara¨®n torea a la ver¨®nica
JOAQUIN VIDAL ENVIADO ESPECIAL ?Silencio! Silencio, que el fara¨®n, va a torear a la ver¨®nica. Ya tiene el toro en el centro del ruedo y se aleja, le presenta el capote como la Ver¨®nica se los present¨® a Jes¨²s en el camino de la Pasi¨®n. Y quiz¨¢ hay tambi¨¦n pasi¨®n, otra; est¨¢n los corazones en el suspenso de lo que ha de venir, aquello entre infernal y sublime que ni siquiera se puede adivinar. Y cuando el toro le llega al fara¨®n -?Curro!-, lo embebe en el capote de seda, cimbrea la cintura, remata con apenas un leve gesto, carga la suerte para ligar el siguiente lance, y as¨ª hasta la media ce?ida y monumental.La plaza, en pie, es un manicomio. Nadie quiere ver m¨¢s, porque nadie cree que se pueda ver m¨¢s. Pero el fara¨®n, Curro, se aleja de nuevo. Desde mucha distancia vuelve a presentar el capote como la Ver¨®nica se lo present¨® a Jes¨²s en la Pasi¨®n, acude el toro al galope, lo espera Curro, y al llegar la cabezada, echa el se?uelo adelante, la pierna tambi¨¦n, gira la cintura a comp¨¢s, dibuja el lance desde la naturalidad, la suavidad y la quietud, tres m¨¢s as¨ª, y la caricia del remate, que es el aleteo fant¨¢stico de la media ver¨®nica.
Torrestrella/ Romero, Ojeda, Camino
Cinco toros de Torrestrella, bien presentados y encastados; 3-1, sobrero de Marca, manso. Curro Romero: media (algunas palmas y pitos); pinchazo y estocada corta baja (divisi¨®n y saluda). Paco Ojeda: dos pinchazos y estocada corta (ovaci¨®n y saludos y estocada ladeada (palmas y algunos pitos). Rafi Camino: tres pinchazos y descabello (palmas) tres pinchazos y descabello (silencio). Plaza de la Maestranza, 18 de abril. Quinta corrida de feria.
Mientras el fara¨®n -?Curro!- se descara con el toro -se dir¨ªa que lo bendice-, la Maestranza revienta en aclamaciones, y quien no est¨¢ rompi¨¦ndose las manos de aplaudir, las tiene en la cabeza. Algunos afirman que ese capotillo m¨¢gico es de seda. Imposible: ha de estar hecho de sinabafas o de holandas, o, quiz¨¢, de raja de Florencia, tela regia. Ahora no hay capotes as¨ª; no se fabrican ni de encargo.
Paco Ojeda irrumpe para enmendarle la plaza al fara¨®n. Hay planteada una cuesti¨®n hegem¨®nica, que el diestro de Sanl¨²car reivindica, y est¨¢ en su derecho. Es, buena la competencia entre toreros. Paco Ojeda tambi¨¦n presenta el lienzo al estilo de la Ver¨®nica, pero de forma extra?a, poni¨¦ndose de espaldas, y pues ha de contorsionar el esqueleto, le cruje y se va a dejar un hueso en el empe?o. Llega el toro e intenta un jerogl¨ªfico que no sale bueno. Es el quite del caracol.
Curro, que breg¨® con sus toreos llev¨¢ndolos pulcramente por delante, que ya hab¨ªa intentado faena con vehemente tes¨®n al Torrestrella quedado que abri¨® plaza, la intenta asimismo en este cuarto toro de la gloria, y los pitones, lejos de seguir el dulce discurrir del enga?o, se quedan, ¨¢cidos y amenazantes, garabate¨¢ndole las proximidades del terno sangre y azabache. No hay faeria, porque no puede haberla. El fara¨®n -?Curro!- se marcha de la cara del toro ment¨¢ndole el semental y la vaca que le pari¨®. La afici¨®n y el curritismo coinciden con acarolado parloteo en que el fara¨®n -?Curro!- estuvo en potencia propincua de volver del rev¨¦s el imperio del toreo. Eso dec¨ªan; lo que hace el frenes¨ª.
El otro candidato al cetro del toreo se esforz¨® en demostrar al censo electoral cu¨¢les son sus m¨¦ritos, y qued¨® constancia de su ferviente deseo, si bien el resultado no correspondi¨® al esfuerzo. Sin que hubiera mucho toro en el ruedo, demasiada casta exhibi¨® para las posibilidades del candidato. Al primero de su lote, de vivaz embestida, que le peg¨® un achuch¨®n, derechazos y naturales le sal¨ªan cortos y sin temple. Al segundo, incierto, no se atrevi¨® a darle ni uno.
Rafi Camino, aspirante lejano al poder, hubo de lidiar un manso aculado en tablas al que porfi¨® pases, y un toro de media arrancada con el que estuvo pundonoroso y valiente. Tom¨® de ello nota la afici¨®n y remite el juicio definitivo del torero a pr¨®ximascomparecencias. Con los toreros j¨®venes es bueno esperar pacientemente: pueden dar sorpresas. Y con los veteranos, si son custodios del frasco de las esencias, pues lo destapan cuando les sopla la brisa de la genialidad. Ayer, Curro Romero lo destap¨® unas cuantas veces para quien tuviera el gusto de aspirar sus aromas, y se pudo apreciar que a esos perfumes se apuntan todos. Cuando hubo de cerrar el tarro, ya se apuntaban menos; as¨ª, cualquiera. Pero la afici¨®n y los curritistas conocen bien al fara¨®n y sab¨ªan lo que sucedi¨® all¨ª. ?Es, acaso, el fara¨®n, don Cirongilio de Tracia? ?Es, acaso, don Quirieleis¨®n de Montalb¨¢n? ?Es, acaso, caballero andante? Pues si nos es don Cirongilio, ni don Quirieleis¨®n, ni caballero andante, no tiene por qu¨¦ ir de pelea, y bien fue que se marchara mentando al semental y a la vaca que pari¨® al toro que no quiso embestir su muletilla embrujada. Peleas, parones, quites del caracol y suicidos diversos, se quedan para otros.
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