Francisco Mart¨ªn rehabilita la suerte de varas
Topinero .guardiola" del encaste de Pedrajas. El varilarguero citaba de lejos moviendo la cabalga dura, levantando el brazo, y To pinero se arranc¨® tres veces con s¨²bita alegr¨ªa. Mart¨ªn le tiraba la vara y hund¨ªa la puya en lo alto del morr¨ªllo, al tiempo que le marcaba a la res su salida natural. La plaza era un manicomio. El p¨²blico en pie, ovacio nando tan hermosa y viril suerte, y la m¨²sica rompiendo el aire con un pasodoble.?Qui¨¦n ha dicho que el p¨² blico s¨®lo quiere la faena de muleta? Lo que ocurri¨® ayer tarde es lo que venimos reivindicando los aficionados desde siempre: la corrida en toda su integridad, los tres tercios como un todo indivisible del espect¨¢culo.
La emoci¨®n del p¨²blico se extendi¨® como ondas en el agua al resto de la lidia. Dos buenos pares de Luis Mariscal y Paco Puerta les obligaron a destocarse, igual que previamente lo ha b¨ªa hecho, castore?o en mano el ilustre piquero.
Dom¨ªnguez / Cort¨¦s, T
Campazuo, Dur¨¢nToros de Mar¨ªa Luisa Dom¨ªnguez, bien presentados, muy bravos, nobles y justos de fuerzas. Manolo Cort¨¦s: dos pinchazos y dos descabeBos (ovaci¨®n); estocada ca¨ªda, cinco descabellos (pitos). Tom¨¢s Campuzano: estocada (vuelta); estocada corta (oreja). Vuelta al quinto toro. Curro Dur¨¢n: estocada tendida (ovaci¨®n); tres pinchazos, cuatro descabellos (aviso), Plaza de la Maestranza, 25 de abril. ¨²ltima corrida de feria.
La faena de Tom¨¢s Campu zano tuvo altibajos. Varias tan das de derechazos de desigual factura, y naturales, dos perfectos y los dem¨¢s sin remate. El p¨²blico embalado pidi¨® la oreja, y tambi¨¦n, la vuelta al ruedo del toro. A ambas cosas accedi¨® el us¨ªa, quiz¨¢s muy generosamente. Con el diestro di¨® la vuelta al ruedo, el picador Mart¨ªn Sanz, y el mayoral de la ganader¨ªa, Luis Saavedra.
A su primero, Campuzano lo tore¨® sobre ambas manos sobresaliendo una tanda con la derecha. Lo dem¨¢s fue vulgar y, desde luego, por debajo de la nobleza del toro, que tuvo una muerte de bravo. Una parte del p¨²blico sacaba el pa?uelo para pedir la vuelta al ruedo al toro, y otra para pedir la oreja para el torero. Ambas peticiones resultaron improcedentes, con raz¨®n, para la presidencia.
Manolo Cort¨¦s, bajo un aguacero, le hizo a su primero, que era una figurita de mazap¨¢n, por lo dulce, una faena que podemos calificar de elegante. La temperatura atmosf¨¦rica y la falta de vibraci¨®n en la labor del diestro, dejaron frio al p¨²blico. La faena al cuarto la comenz¨® con tres redondos y un trincherazo con mucho sentimiento. Pero ah¨ª se acab¨® todo. Recorri¨® la plaza entera y el toro acab¨® aplomado, de tantos pases por la cara como le di¨®.
Curro Dur¨¢n recibi¨® a su primero con ajustadas ver¨¢nicas, echando la pata plalante. El toro, al que Antonio Alfonso Mart¨ªn hab¨ªa colocado dos buenos pares, lleg¨® a la muleta con muy pocas fuerzas. Una tanda de redondos templados y despegados fueron lo ¨²nico notable. Despu¨¦s, el de Utrera, no se acoplaba, y finalmente el toro se vino abajo.
El sexto fue un toro con casta, y el menos noble de la corrida. Alcalare?o se destoc¨® tras dos buenos pares -?vaya tarde de los mal llamados subalternos!-, y Curro no se acopl¨® con el lado bueno del animal, que era el derecho.
La viuda de Guardiola envi¨® una corrida muy bien presentada, astifina, con bravura y nobleza excepcionales, salvo el sexto, y si de algo adoleci¨® fue de fuerzas. Alguno doblaba las manos, e inmediatamente, como avergonzado, recuperaba su natural posici¨®n.
La suerte de varas ha vuelto por sus fueros. Los taurinos dicen . que el p¨²blico s¨®lo quiere ver las faenas de muleta. Es evidente que cuando la suerte de picar y la de banderillear, se ejecutan a ley, el p¨²blico vibra de entuasiasmo. ?Quiz¨¢s, por eso no quieren comprobarlo!.
Babelia
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